Mayo, el mes de la prensa

Se cayó la última hoja del triste mes de abril y nos llegaron las alegrías lluviosas de un mayo feliz siempre prometido y pocas veces logrado.
Si el tercer día del mes era tiempo para la cohetería y la fiesta de los albañiles en las construcciones de México, asperjadas con pulque y salsa borracha, ahora la Organización de las Naciones Unidas nos lleva el 3 de mayo a conmemorar la libertad de expresión (la ONU es una fábrica burocrática e inútil de conmemoraciones, celebraciones y fastos oratorios), asunto sobre cuyo sacro enunciado se cuelgan todos los oportunismos y se mecen todas las exageraciones.
Cuando alguien no tiene forma de generar sus propias conclusiones, ya sea por incapacidad o por lenidad, entonces recurre a la paquetería de las estadísticas y nos dice con el apoyo de cualquier organismo internacional (los hay de todos sabores) todos los argumentos concurrentes para probar una verdad elaborada de antemano.
Y en este mes internacional de la libre expresión, se nos viene a decir, con apoyo del membrete internacional Freedom House cuán débil es la libertad de los medios.
Se nos dice, por ejemplo, 45 por ciento de los países del mundo carecen de libre expresión.
Sólo13 por ciento tiene una prensa libre (¿libre de qué?) y en México nuestros medios no son libres; la red lo es sólo parcialmente (¿cómo, quién podría controlar memes, bots, troleos hackeos y demás?), y tenemos una calificación de 66 sobre 100. Pobrecitos.
Pero tenga o no razón, o lo diga fuera de contexto o sin tomar en cuenta, matices y sin profundidad analítica, Freedom House nos canta la otra canción de siempre: México es peligroso para el ejercicio profesional, sin tomar en cuenta cómo es peligroso vivir en un país con más de 180 mil muertos en una docena trágica.
“…Los mecanismos gubernamentales para proteger a los periodistas —dice FH—, se ven obstaculizados por las rivalidades burocráticas (de las cuales muchos periodistas forman parte y eso no se dice), la falta de recursos (¿recursos para ponerle guaruras a los ‘críticos’?) y la formación inadecuada (no se dice si de los informadores o de los burócratas)…”.
Pero donde FH muestra la oreja es cuando habla de los presupuestos publicitarios y los pocos mecanismos para regular y estandarizar ese gasto.
Hace muchos años en México ocurrió algo singular sobre lo cual pocos quieren hablar.
El periódico Excélsior apoyaba el populismo estatizador de Luis Echeverría a tal punto como para romper con los empresarios.
Los comerciantes e industriales, banqueros y demás retiraron su publicidad de las páginas del diario. Ni un solo anuncio, ni de los grandes almacenes. Y para colmo, pleito con la TV comercial.
Entonces el gobierno sustituyó, con gentil munificencia, los millones de pesos perdidos por el boicot empresarial. Después, para disimular el respaldo salvador, el periódico se cebó en censuras ad hominem contra Luis Echeverría y el presidente les organizó un golpe de Estado. El villano fue él, obviamente.
Si hubiera una moraleja, al estilo del Jolopo, sería: “me pagas para que te pegue… después de cobrar”.
Hasta el día de hoy, después de casi 50 años de ejercicio profesional, no he conocido un solo medio informativo cuya fuente de ingresos sea la información pura.
Es la publicidad, facturada o no.
Un día, cuando el ya dicho López Portillo acuñó la frase ya referida de pagar y golpear, Pancho Galindo Ochoa envió una orden a todas las dependencias del Ejecutivo: ni una línea para Proceso.
Se supo, se escandalizó y se perdió una oportunidad dorada: poner en la portada una leyenda de advertencia: “este medio no acepta publicidad del gobierno”, como si se tratara de católicos fervientes contra la propaganda protestante.
Pero eso nadie lo ha hecho en México, donde el Ejecutivo gasta anualmente (dicen los censores) más de 15 mil millones de pesos en medios) frente a la doliente escandalera de quienes quieren… más.
Al menos, más para ellos.
MUAC
Tras la derrota de los críticos cuya hoguera de leña verde para el sacrificio de Jill Magid y su anillo de diamante con las cenizas de Luis Barragán se les mojó con las aguas de abril, leo esta sesuda reflexión:
“…el Museo Universitario de Arte Contemporáneo es ‘ligero’, como sinónimo de irresponsable, sin rigor, presto a la fatuidad”.
Y es cierto, el arte contemporáneo, el juego con los objetos, es frívolo y “epatante” per se.
“…Sensacionalista, inconsistente y falsamente provocador —la confrontación no fue generada por la artista, sino por los detractores de su proyecto—, la obra de Magid, al igual que el MUAC, exhiben una ligereza que oscila entre la seducción y la amenaza…”.
El arte contemporáneo en sí es una ligereza absoluta: un juego de espejos, una colección de costosos cachivaches pagados por el esnobismo de los wannabis o los expertos en lavado de dinero y sus corifeos, o los vendedores de jugos enlatados.