Adiós al INE; hola, como siempre, causa democrática

Ha concluido la encomienda con que me honró la Cámara de Diputados. Ya no seré consejero del Instituto Nacional Electoral, pero, como desde hace 45 años, seguiré siendo un promotor de la democracia. Creo que, desde la perspectiva social y política de México y del mundo, los recientes han sido años muy acelerados, con transformaciones, con cambios y constantes.
Creo que todos tenemos la gran responsabilidad de ver este contexto y de actuar en congruencia para contrarrestar los nubarrones que se asoman en el firmamento. Es indispensable pensar, volver a pensar y, sobre todo, actuar para contrarrestar las tendencias conservadoras y discriminadoras que se dan en este contexto mundial.
Estos tres años, en lo particular, han sido muy intensos, muy demandantes en lo intelectual, pero también humanamente enriquecedores. Tuve la distinción de compartir con los magníficos consejeros y consejeras del Consejo General, y con todo el colectivo que se congrega en esa gran institución que es el INE, propósitos de mejora de nuestro sistema electoral.
Convergí y divergí conforme a los méritos de cada asunto que se puso a consideración del Consejo General, pero también y, sobre todo, intentando elevar la mirada para vislumbrar lo que de estratégico tenía cada tema y de su contribución al futuro de la institución y de la función que le está constitucionalmente encomendada.
He tenido muy presente el contexto del Instituto y los grandes desafíos que le impuso la reforma constitucional que lo convirtió en autoridad nacional electoral. El cambio de Modelo Electoral modificó el equilibrio político del país en una magnitud que aún no es posible conocer del todo.
Los primeros saldos de esta transformación arrojan claroscuros. Se pretendía desde el Legislativo abaratar el costo de la democracia y de los procesos electorales, el hecho indudable es que tal cosa no ha ocurrido y no sucedería aun con la desaparición de los institutos locales, lamentable si esto ocurriera.
Se buscaba evitar la injerencia perversa de los gobiernos estatales en las decisiones de la autoridad electoral local y en ello se han logrado avances, en los que mucho valoro la entereza y empeño de mis colegas, los de esta mesa y los de las otras 32 mesas. Pero la fijación y ministración de los presupuestos estatales, como elemento de presión contra la autoridad electoral local, continúan siendo un problema sin resolver.
La aplicación del Modelo Electoral ha generado, ciertamente, un impulso al alto desempeño en algunos Institutos Electorales Locales. Pero la indefinición en la Ley y en las políticas institucionales del vínculo entre lo Nacional y lo Local no pocas veces se ha traducido en simple y llana sobreposición de un plano sobre otro.
No puede negarse que hubo urgencias que lo hicieron necesario, pero tampoco que las definiciones estratégicas pudieran traducirse en suplantaciones, sino orientaciones de largo aliento, sobre todo cuando se avizora que el Modelo Electoral se adentrará en el territorio intrincado de 30 elecciones concurrentes con la federal.
En lo anterior, se refleja el modo distinto como concebí la implementación del Sistema Nacional de Elecciones, pensaba y sigo afirmando que debe aprovecharse la experiencia y capacidades de los Institutos Electorales Locales, por razones constitucionales, presupuestales y operativas. Propuse y propongo una implementación colaborativa, no una colonización, y por ello insisto en la necesaria generación de rutas para eventuales ejercicios de delegación.
Uno de los espacios a los que dediqué mis mayores esfuerzos fue la modernización institucional y la integración del Servicio Profesional Electoral Nacional. Agradezco el generoso apoyo de mis colegas, que permitió sentar bases, creo que sólidas, para la transformación organizacional y administrativa de la institución que en el futuro cercano le permita cotas más elevadas de desempeño a menores costos. Para ello, un elemento que siempre entendí indispensable es el capital humano del Instituto y del Sistema Nacional en su conjunto. Me satisfacen los avances logrados en la generación de un genuino Servicio Nacional de Carrera, en particular el Estatuto del Servicio Profesional Electoral Nacional, aunque me hago cargo de lo mucho que falta por hacer, particularmente en la evitación de añejos vicios.
Estoy cierto en que las instituciones no se transforman por ensalmo ni de modos espectaculares, sino que en la perseverante acción de todos los que aplican lo mejor de sí mismos para hacer realidad la misión y visión que tenemos trazadas, para llevarlas del papel a la realidad cotidiana. Son los servidores públicos del INE los que continuarán escribiendo ese futuro que todos deseamos luminoso; así, el Instituto podrá hacer en su aporte a restaurar el anhelo de convivencia y contribuir a resolver la esperanza de los mexicanos, afán de toda política.
Todo acto humano está hecho de tiempo y contexto, de afán y circunstancia. Me concreto a decir que mis acciones estuvieron orientadas por concepciones del quehacer que me fueron legadas por mis maestros en la política, Heberto Castillo y Demetrio Vallejo. Y por las que me he esforzado en construir a lo largo de los años. Nunca he olvidado que vengo de lejos y aspiro a seguir yendo lejos.
En estos tiempos en que todo lo sólido se disuelve en el aire, sólo espero haber contribuido a que el Instituto Nacional Electoral logre adentrarse con éxito a las espesuras de los técnicamente complejos y políticamente encendidos tiempos que representa la elección de 2018. Ahora, como ciudadano, ustedes perdonen, seguiré dando guerra.