Falta de deseo sexual

La falta de deseo sexual es un bajo nivel de interés en las relaciones sexuales, en la que el afectado no responde al deseo de actividad sexual de la pareja. Según el Instituto Sexológico Murciano, “la falta de deseo sexual suele acompañarse de otro problema físico o psíquico, siendo lo más común padecer una disfunción sexual”.
Aunque ambos sexos pueden sufrir este problema, las mujeres lo padecen en mayor medida, llegando a producir sentimientos de culpa. Delfina Mieville Manni, socióloga y sexóloga, explica que a los hombres se les ha educado en una sexualidad genital, muy enfocada en su pene. “Tener sexo es un mandato masculino muy fuerte, de modo que parece que la pérdida de erección es un gran problema, porque se espera una erección visible del hombre. Las mujeres, por el contrario y de forma general, no han sido educadas en el sexo”.
La experta apuesta por entender el deseo como una antesala. “Se puede entender por deseo como las fantasías y no tanto las prácticas. Sería interesante salirnos del análisis de pareja coital”.
Tipos de falta de deseo sexual
Cuando el problema de la falta de deseo sexual se presenta, se pueden distinguir varios tipos. El Instituto Sexológico Murciano los analiza:
Primaria: afecta especialmente a mujeres que nunca en sus vidas han tenido un deseo sexual suficiente. Supone una nula capacidad para tener fantasías sexuales y escasas conductas con un fin sexual. Se da desde la adolescencia y empeora en el adulto.
Secundaria: aquellas personas que han disfrutado de un deseo normal pero que pierden el interés por la conducta sexual.
Generalizada: el afectado no puede experimentar deseo ni hacia su pareja ni hacia otras personas.
Situacional: no experimenta deseo sexual hacia su pareja, pero sí hacia otras personas.
Causas
Todos estos tipos pueden tener diferentes causas, o bien orgánicas o psicológicas. Entre las orgánicas el Instituto Sexológico Murciano menciona:
Tratamiento con algunos medicamentos.
Alteraciones hormonales y problemas neuroendocrinos.
Enfermedades metabólicas.
Enfermedades crónicas.
Entre los factores psicológicos que destacan están:
Problemas de pareja.
Disfunciones sexuales, como anorgasmia, vaginismo o disfunción eréctil.
Trastornos del estado de ánimo.
Ansiedad y estrés.
Cansancio.
Miedo a no satisfacer a la pareja.
Vida sexual poco satisfactoria.
Monotonía.
Como señalan los expertos de este instituto, hay veces que puede darse una combinación de causas orgánicas y psicológicas.
Solución del problema
Para tratar el problema Mieville aconseja acudir a un sexólogo. En el caso de que existan causas fisiológicas, este profesional puede derivar al médico. Si el origen es psicológico, se debe iniciar una terapia con el propio sexólogo.
El Instituto Sexológico Murciano señala que “las terapias utilizadas para estos casos derivan de la psicología experimental y tienen unos fundamentos cognitivo-conductuales, técnicas aceptadas internacionalmente y que forman parte de las guías mundiales para el tratamiento de alteraciones sexuales”.
Explican que en este tipo de terapias se realizan actividades individuales y en pareja para llevar a cabo en casa. En definitiva, “se trabajan casi todos los factores que mantienen el bajo deseo sexual”. Esta disminución en el interés por lo sexual suele ir acompañada de conductas específicas como las siguientes:
Evitamos con frecuencia las propuestas de actividad erótica y sexual que propone nuestra pareja, por ejemplo con las típicas expresiones: “No, ahora no tengo ganas”, “Es que estoy muy cansado” o “Mejor otro día, cariño”.
Disminuye nuestra iniciativa para proponer actividades sexuales.
Nos masturbamos con menos frecuencia que antes.
Esquivamos las situaciones en que sabemos que nuestra pareja puede proponer un encuentro sexual, como acostarnos cuando ya está dormida o llenar nuestro tiempo libre de actividades para impedir momentos de intimidad con nuestra pareja.
Pero, sobre todo, un día nos damos cuenta de que el sexo está casi ausente de nuestras preferencias y que rara vez aparece en nuestro pensamiento, a no ser que alguien saque el tema.
Con el tiempo, y si esta situación ha ido provocando conflictos en la relación de pareja, cualquier gesto de acercamiento puede percibirse como un peligro y, en vez de ser una experiencia agradable que activa nuestro deseo como lo hacía antes, nos parece una experiencia molesta y desagradable que deseamos evitar.
Cuando llegamos a esta fase, ese gesto puede provocarnos ansiedad y temor hacia las consecuencias de nuestra inapetencia sexual, y nos puede llevar a sentir que estamos obligados a tener una actividad sexual para evitar un problema o el mal humor de la pareja. Sin embargo, obligación y deseo son dos grandes enemigos. En este punto, podríamos reconocer que hemos entrado en un círculo vicioso que provoca un distanciamiento afectivo y un aumento de los conflictos en la relación que, a su vez, siguen alimentando una disminución de nuestro deseo sexual.