Alerta en Brasil por fiebre amarilla

La pequeña cuidad de Casimiro de Abreu en el estado de Río de Janeiro se encuentra en alerta máxima después de que las autoridades confirmaran el deceso de un hombre por fiebre amarilla y mientras están investigando más posibles casos.
Las autoridades de salud de Brasil confirmaron esta semana que Watila Santos, de 38 años, murió por la enfermedad el 11 de marzo.
Alessandro Valenca Couto, vecino de Santos, también se infectó y se encuentra hospitalizado en la ciudad de Río de Janeiro, donde ya se está recuperando.
Las autoridades investigan posibles casos que incluyen a cuatro familiares de Santos, entre ellos dos menores de 12 y 9 años.
En el centro y las zonas rurales de Casimiro de Abreu, a unos 150 kilómetros de Río de Janeiro, han montado enormes casas de campaña para vacunar a la gente. Las autoridades dicen que alrededor de 30 mil de los 42 mil habitantes han sido vacunados en días recientes.
«Estoy realmente asustada», dijo Tais de Silva Almeida, madre de dos y quien el viernes llegó a vacunarse. «Si los adultos no pueden lidiar con la enfermedad, imagine los niños».
La fiebre amarilla se trasmite por picadura de mosquito y causa fiebre, dolor en el cuerpo, vómito y algunas veces ictericia.
El Departamento de Salud de Río de Janeiro anunció planes para vacunar a toda su población como medida preventiva. Dijo que necesitará 12 millones de dosis para alcanzar una tasa de 90% de vacunación para finales de año. La campaña de vacunación se realiza mientras se siguen confirmando casos en varias zonas en todo el país. El Ministerio de Salud de Brasil dijo que al menos 424 personas han contraído fiebre amarilla, el brote más grande que ha visto el país en años.
De esa cifra, 137 ya fallecieron y hay más de 900 casos bajo vigilancia.
La gran mayoría de casos confirmados y muertes han sido en el estado de Minas Gerais, en el suroeste y fronterizo con el estado de Río de Janeiro.

En Casimiro de Abreu, empleados de salud visitan casas en zonas rurales e inspeccionan agua estancada, donde los mosquitos depositan sus huevecillos.

Mientras, en un grupo de casas cerca de la abundante jungla a unos 5 kilómetros del centro, familiares de Santos esperan noticias de los cuatro familiares que podrían estar infectados.

Walace Santos, hermano menor del hombre que murió, dice que se consoló al saber que la muerte hizo sonar las alarmas que podrían salvar a otros.

«Donde esté él ahora, sabe que con su muerte muchas vidas se salvaron», comentó Santos.