Con la lectura de la nota en la que se informa sobre la propuesta de Bill Gates acerca de imponer un gravamen a los robots que sustituyen a obreros humanos, inevitablemente vino a mi memoria esta frase que pronunciaba aquel pequeño robot, llamado Robbie Robot, en la serie Perdidos en el Espacio -que seguramente mis contemporáneos recuerdan igual que yo-. Frase con la que alertaba al más pequeño de la familia Robinson ante la inminencia de un riesgo o peligro.
Queriendo ponerle un poco de humor al tema, me imagino al célebre robot alarmado exclamando esto al percibir la presencia, al otro lado de la puerta, de personal del SAT (o del IRS en los EUA), tocando al timbre (con video ya desde entonces, como se recordará), con el objeto de practicar una auditoría fiscal al robot, el cual, presuntamente habría incumplido con sus obligaciones impositivas.
Efectivamente, retomando la seriedad, se trata de una propuesta que ha hecho este hombre tan rico como emprendedor e innovador, para que a los robots se les apliquen gravámenes fiscales. En síntesis, al hacer esta propuesta, Bill Gates está expresando su preocupación respecto a la capacidad de este mundo para gestionar una acelerada automatización, que podría terminar desplazando a millones de trabajadores de sus puestos actuales, para sustituirlos por robots.
Obviamente, las reacciones no se han hecho esperar y entre ellas hay quienes se han mostrado muy escépticos acerca de la viabilidad de una medida de esta naturaleza, pero también han surgido economistas que han expresado su coincidencia con esta propuesta, como parte de una necesaria e impostergable revisión profunda del sistema impositivo y productivo. En realidad, lo que propone Gates es que se grave este tipo de “máquinas” en función de la ganancia que generen a partir del desplazamiento de fuerza de trabajo y que los recursos así obtenidos se destinen a la capacitación de trabajadores para que se puedan “reciclar” hacia otro tipo de tareas o bien que estos fondos sirvan para el gasto social en favor de los más necesitados.
Uno de los temas centrales en este recién iniciado debate, se ubica en la definición de lo que es un robot, que deberá ser punto de partida para evaluar seriamente esta propuesta. Quienes plantean esto, parten de la base de que, en ese orden de ideas, muchas otras inversiones de capital, como la maquinaria, los tractores o las computadoras, deberían ser gravadas en sí también. Y ello (inhibir la inversión en ello), inevitablemente constituiría un lastre para el incremento a la productividad, con consecuencias peores aún.
Se busca, se dice, que los recursos generados por esta medida sirvan para la prestación de servicios públicos, pero al mismo tiempo se ignora que dichos servicios públicos también podrían ser prestados por robots, reduciéndose seriamente el costo de los mismos, lo que podría demandar menores montos para la administración pública.
El tema de la innovación es ineludible al hacer el análisis de esta propuesta, pues pareciera en principio peligroso desincentivar fiscalmente esta innovación por considerarse dañina al traducirse en desplazamiento de mano de obra, ya que resulta evidente que, mas allá de esos efectos perniciosos, la aportación de estas y otras innovaciones a la ciencia, la tecnología y la producción resultan cruciales para la elevación del nivel de vida y bienestar de millones de personas.
Baste repasar, a manera de ejemplo, los casos de inventos como el automóvil, los teléfonos móviles o los banqueros automáticos, que indudablemente han desplazado a choferes de carruajes, operadoras telefónicas o cajeros, haciéndonos la vida mucho más fácil a todos.
En un artículo publicado en el portal Newsday.com, Ted R. Bromund se preguntaba acerca de lo que el propio Gates ha causado, ante su innovación, permitiendo que cada uno de nosotros pueda escribir e imprimir escritos, sin tener que recurrir a mecanógrafos u a tiendas de impresión. ¿Cuántos impuestos debería Bill por esos empleos desplazados? Las máquinas, afirma Bromund, son artefactos, hechos por seres inteligentes para su servicio y lo ejemplifica con el caso del WC, un invento que permite que automáticamente se desechen los excrementos, sin necesidad de contratar alguien que vacíe las letrinas.
La polémica propuesta es reciente y la discusión apenas ha iniciado, en torno a una idea que no ha expresado cualquier persona, sino precisamente uno de los empresarios más ricos y exitosos del mundo. Una persona, dicho sea de paso, que ha mostrado sensibilidad por las cuestiones sociales y por los grandes problemas que amenazan a la humanidad. Para mí, antes de descalificar o parodiar, como ya hacen muchos medios con este tema, me parece que el mayor mérito de Gates con esta proposición, es volver a colocarse muy delante de muchos y ponernos a reflexionar sobre temas de los que dependerá nuestro futuro como sociedad organizada: la innovación, la automatización, la productividad, el desempleo masivo, la nueva revolución industrial, entre otros
Robie Robot y sus advertencias a Will Robinson eran una ficción en aquel entonces. También lo eran los autos que se tripulaban solos y los timbres con video que veíamos en otras series televisivas. Hoy, gracias a la visión de personas como Gates, son una realidad que va mucho más allá de lo que hubiéramos imaginado, cambiando nuestra forma de vida para siempre. Habrá que mantener la mente abierta a este tipo de propuestas para preguntarnos si vamos por el camino correcto o es necesario corregir el rumbo, antes que escuchemos ¡peligro…peligro!