Nadando de «a muertito» (o, hay formas de «tocar fondo»)

Después de tocar fondo, como alguien dijera, ya sólo se puede ir hacia arriba. Pero hay formas de tocar fondo, lo haces con cuidado y con un tanque de oxigeno, o los haces como el Titanic, en picada y todo «tranqueado». Algo así pasó este fin de semana en el futbol mexicano…
No es una derrota la que sufre la Federación Mexicana de Futbol, ni tampoco es una conquista «napoleónica» la de los árbitros. En ambos casos, se dieron la mano, pero ¿sabe qué? Se hundieron juntos.
Sí los árbitros creen que esto se va a quedar así, que le pregunten a los dueños de los equipos que no estuvieron de acuerdo con la «tregua» pactada mediante la restitución del apoyo por parte de la Federación a su maltrecha posición en el futbol nacional. Los árbitros han sido sobajados por décadas. Nadie mete las manos al fuego por ellos, y luego con antecedentes como el de los «misteriosos paquetes» que aparecieron a la puerta de la casa de un afamado colegiado, menos.
Han peleado «su (mi) lucha al estilo de «Adolf»» (si, ese que se está imaginando), pero lo que hicieron el viernes no fue poner el pecho a las balas, fue darse un tiro en la cabeza. Conociendo el ego enorme de los propietarios de los equipos, ya me puedo ir imaginando de qué tamaño va a ser la factura correspondiente. Como dijera mi abuelita, «esto no se va a quedar así… Se va a poner morado».
Que la FMF haya tenido que recular e «inventarse» el recurso institucional de que una figura que legalmente no existe ante el organismo, la mentada AMA (Asociación Mexicana de Árbitros), para que apelara las sanciones en contra de sus propios reportes, porque a la mejor a nadie se le ocurrió, pero las sanciones fueron dictadas con base en el reporte de la propia Comisión de Árbitros, es de dimensiones espectaculares.
Les dieron gusto, porque les urge regresar a las canchas. Pero de que los árbitros actuaron al más puro estilo «encapuchado» en vez de por las vías correspondientes para expresar su descontento, es un hecho tan cierto como su equivocación.
Si en el pasado nadie los respetó, es porque los que estuvieron antes se dejaron sobajar. Pero eso no los faculta para detener la liga sólo porque no están de acuerdo con «algo», lo que sea que resulte ser el producto de su queja.
Para eso hay otras Comisiones, que ya ve que en la FMF hay Comisiones de todo. La «del jugador», «la de árbitros», «la disciplinaria», «la de incompetencia», digo la de «competencia», la de «a-pelaciones» (así, con guioncito que separa etimológicamente según yo, esta palabra), y otras más que ya para que gastamos espacio, tiempo y tinta.
La FMF aparentemente cedió.
Los árbitros aparentemente ganaron. Héctor González Iñárritu quedó como un incompetente y Eugenio Rivas como un ignorante de los reglamentos de competencia.
Es decir, en el movimiento, los señores de negro se llevaron a dos «alfiles» del Imperio, que eran incondicionales operadores del presidente del organismo y leales al «Club de Tobi». Serán dos bajas sensibles, pues la caída de su prestigio en este caso, fue peor que si los hubieran derribado de un «misilazo».
Y entiendo a Decio de María, que está tratando de meter en cintura a esa «horda» desatada de intereses prevalecientes en el futbol mexicano, pero no es sencillo. Y la mejor muestra fue la «interpretación» de los reportes y la «aplicación» de los reglamentos.
Pero la FMF se fue a pique, con todo y árbitros y la ya cuestionada credibilidad del organismo ha queda exhibida por sus propios empleados, que es lo que más duele.
Porque con todo respeto, me consta, por ejemplo, que en sus tiempos, y a bordo de un vuelo de Aeromexico con destino a París para iniciar la gira previa del Tri antes del Mundial de Alemania, el entonces presidente del organismo, Alberto de la Torres, estaba más preocupado de cómo «conseguir boletos» para la Formula Uno en Mónaco, que de lo que sucediera al equipo mexicano en su inminente duelo ante Francia en el Stade de Francia, entonces eso de que a alguien «le duela» que no se haya realizado la Fecha 10 del Clausura 2017, me suena más a «quiero probar que soy muy institucional», a que a verdadero dolor.