El desencanto de la política y los políticos

La percepción generalizada entre la sociedad es que la política y los políticos además de caros, no están dando buenos resultados y, si bien, la mayor carga se la lleva el Presidente Peña y su partido el PRI, en menor medida sin quedar fuera, se agarra parejo con todos los demás, los pecados de unos y otros solo hacen diferencia en el tamaño, sin que nadie se escape, como decía don Manuel Gomez Morin, los panistas somos pecadores estándar.
En ese tenor, cuando menos detecto dos cuestiones que cambian la esencia de la actividad política: a) el proceso comunicacional moderno a través de las redes sociales que impacta sustancialmente el pensamiento y toda la actividad humana, que incide de manera determinante en el ámbito político a partir del cual se hacen agendas y compromisos de toda índole a sabiendas que no se han de cumplir y, por lo tanto, se quedan en el fértil campo de la demagogia, y; b) el exacerbado pragmatismo utilizado en la clase política, que se encuentra estrechamente vinculado a la búsqueda de beneficios propios ya sea por canónigas o simplemente para quedar bien con determinado grupo, olvidando sus orígenes, convicciones y promesas.
De acuerdo a un estudio que se encuentra en la página del Instituto Nacional Electoral, son los jóvenes quienes menos participan en los procesos electorales, prácticamente aducen tres razones: a) la deshonestidad de la clase política; b) no les interesa la política; y c) no entienden la política. Esta apatía de las nuevas generaciones refleja un sentimiento de hartazgo, desconfianza e incredulidad que ha permeado en la sociedad.
Al calificar en términos generales a todos por igual, sin distingos entre unos y otros, lo menos que se puede deducir, es que la propia sociedad no percibe las diferencias ideológicas en que se compone la clase política, los pone en el mismo rasero y busca dado el desencanto, desesperadamente otros horizontes.
En realidad todo está de cabeza y cuando eso ocurre todos queremos un cambio, es precisamente ahí donde entran los Partidos Políticos y los liderazgos sociales. La cuestión es ¿a quién creer? El Presidente Peña impulsa al nuevo PRI con el argumento de que la derecha cuando gobernó provocó parálisis y, la izquierda, es mesiánica, por lo tanto da a entender que más vale seguir igual. Por su parte López Obrador propone regresar al pasado ¿a cuál? ¿Al del viejo PRI, caciquil, antidemócrata, dictatorial y represor?
¿Con esas medidas se compondrán las cosas en el país?, francamente no lo estimo así. Aquí hay tarea, el problema central se ubica en la deshonestidad que ha permeado a la clase política y a una buena parte de la sociedad, no únicamente en la parte económica sino también en el alejamiento de las convicciones y por lo tanto de la congruencia.
El país volverá a encontrar rumbo con destino en la medida en que su clase política y los propios institutos políticos reorienten la ética y sobre esa base superen sus dificultades internas, que sus esfuerzos se encaminen a generar propuestas serias y responsables de Estado y no únicamente a ser máquinas electorales, cuando se comprenda que no se requieren simplemente caudillos con espíritu de caciques, menos continuar por la ruta marcada por el Presidente Peña de continuismo, lo que se necesita es la construcción de un proyecto de país en democracia, que no es labor de un hombre, sino de un pueblo.