“No seamos optimistas, en realidad hay pocas razones para ello, pero por favor, no dejemos nunca de ser tercos”, exigió Cristina Rivera Garza a los asistentes que se dieron de la inauguración de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (Filey) 2017.
Al recibir el Premio Excelencia a las Letras “José Emilio Pacheco”, la escritora, mexicana que vive desde hace 27 años entre Estados Unidos y México, dijo: “Ante esta aplastante acumulación de saña, ante la excavación feroz, continúa, mortífera en nuestros cuerpos y en nuestras almas quedan las fuerzas menores, menores pero insidiosas, menores pero punzantes, menores pero regadas en cada viruta de polvo que vaga por el cosmos que hace posible esa pregunta, esas preguntas”.
Durante su discurso, en el que la autora de “Nadie me verá llorar” habló de las escrituras fronterizas y de las fronteras geográficas que los escritores han cruzado rumbo a Estados Unidos, también afirmó que la escritura que no tiene respuestas, pero tiene sin embargo la gracia de abrir en nuestro lenguaje y en nuestros días y en nuestras conciencias, para que las preguntas que de verdad importan, las que llevamos cargando toda la vida, desde los 13, 16, 20 años en que empezamos a leer esos libro o participar de esas conversaciones que nos marcarían para siempre.
“Preguntar es una práctica, una acción concreta que al invocar una respuesta, al requerir una atención, transforma la materia misma de la interrogación”, señaló a narradora y poeta que aseguró “no soy una optimista, soy terca”.
Luego de recibir el galardón de manos de la escritora Cristina Pacheco, viuda de José Emilio Pacheco, y del gobernador de Yucatán, Rolando Zapata Bella, Cristina Rivera Garza recordó las palabras de Marina Azahua, sobre que en este tiempo tan difícil no necesitamos esperanza sino obstinación y ella agregó:
“Tenemos que insistir, nunca quitemos el dedo del renglón, dicen que es el momento de salir a la calle, pero nosotros siempre hemos estado en la calle, esta escritura que no oculta su deuda con otros, esta escritura que es la deuda con otros, vive afuera, a veces aterida, a veces nuevamente cobijada por extraños. No hay contradicción alguna entre ese continuo y necesario salir a la calle y ese entrar en el proceso de la escritura. Estamos hablando del derecho y el revés y el en vez del mismo proceso, no seamos optimistas, en realidad hay pocas razones para ello, pero por favor, no dejemos nunca de ser tercos”, dijo Rivera Garza.
La doctora en Historia de América Latina, aseguró también que cuando decimos que un libro nos conmueve en realidad decimos que un libro nos ha liberado de la indolencia. “Sólo cuando estamos más allá de la indolencia podemos interrogar a nuestro entorno sobre las causas de la desgracia, de la desdicha o del infortunio, por eso dolerse va más allá de la empatía, por eso dolerse no tiene nada que ver con victimizar a la víctima volviéndolo en una víctima pasiva o sin agencia, por eso dolerse es una postura crítica, urgente y crítica”.