Problemas auditivos en niños

Imagina que te encuentras un lugar donde todas las personas cercanas dialogan entre sí, se desenvuelven, toman decisiones y llegan a acuerdos que no puedes entender. Imagina que tratas de expresar tus necesidades sin lograrlo en forma satisfactoria, y poco a poco te ves relegado en un mundo silencioso donde todos sus integrantes, excepto tú, adquieren conocimientos y estrechan amistades.
Lo anterior es sólo una diminuta aproximación a la vida de un niño con escasa o nula capacidad de audición que, a falta de diagnóstico oportuno, no ha recibido terapias de apoyo y estimulación, y por ello sufre limitaciones para desarrollar habilidades. La razón es sencilla: no puede comunicarse.
En efecto, el sentido del oído es muy importante para bebés y niños «porque gracias a él aprenden el uso correcto del lenguaje. Todos los seres humanos comenzamos a hablar por imitación, relacionando el sonido de las palabras con los objetos que observamos, además de que sólo estructuramos oraciones adecuadamente cuando oímos a alguien más hacerlo», asegura la Dra. Pilar Mejía Valdés, especialista en comunicación humana y audiología pediátrica, quien labora en el departamento de Comunicación Humana del Centro Nacional de Rehabilitación de la Secretaría de Salud, en la Ciudad de México.
Por ello, un niño que no escucha bien (sufre hipoacusia) tiene problemas para adquirir el lenguaje y, si no recibe atención especial, esta dificultad le imposibilitará el aprendizaje, ya que se volverá incapaz de hablar, leer o escribir. En consecuencia, corre alto riesgo de convertirse en alguien improductivo a pesar de que cuenta con capacidades físicas e intelectuales idénticas a las de otras personas.
Las complicaciones de la pérdida del oído no concluyen ahí, pues «estos chicos son psicológicamente distintos, de carácter retraído, tímido y no socializan, sobre todo cuando sus tutores los encierran en casa.
Además, no hay que olvidar que su familia también llega a verse afectada, pues la falta de comprensión del problema hace que los padres se culpen por la situación, discutan e incluso se divorcien».
Debido a lo anterior, es indispensable dar mayor difusión a este problema para promover diagnósticos oportunos y tratamientos a la altura de las circunstancias. «Sería bueno que los padres tuvieran mayor conciencia de la importancia del oído y las repercusiones que se generan cuando falla, pero también el personal médico, que debe hacer mayor esfuerzo por detectar este tipo de problemas a tiempo y valorar el hecho de que los pequeños sean evaluados a tiempo», afirma la experta.
Mal ignorado
La gran mayoría de los casos de pérdida de audición en niños se detectan entre los 2 ó 3 años de edad, pues «los padres descubren que su hijo no desarrolla el lenguaje, sospechan que hay algo raro y lo llevan a consulta». Sin embargo, la hipoacusia suele tener su origen desde el nacimiento (por falta de oxigenación al momento de nacer o problemas en la gestación, cuando la madre sufre presión alta, diabetes o tomó algún medicamento), sólo que escapó al diagnóstico.
Este vacío en la detección se debe a un mal que desafortunadamente se ha generalizado: la falta de una cultura que valore posibles daños en la audición del menor. «A veces, en algunos hospitales, los niños que tuvieron dificultades al nacer son evaluados para conocer su capacidad auditiva, por lo que el diagnóstico es temprano y se tiene mayor posibilidad de ayudar al pequeño, pero esto no es algo que ocurra comúnmente en todos los centros. Es raro que los pequeños sean canalizados para que se les practiquen los exámenes correspondientes», indica la Dra. Pilar Mejía.
Otras causas de hipoacusia infantil menos comunes son:
Factores hereditarios. Cuando uno de sus padres (herencia dominante) u otros familiares, como primos o tíos (recesiva) sufre disminución del sentido auditivo, un recién nacido tiene mayor riesgo de padecer la misma incapacidad.
Infecciones. La otitis o inflamación de los oídos, generada por el ataque de algún microorganismo, también desencadena pérdida auditiva de tipo temporal o permanente, dependiendo de la gravedad y duración del evento. Por lo general, este padecimiento surge como consecuencia de alergia en nariz (rinitis) o enfermedades respiratorias que no reciben atención y que favorecen el congestionamiento de fosas nasales, garganta y canales auditivos.
Malformación congénita. Algunas alteraciones en la estructura del oído (microtias) pueden ocasionar disminución en su capacidad para detectar sonidos.
En estos casos es probable que el daño se registre en uno o los dos oídos, y es común que éstas anomalías se presenten junto con otras en algunas partes de la cara, el corazón u otros órganos, ya que su origen es genético, es decir, se debe a fallas en la información contenida en los cromosomas.
A pregunta expresa, la especialista comenta que es difícil encontrar alguna deficiencia en la audición infantil generada por ruido, aunque en niños mayores de 5 años hay una causa externa que llega a ser motivo de consulta: jugar con cohetes.
Esto suele generar daños en un solo oído (el más cercano a donde sucedió la detonación), los cuales originan disminución de la capacidad del órgano auditivo.

En otro sentido, la Dra. Mejía Valdés explica que la evaluación de un niño se basa en distintos recursos. En principio, se debe realizar historia clínica para determinar los factores de riesgo existentes (dificultades durante la gestación y antecedentes familiares, entre otros) y exploración física. Posteriormente, se recurre a exámenes para conocer la funcionalidad del órgano auditivo y centros cerebrales encargados de interpretar los sonidos.

Detalla al respecto: «Obviamente, en niños de cuatro meses de edad y hasta los dos años no podemos aplicar los mismos recursos que en los adultos, por lo que nos basamos en una prueba de condicionamiento orientado reflejo, esto es, llevamos al chico a la cabina de evaluación, donde reproducimos sonidos por las bocinas al mismo tiempo que encendemos una luz para que el pequeño asocie ambos estímulos. Hacemos esto varias veces, luego distraemos al pequeño, y a continuación volvemos a generar sonidos, pero sin estimulación visual. Si el menor escucha adecuadamente, buscará la luz con la mirada; si no, ignora lo que ocurre».

Otro recurso viable desde temprana edad consiste en poner auriculares al niño, a través de los que se reproducen sonidos de distinta intensidad, graves o agudos. Es posible notar reacciones (el pequeño ríe, llora, mueve los ojos o voltea para «seguir» o «encontrar» lo que oye) y así se determina cómo escucha y dentro de qué rangos.

En chicos mayores de 2 años cambian los procedimientos. En principio, se realizan exámenes de logoaudiometría, que tienen el objetivo de conocer la capacidad para escuchar y entender el lenguaje. Consisten en la pronunciación de sílabas o monosílabos a distintos volúmenes, y luego se le pide al niño que las repita para saber si las escuchó adecuadamente.

Asimismo, la audióloga expresa que «en pequeños de 2 a 6 años medimos la capacidad auditiva mediante el juego; le damos unas fichas que va depositando en un botecito conforme distingue sonidos dentro de la cabina de estudio. En tanto, de los 6 y hasta los 10 años ya nos pueden indicar si escuchan los estímulos sonoros con sólo levantar la mano».

Respecto a la actividad nerviosa neuronal, las pruebas son prácticamente iguales en todos los casos: se colocan algunos electrodos en la cabeza (en infantes pequeños se aconseja que estén dormidos) y a continuación se reproducen estímulos auditivos. Entonces, el sistema de diagnóstico registra con qué intensidad llegan las señales nerviosas al cerebro y cuánto tardan en hacerlo.

Al ser cuestionada sobre si sería conveniente realizar dichas pruebas en todo niño con parto difícil u otros condicionantes de hipoacusia, señala: «Sería lo ideal para lograr detecciones tempranas y, más aún, estos exámenes podrían ser rutinarios. Hay algunos países en donde las evaluaciones auditivas se efectúan en todos los pequeños, hayan tenido o no algún problema identificado, porque en ocasiones la pérdida auditiva no tiene un origen claro. No obstante, en la actualidad continúan siendo poco frecuentes en México, incluso cuando se tienen factores de riesgo reconocidos».

Revalorar la audición
Los resultados de las valoraciones audiológicas permiten determinar el problema que presenta el paciente (en el oído, en el sistema nervioso o ambos), su severidad y el tratamiento a seguir. La gran mayoría de los casos, subraya Pilar Mejía, se solucionan «mediante la adaptación del aparato indicado para la pérdida (dispositivo retroarticular o curveta, que ayuda a amplificar el sonido ambiente y la voz de la gente), sin olvidar que de inmediato se deben iniciar terapias de estimulación temprana (cuando son muy pequeños) y de lenguaje».

La estimulación temprana tiene el objetivo de mejorar las capacidades del menor mediante la estimulación de su sentido auditivo y demás órganos sensoriales, además de que le ayuda a adaptarse más rápido a su entorno y a adquirir madurez intelectual. Por su parte, la terapia de lenguaje ayuda a que el pequeño aprenda a pronunciar adecuadamente palabras y sonidos, construya frases y se comunique con sus semejantes de la mejor manera posible.

Asimismo, «en los niños con infecciones en los oídos se trabaja junto con un otorrinolaringólogo (especialista en problemas de nariz, oído y garganta) para saber cuál es la causa de esta condición; puede tratarse de bacterias o problemas alérgicos, y en ocasiones se requiere la extirpación de amígdalas (zonas que se encuentran a cada lado de la garganta para protegerla) o adenoides (tejido entre nariz y garganta que atrapa gérmenes que ingresan al respirar) para mejorar la audición».

Además, la Dra. Mejía asegura que es posible seguir algunas medidas para prevenir hipoacusia:

Tener control del embarazo y parto para evitar complicaciones que repercutan en la audición del niño.
Atender adecuadamente las infecciones en vías respiratorias, a fin de disminuir riesgo de otitis. Si el niño enferma muy a menudo, es necesario acudir al otorrinolaringólogo para determinar la causa exacta.
Efectuar evaluaciones tempranas en niños con antecedentes familiares de pérdida auditiva, con problemas durante la gestación o en el parto, o que tengan algún otro factor de riesgo conocido.
Acudir cuanto antes al audiólogo si se sospecha que el chico tiene dificultad para escuchar.
Ante todo, la especialista enfatiza que sería fundamental valorar la importancia del sentido auditivo en nuestra vida, tanto para prevenir como para atender los padecimientos que le afectan. «Podrían realizarse algunas campañas que nos sensibilicen sobre esta situación o retomar programas para realizar detecciones masivas. Hace algunos años los maestros fueron capacitados para efectuar evaluaciones sencillas e identificar a los alumnos con dificultades auditivas, pero por desgracia estos programas han desaparecido».

Pilar Mejía concluye: «Mucha gente se acuerda de sus oídos hasta que tiene problemas con ellos, y esta misma forma de pensar se refleja en la sociedad: no hay muchos centros de atención, tampoco hay escuelas especiales para niños sordos, y algunos menores reciben terapia de lenguaje junto con chicos que padecen síndrome de Dawn o retraso mental, además de que sus instructores llegan a ser psicólogos no especializados. Esto no es bueno para ellos, definitivamente».