La piel es extenso órgano que protege el interior del cuerpo humano y, por ello, se encuentra expuesta a recibir ataques de microorganismos, insectos, objetos afilados, golpes, rayos solares, viento y humedad, entre otros factores. Para hacer frente a esta situación cuenta con mecanismos que le ayudan a conservar su integridad, uno de renovación constante de sus capas (le permite mantener firmeza y elasticidad), y otro de «reparación mayor», en caso de que se sufran heridas o cortaduras.
Conocido también como cicatrización, el proceso de reparación mayor ocurre cuando el tejido perdido se sustituye por otro similar, constituido principalmente por colágeno, proteína muy común en la piel; nunca es idéntico, pues las nuevas estructuras adoptan la forma de fibras cortas y desorganizadas que si bien le dan aspecto distinto, más brillante y con menor flexibilidad, garantizan la protección de los órganos internos. A pesar de su funcionalidad, en ocasiones este mecanismo da lugar a cicatrices de apariencia dura, deforme y voluminosa, debido a que el organismo genera un excedente de colágeno que, a su vez, es estimulado por sobreproducción de factor de crecimiento epidérmico (sustancia que se encarga de coordinar la regeneración de la piel).
Esta cicatriz se llama queloide, y aunque se aplana y se hace menos visible con los años, puede irritarse debido al roce de la ropa u otra forma de fricción; además, cuando es muy grande o se forma cerca de una articulación, no sólo limita considerablemente la elasticidad y movilidad de la piel, también causa cambios estéticos desagradables.
¿Por qué se forman estas lesiones en la piel?
Los médicos explican que la formación de cicatrices queloides ocurre con mayor frecuencia en mujeres jóvenes o personas en cuya familia son comunes estas lesiones, siendo más habitual en individuos de raza negra o con antepasados pertenecientes a este grupo humano.
En cuanto a los factores de origen, se sabe que están relacionados con heridas cutáneas generadas por acné, varicela, mezquinos, aplicación de vacunas, picaduras de insectos, infecciones, intervenciones quirúrgicas, quemaduras o cortaduras accidentales.
Igualmente, las características de las cicatrices queloi-des son:
Aspecto de color rojizo o rosa, que en ocasiones desarrolla zonas oscuras (queloide pigmentado).
Generalmente aparecen en una herida o lesión, es decir, rara vez surgen de manera espontánea, como ocurre con las tumoraciones cancerígenas.
Su forma es irregular y voluminosa, en tanto su consistencia es dura.
Pueden ser muy dolorosas y generar comezón mientras se están formando.
A menudo se emplean indistintamente los términos cicatriz queloide y cicatriz hipertrófica, pero los dermatólogos aclaran que estas últimas son menos gruesas y deformes, además de que su formación no se debe a producción excesiva de factor de crecimiento epidérmico, sino a complicaciones sucedidas durante el proceso de cicatrización, por ejemplo, cuando se arrancan las costras antes de que termine la reconstrucción de los tejidos, hay reacción alérgica al hilo empleado para la curación o se generan infecciones bacterianas.
Cabe señalar que en ocasiones los queloides pueden generarse en personas sin propensión genética (heredada de los padres), y ello ocurre cuando se trata de heridas demasiado grandes, como aquellas que se originan en un accidente donde se lesiona una superficie considerable de la piel o debido a quemaduras extensas.
Queloides requieren diagnóstico personalizado
Si tienes este problema y buscas una solución, la dermatología cuenta con recursos que no solo ayudan a mejorar la apariencia de estas lesiones, también devuelven su funcionalidad a la piel de manera considerable.
Asimismo, cabe señalar que aunque no representan riesgo alguno para la salud, las cicatrices queloides pueden causar incomodidad psicológica tanto por falta de aceptación personal como por rechazo de la gente, sobre todo si son muy notorias. Además, si se exponen al Sol durante los seis meses siguientes a su formación, tienden a adoptar un color café oscuro, haciéndose más antiestéticas.
Por tanto, conviene consultar al dermatólogo, quien realiza el diagnóstico a través de preguntas sobre el origen de la herida y antecedentes familiares; además, revisa la apariencia de la piel directamente y, generalmente, solicita examinar en laboratorio una muestra de tejido (biopsia), a fin de descartar la posibilidad de que se trate de algún tumor cancerígeno.
¿Cómo disimular una cicatriz queloide?
Actualmente no se ha logrado formular un tratamiento que retire por completo una cicatriz queloide, aunque existen aquellos que logran disimular considerablemente las lesiones; sin embargo, es importante recordar que la efectividad de ellos depende del tiempo de formación que lleve la lesión, pues entre más antigua sea, más difícil será la recuperación.
Ahora bien, cuando el queloide es reciente, es decir, se encuentra en su etapa de formación, es posible recurrir al uso de corticoides (derivados de la cortisona empleados para desinflamar) que se inyectan en la región afectada; aunque la cicatriz no desaparece del todo, se aplana y mejora su aspecto.
En caso de que la cicatriz haya terminado su formación y por su dureza no permita la entrada de la aguja para aplicar medicamentos antiinflamatorios, se puede remover con cirugía (extirpación quirúrgica); posteriormente, es indispensable aplicar una dosis de radiación que evite la formación de nuevo queloide (incluso, más grande) una vez que haya cerrado la herida.
Otros tratamientos para cicatrices queloides
En la actualidad se llevan a cabo otros dos métodos que se encuentran en vías de generalizarse, no sustituyendo los ya citados, sino como complemento. El primero es la intervención con rayo láser para remover el tejido alterado; tiene la ventaja de que no lastima los tejidos como la cirugía y, por tanto, se corre menos riesgo de que se forme un nuevo queloide, aunque suele ser un procedimiento lento que requiere, al menos, seis repeticiones con espacio de un mes entre cada una.
Otro más consiste en la realización de vendajes fuertes que ejerzan presión sobre la zona afectada; esta medida reduce el flujo sanguíneo y mejora la regeneración de la piel. Sin embargo, posee dos inconvenientes: debe realizarse por más de un año y no actúa en queloides que ya se han formado.
Al mismo tiempo, existe la opción de recurrir al congelamiento (crioterapia) de la cicatriz, así como al uso de gel o parches de silicona para favorecer la regeneración de la piel, sin embargo, en ambos casos se trata de procedimientos aún en perfeccionamiento, por lo que su eficacia no es completa ni uniforme en todos los casos.
¿Se puede prevenir la formación de cicatrices?
La única medida de prevención consiste en que las personas que hayan presentado queloides (hay mujeres a quienes se les forma pequeño tumor en la oreja luego de que se les ha realizado el agujero para los aretes), o que tengan familiares que padecen este problema cutáneo, informen esta situación al médico cuando sean atendidos por alguna herida o bien, antes de ser sometidos a una cirugía, ya que esto obliga al médico a tomar las precauciones necesarias, como operar con mayor cuidado, no dejar rastro alguno de sangre y aplicar cortisona en las heridas.
Hoy en día se realizan pruebas de laboratorio para encontrar sustancias que impidan la formación de estas marcas cutáneas, de manera que en un futuro muy cercano podrían aparecer métodos para borrar por completo cicatrices queloides.