2017: la ruta crítica

Son pocos los años hasta donde tengo memoria que inician como el actual: repletos de confusión, incertidumbre, predicciones negativas, malestar social y una franca desilusión. La única versión optimista, alejada de la realidad y despojada de pudor, proviene de quienes se encuentran enquistados en el gobierno, que en buena medida son responsables de haber cambiado el «momento mexicano» por la desgracia del momento.
La información en las redes sociales y medios de comunicación públicos es desconcertante; mientras que por una parte se procura explicar lo del gazolinazo, sus componentes económicos y fiscales, así como las repercusiones que trae consigo; por otra, vemos como se alejan inversiones propiciadas por la intolerante política de Trump, quien advierte en tono amenazante que apenas es el principio. Tanto en lo interno como en el exterior nos ponen arrinconados y sobre las cuerdas.
Los mexicanos nos encontramos atrapados en el centro de un laberinto repleto de pesimismo, sin estar seguros a ciencia cierta el paso a seguir, carentes de liderazgos y a merced de los desatinos del gobierno; permea la percepción de que el sistema ya no da de sí y que el Estado se encuentra débil y desarticulado.
Mientras que por un lado la cruzada contra el gobierno -ganada a pulso-, tiene tintes anárquicos que provocan fragmentación; por otro, la embestida de Trump como factor externo que afecta intereses nacionales obliga a la unidad nacional. La cuestión estriba en ¿qué hacer?, pues es evidente que todos queremos actuar en aras de cambiar el estatus actual, plagado de corrupción, inseguridad e injusticia.
De la historia se aprende, el surgimiento de ideas provenientes de pasadas experiencias, sirven de nutritivo alimento para definir el tránsito del renovado proceso de transición en el que estamos envueltos, así determinar los criterios a seguir y los objetivos a alcanzar.
Al diseñar una ruta crítica, el primer paso es ubicar quienes son los aliados y hasta donde están dispuestos a llegar para conseguir los propósitos comunes; respetando las reglas y las formas; anteponiendo el interés general frente a cualquier interés individual o de grupo; apelando a la conciencia colectiva, a las convicciones, el compromiso y patriotismo.
Es tan fácil decirlo como también el verse rebasado por la inercia de las masas, ese es un riesgo latente, que con el afán de evitarlo obliga a mantener el rumbo y la prudencia que amerita la situación, pues la irritación social aumenta con la perseverante actitud de un gobierno que se aferra a tomar erráticas decisiones que únicamente sirven de combustible para calentar más el hervidero.
El descontento es generalizado y se debe encauzar cuando menos en tres aspectos: la defensa del interés nacional; recobrar el Estado de Derecho y la justicia social y; ajustar el sistema político mexicano, todos ellos con una visión de mediano a largo alcance.
La actual crisis por la que atravesamos que ha logrado cimbrar la conciencia colectiva de la sociedad, presenta un escenario de oportunidad para construir un mejor país, comprendiendo que este no cambiará únicamente con quejas y protestas, sino con objetivos, planes, estrategias, ruta y acciones, encaminados a edificar el escenario deseado.