La crisis de partidos atrapados entre los buenos y los malos

Hace tiempo que los partidos políticos dejaron de ser instituciones unidas, fuertes, vigorosas; organizaciones de programas, principios e ideas, que acrediten encontrarse a la altura de las actuales circunstancias. En esa parte se ubican las tres principales fuerzas del país, pues dejando de lado a MORENA, al tratarse del partido de un solo hombre y los minoritarios que la juegan de satélites, tanto el PRI, PAN y PRD, atraviesan por etapas críticas, que no acaban de superar.
En relación al PRI, su regreso a los Pinos ha desencadenado la erupción del volcán; pocas ideas y mucha corrupción; endeudamiento público; retrocesos democráticos; complicidades e impunidad; mayor violencia; escándalos y, un sin fin de malas decisiones que han ocasionado un enorme deterioro tanto interno como externo del país, provocando un desencanto generalizado, a tal grado que se ha visto obligado a simular una campaña de honestidad.
Aún así, continúa siendo el partido a vencer en la gran mayoría de los procesos electorales; sus estructuras, pragmatismo y poder económico lo hacen competitivo, a pesar de sus errores, continua conservando una muy eficaz maquinaria electoral, sin embargo, el descrédito y la falta de credibilidad le han ido mermando simpatías en sus aspiraciones por retener la presidencia.
Por otra parte el PRD se encuentra fragmentado, lo que inició a fines de los ochentas aglutinando a las izquierdas comandadas por caudillos, hoy cobra factura, las naturales diferencias ideológicas y los protagonismos individuales, derivó en una reconfiguración que no termina de cuajar, poniendo en riesgo de perder su principal bastión, el gobierno de la Ciudad de México.
Así las cosas, a quien se le presenta con mayor claridad el panorama -además de Morena-, es a Acción Nacional, pues se le abre nuevamente la oportunidad histórica de protagonizar un profundo cambio del sistema político mexicano, máxime que se obtuvieron triunfos en Estados clave en las recientes renovaciones de gobierno.
Sin embargo, al interior del partido subsisten diferencias que han alcanzado la luz pública, pareciera que nos resistimos a dimensionar la responsabilidad que pesa sobre nuestros hombros, sin percatarnos que una encomienda de tal naturaleza supera a la institución partidista, pues es menester conjuntar a todos los liderazgos sociales al alcance, bajo la condición de ir unidos en un proyecto común, no obstante seguimos atrapados entre los buenos y los malos dependiendo de las preferencias de unos u otros, entramos al juego perverso de la descalificación.
La dinámica anterior únicamente nos ancla, nos coloca en una posición de autodestrucción, lo trascendente del asunto consiste en la capacidad de aterrizar una propuesta de cambio, sumando en ella a todos quienes estén dispuestos a aportar su esfuerzo en aras de ese bien superior, en comprender que se necesita el esfuerzo, talento, experiencia y participación de propios y extraños, por lo tanto, se requiere de humildad, honestidad, intelecto y compromiso.