La agresión a Ana Gabriela Guevara

De las muchas expresiones que tiene la violencia en nuestra sociedad, una de las más aberrantes y ofensivas es, sin lugar a dudas, aquella que afecta a las mujeres. El tema volvió a ocupar la atención de la opinión pública cuando se supo que Ana Gabriela Guevara fue golpeada, el domingo 11 de diciembre, por unos sujetos que viajaban a bordo de una camioneta Dodge Voyager (placas de circulación MMU-84-73 del Estado de México). Según la información que proporcionó la ex-velocista sonorense ella conducía su motocicleta Harley-Davidson (placas de circulación P69HK del estado de Sonora) e iba acompañada de una amiga, Karina Rincón, quien tripulaba una motocicleta Ducati (placas de circulación 2C7BP de la Ciudad de México). Salían de la autopista procedente de Valle de Bravo, para entroncar con la carretera México-Toluca cuando la camioneta la impactó tirándola de la motocicleta; se incorporó y reclamó al conductor. Descendieron cuatro individuos que insultaron y golpearon a la senadora. Le causaron fractura en el maxilar superior y diversas lesiones en el cuerpo.
Así como quedó, mal herida, condujo su motocicleta hasta encontrar una unidad de la Policía Federal a la altura del kilómetro 26 en la delegación Cuajimalpa cerca de La Marquesa. De allí fue trasladada al hospital ABC de Santa Fe para ser atendida.
Las voces de indignación han sido innumerables. Lo que se pide es dar con los culpables y llevarlos ante la justicia para que respondan por esta cobarde agresión. El hecho ha servido, también, para recordar la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran muchas mujeres mexicanas frente a la violencia verbal, sicológica y física. Ana Gabriela tuvo el valor civil de presentarse ante las autoridades y denunciar los hechos. No obstante, hay otras mujeres que, desgraciadamente, no se atreven a presentar cargos; simplemente se quedan calladas; dejan pasar el agravio y provocan con ello la impunidad. Permiten que las cosas sigan igual o incluso que empeoren.
Como dice el documento La violencia feminicida en México, aproximaciones y tendencias 1985-2014 (Segob, Inmujeres Onu-Mujeres): “La violencia contra las mujeres y las niñas —cuyo resultado puede llegar a ser la muerte— es perpetrada, la mayoría de las veces, para conservar y reproducir situaciones de subordinación”. Y ciertamente, a la situación de violencia extrema a la que la medallista sonorense se enfrentó pudo haberle causado la muerte. Afortunadamente no fue así, pero muestra un patrón social de comportamiento muy preocupante: “la reproducción de situaciones de subordinación.” El incidente al que se enfrentó Ana Gabriela fue completamente fortuito; no obstante, lo que en la mayoría de las ocasiones provoca la muerte de las mujeres en México es el abuso de fuerza por parte de hombres cercanos a ellas como maridos, parientes y personas que cohabitan con ellas.
La violencia que ha llevado a la muerte a las mujeres por causas de género no es menor en nuestro país: cerca de 20 mil mujeres han perdido la vida entre 2008 y 2015 de manera violenta. Y han sucumbido por su condición de género. Los detalles del asesinato tienen características como estrangulamiento, lesiones como objetos punzocortantes, quemaduras, entre otros; esta tasa es la más alta en las últimas tres décadas (El Gráfico 25/11/2016).
Ése es el punto extremo al que se llega después de una vida de subordinación y vejaciones en la que, desgraciadamente, se desenvuelve la existencia de un gran número de mujeres en nuestro país. Tal es la condición de atraso que debemos encarar y superar, como sociedad. ¿Cómo podemos llamar propiamente a la nuestra “sociedad civilizada” si hay tantas expresiones de barbarie?Desgraciadamente, en el caso de Ana Gabriela Guevara, no todo fueron expresiones de solidaridad. También ha habido en las redes sociales manifestaciones de burla, misoginia y desprecio; o sea, muestras de machismo. Veamos: “Ana Gabriela Guevara haciéndole la competencia a Fabiruchis”; “Madrearon a #AnaGabrielaGu evara, moraleja: no parezcas un vato; “Ana Gabriela, me arrep iento de haberte apoyado en tu carrera, eres un mal ejemplo para la juventud”. Pruebas inocultables de una cultura atrasada.El lunes de esta semana Ana Gabriela reconoció a uno de sus agresores: Fabián España Moya, ex-policía de la Comisión de Seguridad Ciudadana del Estado de México, quien ahora es investigado por la Procuraduría General de la República (PGR). Hay que insistir en que este caso no quede impune como tantos otros que han desvanecido sin castigo a los malhechores.
No porque merezca un tratamiento distinto y privilegiado, sino porque se ha vuelto un evento emblemático que ha levantado la indignación en amplios sectores sociales. Se ha convertido en el catalizador de muchas energías acumuladas en contra de la brutalidad que padecen muchas mujeres cotidianamente en las calles, las carreteras, los transportes, las casas, las oficinas, las escuelas y un sinfín de lugares.

Lo que le pasó a Ana Gabriela fue terrible, ofensivo e inadmisible. De la misma manera debemos tomar, de ahora en adelante, cada agresión a una mujer como un agravio contra nuestra sociedad. Ésa es la conciencia moral que debe prevalecer en una democracia bien constituida. Que ninguna se sienta indefensa.