El atentado, el parricidio, las disculpas

Un hombre lo encañona y lo encamina dominado.Con los brazos sobre la cabeza, el detenido sufre de hinojos la humillación. Un segundo agresor lo encara y le golpea las costillas con feroz patada. El arrodillado se dobla con un quejido silencioso.
Son las escenas previas de un secuestro masivo en Puerto Vallarta.
El maltratado con fiereza, es un hijo del Chapo Guzmán.
Indefenso, no sólo ante el ataque sino incapaz de prever el “levantón”, es alzado violentamente y llevado a la calle. De ahí a la camioneta, de ahí quién sabe dónde. Lo pillaron en un restaurante de lujo en Puerto Vallarta, “La leche”, enteramente pintado de blanco, con un subliminal decorado, casi seminal, en el cuadro enorme de una hermosa mujer cuyas comisuras chorrean un líquido blanquecino, visible sobre la mejilla y los labios frutales.
Él y sus hermanos iban en grupo. Fiesta, fiesta…
Las “morras” de pantalones entallados y paradisíacas tetas operadas, son siempre parte de la compañía de los pandilleros, de los narcos, de los carteleros, de los cartelistas. Todos “levantados”. Ellas, perdonadas (de momento).
Y semanas después de esa muestra de debilidad, el país se estremece con otro ataque. Este más sangriento, mortal, alevoso.
Cinco soldados muertos y diez heridos en la emboscada a un convoy militar en la carretera México-Nogales, en la entrada de Culiacán, Sinaloa.
Los militares viajaban en dos camionetas “Hummer” cuya fortaleza no resistió el ataque. Granadas, armas de calibre penetrante de blindajes gruesos; sorpresa, fuego y finalmente la muerte.
Todo con velocidad, todo con precisión, con información sobre el desplazamiento, con detalle en la ejecución.
Y lo más notable: de inmediato se les adjudica la masacre a los hijos del “Chapo”, Guzmán; sí, a esos mismos cuya falta de protección fue evidente en la noche del secuestro vallartense cuando un matalote empistolado podía patearle las costillas a cualquiera de ellos, a Iván Archibaldo, a César o a Alfredo.
Pero suene o no verosímil, estos mismos fiesteros indefensos son ahora capaces —dicen las autoridades—, de asesinar a miliares armados y entrenados, precisamente para evitar esos riesgos. Al menos eso canta la información:
“ (El Noroeste).—Cinco soldados muertos y 10 heridos, seis de ellos de gravedad, además de un paramédico lesionado, fue el resultado del ataque armado en contra de un convoy militar, en el que las autoridades señalaron a los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán como posibles responsables.
“Alfredo Duarte Múgica, Comandante de la Tercera Región Militar, informó que las primeras investigaciones de la masacre ocurrida ayer en la madrugada apuntan hacia los hijos de Guzmán Loera y el objetivo de la emboscada fue rescatar a un herido detenido tras un enfrentamiento en Bacacoragua, Badiraguato.
“La autoridad informó que el nombre del herido es Julio Óscar Ortiz Vega, alias El Kevin, aunque no se aclaró parentesco o relación con el líder del Cártel de Sinaloa. Extraoficialmente se manejó que sería primo del capo.
“Hasta el momento”, dijo el General Duarte Múgica, “no tenemos la certeza de estos grupos, pero es muy probable que sean los hijos de El Chapo’.
“El ataque a las dos unidades castrenses, con 17 elementos militares en total, se reportó a C-4 a las 03:25 horas, en la entrada norte de Culiacán, sobre la Carretera Internacional México 15, en el crucero con el Bulevar Orquídeas, cuando el convoy escoltaba a una ambulancia que transportaba al herido durante un enfrentamiento en un punto militar en la sierra de Badiraguato, cerca de los límites con Durango.
“En esa avenida de acceso a Culiacán donde fue el ataque, una zona residencial, quedaron los dos vehículos militares quemados y videos que circularon en redes sociales muestran los minutos de fuego intenso que se vivieron.
“El personal militar que integraba la escolta del lesionado, al ingresar a Culiacán, Sin., fue agredido con armas de gran volumen y potencia de fuego, por un grupo de la delincuencia organizada que se estableció en la entrada de la ciudad, esperando a los militares para atacarlos”, precisa un comunicado de la Secretaría de la Defensa Nacional”.
Una exhibición de capacidad y organización del todo alejada de Aquella noche de la mala leche…
En esta columna, en relación con los brotes de inseguridad pública registrados recientemente, se escribió esto:
“…no salgas, no vayas, no camines ni al supermercado así sea aquí nomás cruzando el Periférico, porque en una de esas te ocurre como a ese conocido tuyo, el cineasta, León Serment cuya viuda, Adriana Rosique, en el implacable desconsuelo se quitó la vida harta de convivir con una tristeza insoportable…”
Hoy alguien se debe tragar esas palabras. No otras en cuanto el mismo tema, pero esas sí. Y el columnista se las pasa, como píldoras de equivocación, con amargo trago. Ni modo.
Adriana Rosique no se suicidó. Eso me dijo telefónicamente un amigo furibundo el mismo día de la publicación.
—“Eso es imposible”, me dijo.