El próximo minforme

Se acerca el primero de septiembre y por lo tanto la obligación de rendir el correspondiente informe presidencial, me queda claro su envío a la Cámara de Diputados por escrito sin la asistencia del Titular del Ejecutivo, pues su presencia en el recinto provocaría alterar aún más los ánimos de condena y, el país ya tiene suficientes confrontaciones, como para desatar otras, su ausencia sería un acto de prudencia en esta ocasión.
Por otra parte, lo obligado es dar un mensaje a la nación, sin embargo, el clima peculiar por el que atraviesa el país, repleto de confrontaciones, enconos e incertidumbre, derivada de resultados poco alentadores, por una parte y alimentada por otra, con actitudes de soberbia y complacencia en conductas empapadas de corrupción, acarrea un desgaste enorme a la figura e institución presidencial, consecuentemente existe la predisposición en términos negativos de cuanto vaya a decir.
La situación actual es atípica, por decir lo menos, se han reunido una serie de factores que impactan la tranquilidad y calidad de vida de los mexicanos, cuestión que debo reconocer que no es en su totalidad atribuible al presidente, existen muchos gobernantes que han contribuido con su pésima actuación a forjar el escenario presente, no obstante, la responsabilidad en este país recae en el presidente, ya sea, por hacer mal las cosas o bien, por omisión.
El caso es que la administración peñista no tiene buenas cuentas, el desempeño de su equipo tampoco le ayuda, se le apoda el: «gabinete Montessori», además al permear la corrupción que ha penetrado con total impunidad a todos niveles, la desconfianza social se convierte en un símbolo toral de rechazo, aunado a los altos niveles de marginación y pobreza; una economía frágil; la inseguridad y todo lo que ello implica; la imagen en el exterior pésima; así como el inicio prematuro de la sucesión presidencial, son evidentes signos de insatisfacción.
En ese orden de ideas, poniendo en la balanza lo positivo frente a lo negativo, no existe materia de aliento a efecto de motivar sustancialmente con el informe a la ciudadanía, ni siquiera le dieron elementos para hablar de ello la participación de México en las olimpiadas, así que no hay mucho que decir.
A cuatro años de distancia, el panorama es desalentador, la esperanza de la gente se cifra en dos cuestiones: la primera el deseo que termine el sexenio, de ahí que hayan surgido desde hace tiempo las evidentes campañas para la presidencia de la República con clara anticipación, justificadas con la aspiración ciudadana de transformación y cambio; en relación a la segunda, tiene que ver mas que con discursos confeccionados a la medida, donde nos dicen que la situación se encuentra en condiciones inmejorables, con hechos, con acciones encaminadas a dejar acreditado que el Presidente de México no únicamente debe ser un político, sino además se requiere también sea estadista.