El betabel (Beta vulgaris L.) es un ingrediente clásico en ensaladas, jugos y sopas. Desde hace siglos fue cultivado en regiones templadas y frías entre Asia y Europa; las primeras referencias que se conocen sobre la familia del betabel se encuentran en la literatura griega, y datan del año 420 antes de nuestra era.
Con el tiempo su cultivo se extendió hacia Francia y España, a través de monasterios que poco a poco fueron divulgando su consumo entre los campesinos, de modo que para el siglo XV se había popularizado en toda Europa.
Actualmente, las propiedades nutritivas del betabel, así como sus cualidades gastro-nómicas y la facilidad con que se extrae azúcar de algunas de sus variedades, lo han convertido en un vegetal muy apreciado y consumido, por lo que hoy se cultiva casi en cualquier lugar del mundo.
En tiempos remotos sólo se consumían las hojas de betabel (es «pariente» de las acelgas), que también eran empleadas con fines neta-mente ornamentales.
En la actualidad su parte más conocida es el tubérculo, es decir, la fracción de la raíz que la planta engruesa bajo tierra para almacenar sustancias nutritivas que em-plea en épocas de carestía. Por lo general, su color es ro-jo intenso, aunque también existe una variedad de tono dorado y otra que combina colores rojos con blanco.
¿Cuál es la verdad sobre el betabel?
Las características de este tubérculo han abierto el debate entre detractores e im-pulsores del consumo de betabel, ya que mientras unos dicen que el alto contenido de azúcares proporciona un alto índice de kilocalorías (kcal) al organismo, otros sostienen que la riqueza en vitaminas y minerales ayuda a combatir anemia (mala transportación de oxígeno en sangre por falta de hierro y vitamina B9 o ácido fólico).
Lo cierto es que los mitos del betabel no son completamente verdaderos, pues es falso que genere sobrepeso aunque el azúcar del betabel constituye más del 10% del tubérculo, para que un alimento tenga alta densidad en kcal necesita ser rico no sólo en carbohidratos, sino también en grasas y proteínas.
Se estima que cada 100 g de remolacha contienen 2.1 g de proteína, 10.9 g de hi-dratos de carbono y casi nada de grasa, por ello los nutrió-logos estiman que el valor calórico del betabel es 49 kcal en total, es decir, similar al que ofrecen alimentos como calabaza de castilla, cebolla de cambray o zanahoria.
En cambio, las raíces con alto contenido de almidón, co-mo papa, camote y yuca tienen mayor densidad calórica, pues aunque su contenido de proteínas y grasa es muy similar al del betabel, en promedio proporcionan el do-ble de hidratos de carbono (22 g), de modo que aportan fácilmente 100 kcal.
Beneficios del consumo de betabel o remolacha
Por otro lado, es exagerado pensar que el jugo de betabel cura la anemia, pues aunque este vegetal contiene hierro, lo cierto es que hay otros alimentos con cantidades más importantes de este mineral, entre ellos carne de res, hígado, huevo, sardina, frijoles y vegetales de hojas verdes, como espinacas.
Asimismo, existen productos que contienen más ácido fólico que la remolacha, por ejemplo, la naranja contiene tres veces más.
Lo anterior no significa que tomar jugo de betabel sea erróneo, sino que la prevención y tratamiento contra anemia u otros trastornos generados por mala nutrición requieren para su recuperación de una dieta balanceada y va-riada que permita al organismo restablecer su buen funcionamiento.
Poderosas razones para consumir betabel
Independientemente de dicha controversia sobre sus propiedades, algunas investigaciones han comprobado beneficios del betabel como:
Contiene betaína. Compuesto que protege a tu hígado, ya que puede evitar la acumulación de grasa en este órgano, derivada de mala alimentación y exceso de alcohol, según estudios recientes.
La raíz del betabel. Posee marcadas propiedades nutritivas, pues minerales como sodio, potasio, magnesio, calcio y hierro. Además, contiene algunas proteínas, grasa y fibra, así como vitaminas A, B y C. Las hojas de betabel tienen una cantidad de hierro similar al de las espinacas y casi todo el aporte de vitamina C, al combinarse son excelentes para la correcta asimilación del hierro. Además son altas en fibra.
Puede ser parte de una dieta para disminuir ácido úrico. Sustancia cuya acumulación en articulaciones genera dolor, ya que es bajo en purinas (compuestos que al metabo-lizarse producen ácido úrico).
El jugo obtenido de su raíz activa el funcionamiento del estómago, intestinos, hígado y vesícula biliar.
Ya que contiene antioxidan-tes (componentes que pueden retrasar o prevenir algunos tipos de daños celulares) pueden fortalecer tu sistema inmune.
Asimismo, estudios indican que puede ser útil para el tratamiento y prevención del cáncer.
Es fuente importante de fitoestrógenos. Sustancias semejantes a los estrógenos humanos (hormonas femeni-nas) que favorecen la absorción de calcio y ayudan a prevenir la formación de quistes y cáncer de mama.
Esto apunta a que las mujeres en etapa de climaterio son especialmente favorecidas por este alimento, de modo que se les recomienda incluirlo en su dieta combinado con soya, semillas de linaza, ajonjolí, trigo, alfalfa, manzana y té verde.
Deliciosos platillos con betabel
Una de las maneras más populares de consumirlo es mezclando el jugo de betabel con el de zanahoria y naranja, mismo al que en ocasiones se agregan piña, apio o limón. A esta bebida se le conoce como «vampiro» y se dice que ayuda a desintoxicar riñones, hígado e intestino grueso, debido a la acción de sus ingredientes.
Pero los platillos con be-tabel no paran ahí, ya que se puede comer crudo en la forma que más se apetezca (cuadritos, tiras, rebanadas o rayado) o aderezándolo con vinagre y un poco de sal.
También se puede incluir en ensaladas, donde se hace acompañar de lechuga, jíca-ma, zanahoria, nopales, queso, espinacas, alfalfa o piña.
Además, aunque la remolacha cruda mantiene mejor sus propiedades, hay quienes lo prefieren cocido e, incluso, asado en el horno.
En caso de cocinar betabel, éste se debe conservar entero y con cáscara, ya que la misma capa protectora impedirá que escapen los nutrientes del tubérculo. Hasta después de que ha concluido la cocción se retirará la piel, para lo cual basta frotar suavemente.
Sin embargo, el platillo más suculento que se elabora con este vegetal es la borscht o sopa de betabel, que tuvo su origen en territorio ruso. Prácticamente existe infinidad de recetas para su elaboración debido a que es muy popular en Europa del este y a que cada nación le ha dado su sello distintivo: puede o no incluir diversas verduras, lácteos y carne de res, además de que se sirve líquida o espesa, así como fría en verano y caliente en invierno.
Dulce descubrimiento
El consumo de betabel, sobre todo de la variedad roja, se volvió muy popular en la época medieval debido a su textura y consistencia muy agradables. No por nada, aproximadamente en el año 1600 el agrónomo francés Olivier de Serres afirmaba: «cuando se cocina este manjar da un jugo almibarado». Sin embargo, en esa época nadie se preguntó de dónde provenía aquel sabor dulce.
En 1747, el científico alemán Andreas Marggraf demostró que los cristales de sabor dulce obtenidos del jugo del betabel eran iguales a los del jugo de la caña. Tuvieron que pasar todavía varias décadas para que se aprovechara tal descubrimiento, y en 1801, en Alemania, se construyó la primera fábrica de azúcar obtenida del betabel.
Aunque la gran mayoría del endulzante que se consume en México y América Latina proviene de la caña, hacia principios del siglo XIX el azúcar del betabel se consolidó en Europa, dando inicio a una época de dominio absoluto que prevalece hasta la fecha. Así, en la actualidad el «viejo continente» produce aproximadamente 120 millones de toneladas de este derivado de la remolacha (principalmente en Alemania y Francia), lo que representa casi 90% del consumo del mercado local.
Como puedes ver, el betabel es un regalo de la tierra que brinda muchos beneficios y que todavía nos reserva algunas sorpresas en el futuro, debido a que sus propiedades aún se estudian. De momento, disfrutemos su frescura y valor nutritivo.