Herpes zoster, virus camarada del dolor

Todo puede iniciar en un niño como una común y corriente varicela, que tras ser bien atendida apenas dejará unas cuantas marcas en la piel. Sin embargo, el virus puede permanecer latente en el organismo, reaparecer años más tarde y hacer la vida imposible a su huésped adulto.
Vayamos por partes. La varicela es una enfermedad infecciosa muy común en las épocas de calor y que es causada por un virus de la familia de los herpes; se puede presentar a cualquier edad, aunque lo más frecuente es que afecte a niños menores de 10 años. La forma más común de contagio es cuando alguna persona sana inhala las partículas que arroja otra infectada al momento de toser o al limpiarse la nariz, cuando expulsa pequeñas gotas que llevan el microbio.
Una vez en el organismo, el virus se dirige a los pulmones y es transportado por la sangre a la piel, donde en aproximadamente 14 días genera erupciones en diversas partes del cuerpo (cuero cabelludo, mucosas, boca, garganta y vagina). Asimismo, produce fiebre y la aparición de pequeñas ronchas ampulosas (que contienen líquido) en cabeza y espalda, que se propagan durante los 3 ó 4 días siguientes.
Estas lesiones características de la varicela producen comezón intensa y al secarse forman costras; para aliviar molestias es común que se administre al niño acetaminofén a lo largo de los 5 a 7 días que suelen durar las manifestaciones del problema.
Debemos enfatizar en que se trata de uno de los padecimientos más contagiosos que existen, ya que, incluso, la persona afectada puede transmitirlo desde dos días antes de la aparición de la erupción y hasta que todas las lesiones se han secado. Evitarlo en casa es prácticamente imposible, al grado que se sabe que el segundo niño que adquiere la varicela en la familia suele presentar síntomas más intensos por el contacto directo con el paciente.
Después de provocar la infección, el virus reside en el cuerpo del pequeño en estado letárgico (adormilado), ubicándose en las vías nerviosas cuya raíz se encuentra en la columna vertebral. Alojado ahí puede permanecer unos cuantos meses o años y reaparecer de forma repentina; se calcula que entre 10% y 20% de personas han tenido varicela pueden desarrollar herpes zoster, entre los 25 y 50 años de edad.
Una vez reactivado el virus se manifiesta en forma de pequeñas ampollas rojas en la piel, muy similares a las de la varicela en su etapa inicial, mismas que se difunden a diversas partes del cuerpo en los siguientes 3 a 5 días, para luego romperse y secarse hasta formar costras; durante este lapso genera fiebre, náuseas, diarrea y dificultad para orinar.
El microorganismo afecta con mayor frecuencia a los nervios que se encuentran en rostro y tronco, en los cuales produce el llamado dolor neuropático (porque se origina en los nervios), mismo que se distingue por ser muy intenso y generar sensación de quemadura. Las lesiones pueden aparecer a la altura del tórax, a nivel lumbar (en la franja entre costillas y glúteos), en el cuello o bien en el rostro, concretamente en el nervio trigémino, el cual tiene tres ramas: la superior que va a la frente, la media que se dirige a la parte central de la cara y la inferior que alude a la parte baja de la misma. El daño al nervio trigémino puede producir parálisis facial, lesiones en boca que pueden llevar a la pérdida del gusto en la mitad de la lengua, además de afectar la audición, ya que ocasiona erosiones de piel alrededor de la oreja y del canal auditivo. De igual forma afecta a los ojos, hecho que de suscitarse puede conducir a ceguera permanente si no se trata con atención de emergencia.
En ocasiones el herpes zoster puede extenderse a lo largo de la piel e invadir la parte superior de la pierna, los órganos internos y los genitales. Cabe destacar también que el virus, como en el caso de la varicela, puede transmitirse a otras personas cuando las ampollas se rompen, por el líquido que se derrama.
Si hasta aquí usted piensa que lo peor ha pasado, debe enterarse que el dolor puede persistir a lo largo de meses o años después del episodio inicial, hecho que se conoce como neuralgia posherpética, y que el malestar puede ser lo tan intenso como para incapacitar al afectado, siendo los ancianos quienes presentan un mayor riesgo de esta complicación.
¿Nada qué hacer?
La causa de la reactivación del virus herpes zoster se desconoce, pero parece estar asociada con episodios de estrés severo, envejecimiento o debilidad del sistema inmunitario (el que nos defiende de infecciones), por ejemplo, en quien recibe un trasplante de órgano o tratamientos para cáncer o sida.
Debe dejarse claro que esta afección puede atacar a cualquier edad, pero es más común en adultos mayores de sesenta años o niños que tuvieron varicela antes de un año de edad. Ahora bien, quien nunca tuvo esta enfermedad ni ha sido vacunado contra ella y se expone al virus, desarrollará un caso grave de varicela, sin llegar al herpes zoster. El tratamiento normal para este problema contempla medicamentos antivirales, como aciclovir (el más común), desciclovir, famciclovir, valaciclovir y penciclovir, los cuales pueden tomarse por vía oral o intravenosa en casos más severos. Si estos fármacos se emplean dentro de las 24 horas de la aparición del dolor o sensación de ardor y antes de la aparición de las ampollas características, el efecto será más contundente y se evitarán complicaciones mayores.

Corticosteroides (como la prednisona) pueden emplearse de manera ocasional para reducir inflamación y el riesgo de neuralgia posherpética; éstos suelen ser los indicados para ancianos.

Es importante destacar que el afectado debe mantener la piel limpia y no reutilizar artículos contaminados (por ejemplo, utensilios para comer), o bien, lavarlos con agua hirviendo cada vez que los emplee (lo común es disponer de desechables); el enfermo puede requerir aislamiento mientras las lesiones estén supurando, a fin de no infectar a otros, especialmente a mujeres embarazadas, pues de infectarse hay posibilidad de daños al feto.

Por otra parte, dado que el dolor es la manifestación que más se teme de este problema, para su control pueden administrarse analgésicos de diversas graduaciones, mismos que deberán ser prescritos por el médico tratante; así, cuando es de poca intensidad de puede administrar ibuprofeno, de ser moderado se recomienda amitriptilina o nortriptilina (antidepresivos que aumentan la transmisión nerviosa del cerebro) y en casos severos analgésicos narcóticos como la codeína o la metadona.

Pese a lo anterior, el dolor sigue siendo motivo de investigación por parte de la Ciencia. En el intento por bloquearlo se ha descubierto que los nervios que se inflaman por efecto del virus herpes zoster producen glutamato, sustancia química que invade células cercanas a las que transmiten señales de dolor que son enviadas al cerebro. Este hecho las vuelve demasiado sensibles, lo cual explica por qué los enfermos pueden sentir gran dolor incluso cuando la piel se toca ligeramente.

En nuestros días existen medicamentos que pueden bloquear los sitios donde se recibe el glutamato, y parece ser que brinda buenos resultados. A su vez, ciertos estudios han demostrado que aplicando la vacuna de la varicela a las personas mayores aumenta el tipo de inmunidad necesario para bloquear el virus.

Otros medicamentos en estudio son parches que contienen el anestésico lidocaina o capsaicina (sustancia que se obtiene del chile) que se colocan directamente en la zona del dolor con resultados alentadores.

Tal vez este sea el momento de revisar la cartilla de vacunación propia y la de todos los miembros de su familia, pues es la forma más simple de protegerse del embate de este peligroso virus.