Futbolistas lesbianas, crimen en Sudáfrica

Nokulunga Luh Cele trabaja de lunes a viernes transportando comida para las escuelas. También practica como enfermera en una clínica local en el municipio de Umlazi, Sudáfrica.
Por las tardes va al gimnasio y entrena futbol. Los fines de semana ayuda en la empresa de su hermana que se dedica a cortar pasto en los caminos. Los domingos llega su premio: Jugar futbol para el Thokozani Football Club.
«Mi equipo fue formado en el 2008 después del brutal asesinato a Thokozani Qwabe», cuenta la mujer negra desde el país del arcoiris. «Sabemos que se trató de un crimen de odio. Por eso nosotras jugamos futbol por todas las lesbianas que nunca han tenido la oportunidad de vivir su vida libre, abiertamente y jugar como ellas quisieran».
El futbol femenil se mezcla con uno de los grandes problemas de Sudáfrica: las «violaciones correctivas», que tienen una dura explicación. Se trata de hombres que violan a lesbianas con la firme intención de «corregir» su orientación sexual. Fue así como la exfutbolista Thokozani Qwabe perdió la vida en el 2007.
Abiertamente lesbiana, su cuerpo desnudo fue hallado cerca del campo Ezakheni, en Kwazulu-Natal, con múltiples heridas en la cabeza; su ropa fue encontrada a varios metros de distancia.
El crimen, con el que las futbolistas jóvenes de ese país ya se han familiarizado, sirvió como pretexto para que Zanele Muholi, fotógrafa y activista defensora de los derechos de las mujeres y la comunidad LGBTI, formara el club con el nombre de Thokozane.
El mismo destino de la exfutbolista acabó también con la vida de más mujeres que practicaban la disciplina, como sucedió con Eudy Simelane, exestrella del conjunto nacional de futbol femenil Banyana Banyana.
Era también activista y una de las primeras mujeres en declararse lesbiana en ese país (2008). Nokulunga señala un origen en la violencia de género: «Es cierto que aquí una mujer ocupa el segundo lugar. Por decirte un ejemplo, las condiciones de los hombres y las mujeres no son las mismas dentro del futbol, el salario en el equipo nacional es totalmente diferente.
Los hombres ganan dinero si juegan en las principales ligas, pero ellas no», y en su experiencia, la posibilidad de conseguir un patrocinio por jugar en un equipo de lesbianas es todavía menor.
En un documento llamado «Experiencias de las homosexuales y el acceso a la atención básica de salud en Umlazi, KwaZulu-Natal», Nokulunga -con maestría en la Universidad de Tecnología Durban 2015- hizo recomendaciones claras para mejorar la calidad de vida de mujeres que, como ella, tienen derechos primarios y que a veces son discriminadas para recibir la atención debido a su orientación sexual. Pero sirvió de poco: «nadie hizo algo al respecto».

La igualdad, dice, «está escrita en la constitución, pero no precisamente se practica en el campo».
La futbolista sudafricana de 35 años de edad, que en el 2015 viajó a Berlín con su equipo Thokozani durante el Festival organizado por la fundación alemana Discover Football para contar su experiencia en el «Pink Sofa», considera que durante décadas pasadas las mujeres de su país aún se veían más como amas de casa, lo cual ha cambiado poco a poco pues algunas de ellas han logrado llegar a posiciones altas de poder.
En el terreno del futbol, también ha habido avances y por segunda ocasión consecutiva el conjunto nacional clasificó a los Juegos Olímpicos, esta vez en Río de Janeiro.
La sonrisa de Nokulunga ataja los malos pensamientos: «Después de jugar me siento muy feliz y capaz de reflexionar de manera positiva. Ayudar desde la comunidad LGBTI por la salud es algo que me realiza.
Ahí tengo la libertad de expresarme y aunque sé que me escuchan, pero no me siguen, seguiré luchando». La noche en Sudáfrica cae y resplandece un pequeño hilo de esperanza.