¿Cómo hablar de sexualidad con los hijos?

No es fácil, lo sabemos, y en ocasiones es imposible esconder el espontáneo rubor al pronunciar «ciertas palabras» o tener que repetir una explicación, pero es parte del ejercicio de la paternidad. Y es natural, pues la mayoría de los adultos de hoy, cuando eran niños, nunca hablaron con sus progenitores de sexo y temas afines. De ahí la inseguridad y la impresión de que se hace algo que escapa de la costumbre.
Asimismo, muchos padres tienen la idea errónea de que hablar de sexo con sus hijos puede despertar su curiosidad y dar pie a que los jóvenes tengan un experiencia prematura, o bien, que traer a la plática temas como la homosexualidad podría influir en la preferencia de sus descendientes.
Este temor debe ser superado, pues múltiples estudios y experiencias demuestran que la plática honesta entre padres e hijos contribuye a retrasar el inicio de la actividad sexual, evita las conductas de riesgo y promueve la socialización sexual sana en la juventud.
Ejemplo de esto es un estudio recientemente efectuado por los organizadores de la Campaña Nacional para Prevenir el Embarazo en Adolescentes, en la ciudad de Nueva York, en el que se demostró que los jóvenes de 12 a 17 años de edad saben que el sexo tiene sus consecuencias, físicas y emocionales.
De acuerdo con la información, 500 adolescentes fueron consultados, y casi el 65% de ellos desaprobaron las actividades sexuales «aún con precauciones», si bien reconocieron la presión ejercida por los medios de comunicación al afirmar mayoritariamente que «es penoso admitir que se es virgen». Además, los jóvenes señalaron que la principal causa que retrasa sus actividades sexuales es el temor al embarazo y a contraer alguna enfermedad venérea, admitiendo que sus padres influyen sobre sus conceptos acerca del sexo y la abstinencia.
«Aún si los padres creen que sus hijos no los escuchan, se sorprenderían de lo realmente interesados que estamos», comentó una de las chicas entrevistadas, en contraste con el resultado total de la encuesta: casi 36% de los adolescentes afirmó que nunca han tenido una «conversación útil» sobre sexo con sus progenitores. «A mí nunca me hablaron de sexo; por eso ahora soy padre», afirmó uno de los adolescentes de 17 años.
Una conversación para cada edad
Considerando lo anterior y que cuando los niños no encuentran información al respecto en casa la buscan en amigos u otros adultos, quienes manejan conceptos erróneos o distorsionados, los padres deben asumir su responsabilidad de contribuir en la formación de sus hijos, desmintiendo información errónea y proporcionando datos fidedignos, pero sin intervenir en sus decisiones, aunque ello sea difícil.
Primeramente, los padres deben considerar que se debe utilizar un lenguaje especial para cada edad del menor.
Cuando son pequeños y empiezan a reconocer su cuerpo (0 a 2 años), deben partir de que ya hay una conciencia que parte de la autoexploración; entonces, a la hora del baño se le pueden nombrar al niño las partes de su cuerpo de manera natural: «Estas son tus manos, aquí están tus pies, aquí tu pene, aquí tu vulva». De esta manera se consigue que el hijo aprenda las partes de su cuerpo con el vocabulario correcto.
Cuando son más grandes (3 ó 4 años) han aprendido a diferenciar su cuerpo de manera más clara, gracias a actividades rutinarias como lavarse las manos o cepillarse los dientes, de modo que también empiezan a conocer las diferencias de género. Pueden entonces aparecer preguntas como: «¿Por qué yo tengo pene y las niñas no?», «¿por qué mamá tiene senos y papá no?». Los tutores deben estar preparados para estas preguntas y responder en forma clara y sin mentiras. Es positivo que los padres recurran a los animales para explicar las diferencias; por ejemplo, decir: «¿verdad que una vaca y un toro son diferentes?», pues niños y niñas también son distintos.
Durante la primera fase de la edad escolar (5 a 8 años), las preguntas de niñas y niños no son iguales, pues los chicos son más ingenuos que ellas y no presentan demasiada curiosidad hacia el tema. De todos modos, se tiene que considerar que ya son conscientes de que existen diferencias entre hombres y mujeres. Las explicaciones deben ser cortas y contestar sólo lo que se pregunta; considere que los pequeños a esta edad sienten más curiosidad por las partes de su cuerpo, no por el sexo en sí.
Nuevamente, todo ejemplo tomado de la procreación de los animales para explicar la sexualidad humana es válida, siempre y cuando al niño le quede clara la información.

No debe recurrirse a mentiras y en cambio explicar con paciencia, tomando la relación de pareja como modelo. Se puede decir que papá y mamá se quieren mucho y se lo demuestran con abrazos y caricias, y que todas las parejas lo hacen de esta forma u otras similares. Debe hablarse de amor y cariño, lo que permite con el tiempo profundizar en el tema del sexo propiamente dicho.

Cuando el niño llega al período previo y de inicio a la pubertad (9 a 12 años) es muy probable que haya hablado con sus amigos y compañeros de clase sobre sexualidad. También es posible que tenga creencias erróneas y que esté confundido en algunos aspectos, de modo que tratar el tema a estas alturas es muy diferente a cuando eran pequeños.

Es bueno abordar el tema en forma relajada y aprovechar alguna oportunidad, como al escuchar una noticia sobre sexualidad que se dé en los medios de comunicación o el nacimiento de un bebé en la familia para crear una discusión en torno al tema; siempre se debe ser muy honesto en las respuestas y dejar claro que se puede volver a esta conversación en nuevas oportunidades.

A esta edad ya se debe hablar de sida y embarazo, así como de métodos anticonceptivos y prevención de enfermedades de transmisión sexual. Es positivo tratar estos temas en momentos de tranquilidad y no cuando existen problemas. También son útiles los cursos o campañas de información sobre sexualidad que se dan en colegios, clínicas o centros especializados.

En la adolescencia (13 a 18 años) la sexualidad se vuelve un aspecto preocupante para la mayoría de los padres, pues sus hijos comienzan a salir por la tarde y noche sin tener control absoluto de sus actividades. A pesar del constante bombardeo en medios de comunicación (películas, series televisivas) deben evitarse actitudes aprehensivas y, más bien, partir del hecho de que sus descendientes ya no son niños y deben ser tratados como adultos que dentro de poco se enfrentarán a situaciones desconocidas.

Aquí se verá reflejada la relación que han mantenido los padres con sus hijos: si el diálogo ha sido positivo y abierto, los adolescentes recurrirán a ellos porque sabrán que cuentan con apoyo y ayuda. En cambio, si nunca ha existido una relación de sinceridad, el joven buscará información con otras personas o en medios como revistas o Internet, con el riesgo de que, ante la abundancia de información, carezca de la capacidad de discernir entre datos objetivos y útiles, y otros irresponsablemente difundidos.

Finalmente, los padres deben considerar que necesitan conocer estos temas para hablar de ellos con sus hijos, por lo que es importante que busquen información y asesoría si no saben cómo actuar o deben manejar situaciones delicadas. Es recomendable acudir a centros donde se proporcionen estos datos, tal es el caso de clínicas o centros como el Instituto Mexicano de Sexología, en donde además se imparten talleres de sexualidad para niños, adolescentes y jóvenes (teléfonos en la ciudad de México: 5564-2850 y 5574-9070; correo electrónico: difusion@imesex.edu.mx).

Recuerde, la sexualidad es un aspecto importante en la vida de todo ser humano, y los padres pueden contribuir a que sus hijos la vivan con plenitud, pero también con responsabilidad, y sin que su ejercicio elimine la posibilidad de un futuro brillante por un embarazo o paternidad tempranos.