¿Qué son los antihistamínicos?

No obstante, hay ocasiones en que actúa exageradamente y las reconoce como peligrosas (cuando en realidad no suelen afectar a la mayoría de la gente), lo que da lugar a la producción de histamina, compuesto responsable de generar reacciones alérgicas que pueden manifestarse mediante congestión y escurrimiento nasal, lagrimeo, estornudos, inflamación en la piel, ronchas, comezón, mareo, dolor de cabeza y diarrea.
Para controlar estos molestos síntomas generalmente se recurre a antihistamínicos, medicamentos que bloquean la acción de la histamina y alivian las molestias. Antes de profundizar en las características de estos fármacos conviene conocer más de cerca a las alergias y los me-canismos que las desencadenan.
Alergias y factores de riesgo
Quienes sufren este tipo de afección presentan alteración en el sistema inmunológico, la cual induce a atacar a elementos y sustancias a los que normalmente no reaccionan la mayoría de los individuos.
Uno de los componentes más importantes de dicho sistema en su lucha contra los alergenos (elementos que ocasionan alergias) son las inmunoglobulinas (anti-cuerpos).
De las cuales la tipo E es clave en las respuestas alérgicas, pues cuando un individuo la produce en mayor cantidad tiene más riesgo de sufrir el padecimiento en cuestión.
Cuando se manifiestan alergias, la inmunoglobulina E libera diversas sustancias químicas, entre las que destaca la histamina, responsable de ocasionar vasodila-tación (reacción inflamato-ria), enrojecimiento de la piel, ronchas, acumulación de líquido en mucosas, congestión y escurrimiento nasal, estornudos, lagrimeo y/o diarrea.
Ahora bien, es importante saber que en el organismo hay tres tipos de receptores (estructuras que reciben una sustancia para generar alguna reacción) para la histami-na, los cuales incluyen:
H1. Se relacionan con la respuesta alérgica inmediata, así como con la aparición de los siguientes síntomas: Secreción nasal, estornudos, pi-cor en nariz y garganta y, en menor grado, lagrimeo, enrojecimiento e inflamación en ojos y erupción de ronchas en la piel.
Se encuentran en hipotála-mo (glándula ubicada en el cerebro que se encarga de la regulación hormonal), neuro-nas (células nerviosas), vasos sanguíneos y ciertas regiones del encéfalo.
H2. Se involucran en la regulación de la secreción del jugo gástrico y ácido clorhídrico estomacal.
H3. Están presentes en las terminaciones nerviosas y se encargan de autorregular la liberación de histamina.
Cabe destacar que existen diversos factores de riesgo que pueden dar lugar al desarrollo de alergias, los cuales incluyen las siguientes condiciones:
Antecedentes familiares, pues cuando uno o ambos padres son alérgicos le heredan la predisposición a sus hijos. Exposición a contaminantes ambientales. Permanecer por periodo prolongado en lugares con poca ventilación.
Vivir en una casa con tapetes y alfombras a los que no se les proporciona mantenimiento adecuado (lavado y desinfectado).
Convivir con animales
Aspirar humo de cigarro, polvo o polen.
Para diagnosticar alergias el paciente puede ser sometido a alguno o varios de los siguientes estudios clínicos:
Medición de inmunoglo-bulina E. Examen de sangre que revela la cantidad total de dicho anticuerpo en el organismo cuando se tiene contacto con algún alergeno.
Pruebas cutáneas. Consisten en aplicar en antebrazo o espalda diferentes sustancias que pueden causar alergia, por ejemplo, polvo, moho, polen, pelo de animales, productos cosméticos, metales, alimentos y medicamentos. Quienes están afectados por dicho padecimiento presentan enrojecimiento, ronchas y comezón 15 minutos después.
Pruebas epicutáneas. Al practicarlas se colocan diferentes sustancias en la piel de la espalda, las cuales se cubren con parches durante 48 ó 72 horas; posteriormente, se revisa en qué regiones de la epidermis se produjo respuesta alérgica.
Antihistamínicos: cuándo administrarlos
Los antihistamínicos resultan de gran ayuda para controlar padecimientos de tipo alérgico, como:
Angioedema. Inflamación y acumulación de líquido en las capas más profundas de la piel, especialmente la que forma parte de manos, pies y rostro, aunque en ocasiones puede presentarse en garganta y dificultar respiración o capacidad de tragar.
Su aparición se asocia con la ingesta de algunos alimentos y medicamentos que no son bien tolerados por el organismo.
Asma. Enfermedad crónica que obstruye al aparato respiratorio debido a que inflama los conductos que llevan aire a los pulmones; suele manifestarse al presentar exagerada sensibilidad hacia elementos irritantes, como polen, humo, polvo, algunos medicamentos o pelo de animales.
Conjuntivitis. Inflamación y enrojecimiento de la conjuntiva (membrana ubicada entre ojo y cara interna del párpado, que se encarga de mantener la humedad necesaria); se caracteriza por ocasionar secreciones, ardor, irritación y lagrimeo.
Dermatitis. Inflamación en la piel que se presenta cuando este tejido entra en contacto con sustancias irritan-tes contenidas en plantas, productos cosméticos, deter-gentes, fibras sintéticas, me-tales de las joyas, picaduras de insectos, así como por la acción de algún medicamento o alimento.
Se caracteriza por causar enrojecimiento, ampollas, resequedad, descamación y comezón difícil de controlar.
Rinitis alérgica. Inflamación de la mucosa de la nariz que ocasiona goteo, picazón, es-tornudos, congestión nasal, oídos tapados, disminución del olfato, dolor de cabeza y fatiga; se presenta cuando se inhalan contaminantes ambientales, polen o se está en contacto con animales.

Urticaria. Erupción de ronchas en toda la piel acompañadas por intensa comezón e inflamación; se origina cuando se expone la epidermis a sustancias irritantes, metales y algunas plantas, o bien al consumir algún alimento o medicamento hacia el que se ha desarrollado sensibilidad.

Los antihistamínicos son de gran utilidad para tratar y prevenir cualquiera de los trastornos antes descritos, ya que actúan ante la histamina de las siguientes formas:

Impiden su producción.
Aceleran su destrucción.
Evitan que se una a los receptores.
Por otra parte, es necesario tomar en cuenta que dichos medicamentos han sido clasificados como clásicos o de primera generación y no sedantes o de segunda generación; a continuación se describen sus principales características.

Primera generación. Se utilizan con mayor frecuencia en casos de rinitis, dermatitis, urticaria y conjuntivitis, y se caracterizan por ocasionar somnolencia pasajera, pérdida de la capacidad para conducir vehículos o manejar maquinaria y, en ocasiones, estimulación del apetito. Entre ellos se encuentran azelastina, bromfeniramina, ciproheptadina, clorfenamina, difenhidramina, dimenhidrinato, dimetindeno, doxilamina, fenoxifenadina, isotipendilo, prometazina, triprolidina y dexbromfeniramina; son incorporados a las fórmulas de antigripales debido a que son eficaces para controlar escurrimiento y congestión nasal, estornudos y lagrimeo.
Segunda generación. Muestran un perfil de seguridad mayor que los anteriores debido a que mantienen al paciente sin sueño y en estado de alerta, asimismo, se recomiendan preferentemente en casos de angioedema, conjuntivitis, asma y urticaria. A este grupo pertenecen terfenadina, astemizol, epinastina, cetirizina, ebastatina y loratadina; este último ya se incorpora a ciertos antigripales.
Con los antihistamínicos que ha puesto a nuestro alcance la industria farmacéutica las alergias ya no tienen por qué ser una pesadilla, lo que no significa que deban consumirse indiscriminadamente. Recuerde que lo más importante es la prevención, así que evite, en la medida de lo posible, todas aquellas sustancias a las que ha detectado que es sensible.