Parásitos intestinales

El tamaño de los parásitos intestinales va desde ser diminuto (sólo es posible verlos a través del microscopio), o alcanzar varios centímetros e, incluso, metros. Su presencia en el organismo humano está directamente relacionada con la ingestión de alimentos contaminados debido a falta de higiene, ya sea personal, en su preparación o en el sitio donde se consumen.
Se conocen numerosos parásitos causantes de afecciones en el ser humano, pudiendo identificar a los más comunes en los siguientes grupos:
Protozoarios o microscópicos
Entamoeba histolytica. Popularmente conocida como amebas, no pueden identificarse a simple vista y se transmiten mediante consumo de agua y alimentos contaminados con excremento de una persona infectada. En su fase activa (trofozoítos) viven en el intestino grueso, donde lesionan las capas internas de la mucosa intestinal hasta que producen úlcera o perforación. Están provistas de poderosas enzimas (proteínas) que les abren paso entre tejidos, por lo que pueden llegar a otros órganos, como hígado, pulmón y cerebro.
Giardia lamblia. Este parásito microscópico vive en el intestino delgado y es causa frecuente de diarrea, especialmente en niños, y también origina giardiasis, infección que generalmente es asintomática, es decir, puede pasar desapercibida y ocasionar trastornos intestinales sólo en ciertos momentos. Puede presentarse en forma aguda y provocar diarrea, vómito, flatulencia y distensión abdominal; cuando es muy grave interfiere en el crecimiento infantil debido a que genera deficiente absorción de nutrientes. Se transmite mediante consumo de agua y alimentos contaminados con materia fecal de un enfermo.
Criptosporidium. Causa diarrea en personas de cualquier edad en todo el mundo, aunque registra su mayor impacto en individuos con escasas defensas (sistema inmune debilitado), como aquellos con síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) o receptores de trasplantes, los cuales pueden sufrir grave desgaste y desnutrición debido a las constantes deposiciones acuosas. El principal factor de riesgo es la ingesta de alimentos contaminados con heces fecales; las poblaciones que mayor peligro enfrentan son niños, cuidadores de animales, personas que establecen contacto cercano con individuos infectados y relaciones sexuales anales.
Metazoarios o helmintos («gusanos»)
Solitaria, Parásitos intestinales
Ancylostoma duodenale. Conocido como anquilostoma, este parásito se nutre de la sangre del huésped, adhiriéndose a las paredes del intestino. Se encuentra en los suelos húmedos y entra al organismo generalmente por la piel de los pies descalzos, se dirige por la sangre al el tracto digestivo donde se desarrolla y multiplica (la hembra adulta pone miles de huevos que salen con las materias fecales y contaminan el ambiente). En los niños, los anquilostomas producen retraso en el crecimiento y en las facultades mentales; afortunadamente, muy raras veces resultan mortales.
Ascaris lumbricoides. Estas lombrices grandes y redondas (miden de 20 a 35 centímetros de largo) de color blanco o rosado, son visibles en excremento; habitan el intestino delgado, donde se alimentan de comida semidigerida por el huésped y, algunas veces, de células intestinales. Un gusano hembra tiene capacidad de producir 26 millones de huevecillos y pone 200 mil diarios, en promedio, los cuales sólo pueden verse a través de un microscopio.
Enterobius vermicularis. Popularmente llamados oxiuros, se trata de gusanos finos de medio a un centímetro de longitud que se desarrollan en el intestino grueso, particularmente en niños. Durante la noche, cuando las personas infectadas por esta parasitosis están dormidas, la hembra deposita sus huevecillos en el ano o genitales, y desde ahí se propagan a la ropa de cama; además, pueden ser transportados por las manos del enfermo (cuando se rasca) a alimentos y objetos personales. La presencia de este parásito intestinal causa comezón, rechinido de dientes, dolor abdominal, insomnio y mal humor.
Taenia solium. Mejor conocida como tenia o solitaria, esta lombriz plana se adhiere al intestino delgado gracias a las ventosas que posee en la cabeza; mide aproximadamente tres metros y puede vivir hasta 25 años. A los dos meses de haber infestado el intestino se desarrolla y libera 300 mil huevecillos diarios. En su estado de larva (cisticerco) es posible que se dirija hacia el cerebro causando neurocisticercosis, afección que puede llevar a la muerte. La forma de transmisión es mediante el consumo de carne de cerdo con cisticercos mal cocida.
Tenia, Lombriz plana que se adhiere al intestino delgado
Trichuris trichura. Gusano delgado conocido como tricocéfalo, vive en el intestino grueso y mide de 3 a 5 centímetros. Uno de sus extremos se clava en la mucosa del intestino destruyéndola, lo que ocasiona dolor y numerosas evacuaciones de diarrea con sangre. El esfuerzo de tantas deposiciones provoca la salida del recto a través de la región anal.
Causas de parasitosis
Consumo de agua y alimentos contaminados con materia fecal infestada de huevecillos o quistes de parásitos.
No lavarse las manos antes de comer ni después de ir al baño.
Comer carne de cerdo mal cocida.
Caminar descalzo.
En el caso de los oxiuros, se propagan a la ropa de cama y el paciente al rascarse la región anal los retiene en uñas, por lo que se facilita la contaminación de alimentos y objetos de uso diario.
Los niños suelen llevar todo tipo de objetos a la boca, y ocasionalmente comen tierra.
Si una persona tiene parásitos intestinales, lo más probable es que otros miembros de su familia se contagien.
Síntomas
La amebiasis se manifiesta con debilidad, dolor de cabeza, cólicos abdominales y diarrea con sangre y moco (puede tenerse más de 10 evacuaciones al día).
Infección por ascaris produce fuerte dolor abdominal, debilidad, secreción de baba por las noches, rechinido de dientes, inflamación de estómago, comezón corporal y evacuaciones líquidas con moco, sangre y lombrices.
La infestación por giardia se presenta con diarrea amarilla, espumosa y de muy mal olor, además, hay vómito, intenso dolor de estómago, flatulencia e inflamación abdominal.
Cuando una persona es afectada por tenia sufre de diarrea (en la que pueden verse fragmentos de la lombriz), palidez, debilidad y falta de apetito.
Si se tiene infección por anquilostomas hay diarrea, palidez, anemia y tos seca.
El tricocéfalo causa diarrea con sangre acompañada de lombrices, palidez y debilidad.
La infección por oxiuros se manifiesta con diarrea, dolor abdominal, inapetencia, cambios de conducta, insomnio, comezón en ano, irritación vulvar, flujo vaginal, anemia y, en niños, detención del crecimiento.
Diagnóstico
Se basa en los síntomas antes citados.
El médico solicita análisis de muestras de excremento para identificar al parásito causante de la afección, siendo el más común el llamado coprocultivo. Se «siembran» pequeñas muestras de excremento (entre 1 y 2 gramos) en medios de cultivo especiales con la finalidad de establecer tipo y características de los microorganismos, y saber a qué medicamento son sensibles para su eliminación.
Prevención de parásitos intestinales
No consumir agua ni alimentos contaminados, y evitar especialmente aquellos que se preparan al aire libre.
Hervir o clorar el agua, o bien, preferir la embotellada.
Lavar y desinfectar frutas y verduras.
Cocer o freír bien los alimentos, especialmente la carne de cerdo.
Preparar los alimentos sobre superficies limpias.
Lavarse las manos antes de comer y preparar alimentos, y después de ir al baño o cambiar el pañal a un bebé. Las uñas deben asearse minuciosamente.
Cuando una persona tiene infección por parásitos intestinales nunca debe preparar ni servir alimentos.
No caminar descalzo.
Vigilar que los niños no coman tierra.
Lavar la ropa de cama e interior con agua caliente.
Mantener el sanitario limpio y desinfectado.
Debido a que el contagio es relativamente fácil, es recomendable tomar un antihelmíntico (medicamentos que tienen como finalidad combatir parásitos) de venta libre cada 3 ó 4 meses.
Tratamiento
Para combatir a los protozoarios suelen recomendarse medicamentos como secnidazol, tinidazol, metronidazol y diodohidroxiquinolina.
Los metazoarios requieren diversos antihelmínticos de amplio espectro efectivos, como albendazol, mebendazol y pirantel, que permiten eliminar diferentes variedades de parásitos intestinales con pocas dosis.
Si hay dolor de cabeza es recomendable controlarlo con un analgésico.
El malestar estomacal puede disminuir al tomar infusiones de hierbas.
Para que acelerar la recuperación del afectado conviene seguir una dieta balanceada, que puede apoyarse con multivitamínicos y complementos alimenticios.
En caso de infección causada por amebas severa, se requerirá de tratamiento especial que sólo el gastroenterólogo puede prescribir.
En muchas ocasiones los síntomas se deben a una infección mixta, bacteriana y parasitaria, por lo que se requerirá tratamiento antiparasitario y antibiótico conjunto.