Sonambulismo; sueño que camina

Dormir es para muchas personas sinónimo de quietud, descanso y tranquilidad para reponer energías y ánimos necesarios para enfrentar las actividades de cada jornada, pero no para todas. El sonámbulo padece episodios repetidos de una serie de conductas al dormir que, en efecto, le llevan a sentarse, levantarse de la cama, caminar, retirar las sábanas, ir al baño y vestirse, entre otras actividades; además, muestra expresión vacía, rostro pálido y mirada inmóvil. Generalmente, los incidentes de sonambulismo se presentan durante la etapa del sueño profundo (en la que se presentan sueños) y son de duración variable. Se sabe que afectan principalmente a niños y adolescentes, siendo común su aparición entre los 3 y 15 años de edad, y que entre 1 y 6% de los infantes presentan en alguna ocasión este fenómeno, a la vez que del 10 al 15% ha tenido un evento de este tipo en forma aislada, por lo que se le llega a considerar el trastorno de sueño más frecuente en la infancia. Además, se sabe que en los adultos este padecimiento es más bien raro, pero también que cuando se presenta es muy común alguna perturbación de tipo emocional y un historial que revele la existencia de esta conducta en la infancia. En cuanto al sexo, se ha observado mayor incidencia en hombres que en mujeres. Los infantes con este trastorno del sueño o parasomnia suelen sentarse en la cama con los ojos abiertos y expresión de admiración o sorpresa, e incluso pueden salir del lecho sin un despliegue físico vigoroso; asimismo, es común que al despertar los niños no recuerden el hecho ni qué estaban soñando. En contraparte a este sonambulismo que puede resultar hasta pintoresco, entre los adultos este fenómeno sí conlleva una conducta problemática, ya que a menudo se acompaña de movimientos violentos e intensos que pueden producir lesiones a la persona que lo padece. Además, los adultos sí recuerdan el contenido de sus sueños, por lo general de naturaleza agresiva: suelen ser situaciones en las que se requiere huir o recibir auxilio inmediato, aparecen bombas a punto de estallar, incendios o edificios que están por derrumbarse, lo que ocasiona el deseo de escapar inmediatamente, provocando que la persona salte de la cama en forma abrupta.
Precisamente esta actividad brusca y movimientos violentos pueden ocasionar choques o tropiezos contra la pared o mobiliario, produciendo lesiones, pues si bien antes se creía que los sonámbulos eran muy cuidadosos y se encontraban fuera de peligro durante el episodio, ahora se sabe que esto es totalmente falso, ya que pueden tener serios problemas al bajar o subir escaleras y ocasionarse heridas y golpes. Debido a esto, los individuos que padecen este trastorno del sueño desarrollan auténtico miedo a lo que podrá ocurrir durante la noche y procuran protegerse colocando barreras alrededor de la cama para no sufrir daños en caso de que se levanten; también es común que cierren puertas y ventanas para evitar escapar de casa.
Los intentos de comunicación durante el fenómeno por parte de otras personas son ineficaces y es muy difícil lograr que el sonámbulo vuelva a despertar; más bien, el episodio puede finalizar de manera súbita, lo cual desconcertará a la persona en los minutos siguientes al no comprender lo sucedido. En algunos casos puede volver a acostarse en la cama u otro sitio y seguir durmiendo.
Estos hechos son más frecuentes en los varones jóvenes o de mediana edad (entre 30 y 35 años), y se sabe que existen determinados factores que pueden precipitar el sonambulismo, entre ellos la privación de sueño (haber dormido mal en noches anteriores), estrés, fiebre y, sobre todo, el consumo de alcohol. Se coincide en señalar que la terapia con fármacos no es necesaria entre los niños, por lo que los padres deben considerar que el sonambulismo infantil es un trastorno benigno que desaparece con la edad, y no suele tener mayores consecuencias.

Empero, es recomendable recurrir a un especialista en trastornos del sueño para conocer las particularidades del caso y obtener asesoría sobre cómo garantizar al niño períodos de descanso nocturno en condiciones propicias y dentro de un horario fijo.

En cambio, si un adulto experimenta somnolencia excesiva durante el día, sueños con contenido agresivo y actitud violenta mientras dura el episodio, además de sufrir heridas o problemas en el hogar como consecuencia de su sonambulismo, debe consultar a un psicólogo, psiquiatra o especialista en trastornos del sueño para evaluar su caso.

Debe considerarse que en ocasiones se producen casos de actividad sólo durante algunos períodos de tiempo que desaparecen solos, además de que el diagnóstico es sencillo y, ante todo, que existe tratamiento eficaz con psicoterapia y medicamentos que se sigue durante una temporada para luego suspenderlo y observar la evolución del paciente; sólo se retoma en caso necesario.

También es muy importante que familiares y personas cercanas ayuden a salvaguardar la integridad física de quien padece este trastorno de sueño a través de algunas medidas para tal fin, como:

Bajar la altura de la cama.
Bloquear el acceso a ventanas peligrosas y puertas que conduzcan directamente a escaleras.
Impedir que haya objetos en el piso que pudieran ocasionar una caída o lesiones.
No despertar al sonámbulo durante el episodio, ya que ello puede hacerlo más duradero o intenso.
Tanto el sonámbulo como las personas cercanas a él deben crear un ambiente favorable, libre de presiones o de sugestiones ocasionadas por los comentarios de otras personas, ya que se estima que el aumento de las tensiones y de la actividad mental contribuyen a la presencia de este trastorno del sueño.