Claudia Umpiérrez, la dama de negro en el futbol

Todos hombres. Pero era una mujer, Claudia Umpiérrez (Montevideo, 1983), quien los llamaba y los reunía para que continuaran el juego. Pasaron horas y horas discutiendo, y no se decidían a reclamar de una buena vez lo que les marcaban en contra. Estaban postergando el asunto para mejor ocasión cuando Claudia los encaró y les gritó: “señores, no más faltas”. Y a partir de entonces, hasta hoy, se abrió la puerta del nuevo tiempo en el futbol uruguayo.

Claudia es la primera mujer árbitro que llega a la máxima categoría en la historia de Uruguay. Decidió serlo, porque como futbolista no veía futuro de jugar profesionalmente. Por un tiempo estuvo en Pan de Azúcar, en el equipo de su abuela, el mismo que su tío, que jugaba en Francia, vistió con un kit completo del París Saint-Germain, de 22 camisetas, shorts y medias. Participaba en torneos barriales o a beneficio. Después se fue a Montevideo y siguió en Atlántida, hasta que hizo una pausa.

En la capital, donde su padre era técnico, Claudia estudió abogacía y aprendió leyes. Intentó hacer el curso de árbitro, al mismo tiempo que lo hacía su tía, pero no pudo inscribirse por ser menor de edad. Cuando cumplió la mayoría, entró al programa del Colegio de Árbitros, que tomaba de noche mientras iba a la facultad, y así empezó a contar sus primeros partidos arbitrados como estudiante. El dinero que recibía como remuneración, lo destinaba a los gastos de sus padres.

Generalmente, sus amigos siempre fueron los mismos que los del mayor de sus hermanos. Con él, quien también fue futbolista, Claudia jugó en equipos de futbol 7, en torneos a beneficio de las escuelas. Se anotaba y entrenaba con ellos, que eran todos hombres, aunque siempre como suplente. “Un ratito, porque vos sos mujer y la diferencia física se nota”, le decía su hermano. “Y tenía razón, porque por más fuerza que yo pudiera tener, siempre el hombre iba a ser más fuerte”, sostiene ella.

Claudia empezó su carrera como silbante profesional en 2005. A fines de 2009, en diciembre, le comunicaron que a partir del 2010 iba a recibir el gafete internacional de la FIFA, con el que participó en el Mundial Femenil Sub 17 de 2002, en Azerbaiyán, en varios torneos internacionales sudamericanos y en el Mundial Femenil de 2015, en Canadá. En ese tiempo, silbato en boca, arbitró cuatro años en cuarta, uno en tercera, seis en segunda y, debido a su gran desempeño, la Comisión de Árbitros de la Asociación Uruguaya de Futbol (AUF) decidió que ocupara uno de los tres cupos para ascender a la primera categoría.

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La noticia llegó a Cuba, un día antes de terminar el año. Allí, Claudia Umpiérrez pasó 15 días de vacaciones con su hija y su esposo, Gabriel Popovits, quien también es asistente internacional. Les había pedido a su madre y a sus amigas que si sabían algo de los ascensos le mandaran un mensaje de texto, porque en la isla no tenía señal. Se conectaba desde el lobby del hotel, a veces por la noche, pero no todos los días. El 30 de diciembre, al poco de haber empezado a correr en el gimnasio, entró el mensaje de su madre: “Sos de primera”. Entonces, Claudia volvió como loca a la habitación, gritando que había ascendido y que era de primera. Gabriel no entendía nada.

¿Los derrotados pierden por el árbitro y los victoriosos ganan a pesar de él?

Es un puesto despreciado por todos (se ríe). En realidad nadie sale conforme nunca, ni cuando los equipos empatan. Pero alguien tiene que hacer ese trabajo.

¿No hay insultos?

Sí y hay algunos que no se pueden reproducir, porque todo mundo los sabe. A nivel internacional no se da tanto en el futbol femenino, porque el fair play es mejor. Cada torneo me sorprende, por suerte, para bien. A nivel local se han dado agresiones a algunas compañeras, creo que todavía estamos lejos de ese nivel que se intenta imponer en los torneos de la FIFA. El insulto es el típico, la mala palabra, pero no discriminan que sea mujer u hombre el árbitro. Ahí sí el género no importa. Se les viene a la cabeza y lo dicen.

¿Más de mujeres que de hombres?

A veces creo que hay más insultos por parte de las mujeres, por lo menos a nivel local. Son más complicadas que los varones. No sé si es porque también nosotras somos mujeres y ahí hay un choque de mujer a mujer. Los varones, dentro de todo, a veces son más respetuosos, salvo al que se le salta la cadena y se olvida de que tiene madre, hermanas y demás. En general, creo que las mujeres son más confrontativas, están intentando siempre pasar ese límite que uno intenta imponer en los partidos.

¿Qué me dice de la discriminación?

Había antes, ahora ya no tanto. Al principio fue rara la aceptación, costó un poco que se aceptara que hubiera mujeres en un ambiente que era todo de hombres. En Uruguay, mi generación de árbitros no fue de las primeras mujeres. Hubo una anterior, de seis compañeras; justo el año pasado se retiró la última. Ellas tuvieron la parte más difícil, para luchar y que las aceptaran. Tal vez pudieron haber sufrido algún hecho de repente. Nosotras, cuando ya ingresamos, encontramos las puertas abiertas. No fue fácil. Ahora, los jugadores ya están acostumbrados a vernos dirigir.

¿Y cómo dirige un partido?

Busco ser respetuosa con los jugadores y que ellos me respeten tanto a mí como a mis compañeros. Soy muy técnica, es decir: que con el reglamento todo y sin el reglamento nada. Estricta en la parte disciplinaria, para que el juego no se me vaya de las manos. Siempre buscando darle continuidad, para que sea divertido y no se aburra la gente. Para mí lo más importante es el respeto. Ya con las faltas de respeto arrancamos mal.

Pero usted ha hecho historia.

Es un sueño re-cumplido. Sólo Laura Geymonat había llegado como asistente a la Primera División del futbol uruguayo. Yo espero que puedan sumarse más chicas a este nivel. Siempre que haya una árbitro, va a tener una repercusión diferente, porque no se da todos los días. Si después dirijo dos partidos, tres, voy a ser una más entre el resto de colegas. Ese, hoy, es mi objetivo principal: poder dirigir varios partidos y demostrar que no llegué de casualidad, que es fruto del esfuerzo de muchos años y que me merezco estar ahí.

Según la Federación Internacional de Historia y Estadística del Futbol, usted estuvo entre las 10 mejores silbantes del mundo en 2015.

Me tomó totalmente por sorpresa, pero es un gran orgullo. Aunque me parece mucho estar entre las 10 primeras. Conozco a muchas árbitros de otros países que son excelentes y no están. Me siento halagada, pero me cuesta creerlo. Se dio justo después del ascenso. En los primeros días de enero, el 7, salió lo del ránking. Yo cumplo años el 6, así que fue como un regalo de cumpleaños.

¿Cómo se vive un Mundial?

Un torneo de esa clase aporta muchísimas cosas a nivel personal y profesional. Estar ahí, arbitrar tres partidos y tener el honor de poder estar en la final como cuarta árbitro, es inolvidable. El entrenamiento físico y técnico es el doble. Hay árbitros (hombres y mujeres) de otros países de los que también aprendes. Tengo la suerte de conocer a Quetzalli Álvarado, árbitro mexicana, con quien compartí muchos torneos. La veía en la tele y de repente decía: me gusta cómo corre, cómo marca, y uno va sacando cosas de compañeras e intentando mejorar. A final de cuentas, cada quien va arbitrar en función de la personalidad que tiene.

¿Se puede vivir de este trabajo?

No, ni nosotras ni los hombres. Se ha mejorado mucho, pero todavía falta esa profesionalización. Ningún árbitro acá es profesionista, no se dedican sólo al arbitraje. Eso a veces pesa, porque todos trabajamos ocho-diez horas por día, después tenemos que entrenar y viene el fin de semana, y uno llega con el cansancio acumulado. Lo ideal sería no hacer eso y estar exclusivamente para arbitrar, aunque tampoco eso garantiza que uno no se va a equivocar. La gente tiene falsos conceptos. Errores siempre va haber. Se van a minimizar, porque uno puede especializarse más en la parte teórica y práctica, pero errores habrá. El error es parte del juego.

El torneo uruguayo empieza el 6 de febrero en la Primera. El trabajo de Claudia tendrá que ver con la única unanimidad que hay en futbol: la silbarán siempre, en lugar de aplaudirla. Y estará obligada a correr todo el tiempo, entre 22 jugadores. Esta vez, hombres.