Depresión, afecta a 10 millones de mexicanos

Paulatina, pero incesantemente, la depresión se coloca entre los padecimientos de salud pública que más preocupan a la comunidad médica mundial. En México, la información más reciente del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) señala que aproximadamente 10 millones de personas padecen la enfermedad en nuestro país, y que para el año 2020 se convertirá en la segunda causa de incapacidad laboral, por encima de los trastornos cardiovascu-lares.
El Dr. Miguel Ángel Zamora Olvera, médico psiquiatra del Hospital Psiquiátrico y Unidad de Medicina Familiar No. 10 del IMSS, en la Ciudad de México, explica que se ha identificado que 15% de las personas con depresión llegan al suicidio, y que la mayor parte de la población que sufre el problema tiene entre 20 y 40 años de edad, etapa eminentemente productiva en la que las oportunidades de desarrollo personal y profesional pueden reducirse de forma importante.
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Sobre este nuevo “jinete del Apocalipsis”, el Dr. Juan Ignacio Rosales Barrera, presidente de la Sociedad Mexicana de Neurología y Psiquiatría, primer organismo de su tipo fundado en México (1937), señala que se trata de un problema «identificado como una verdadera avalancha que cada vez será más frecuente, debido al aumento de los factores estresantes a los que se enfrenta la población, como delincuencia, contaminación, falta de empleo o dificultades económicas”.
El especialista, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), considera preocupante la percepción que todavía tiene la gente sobre esta enfermedad, ya que prevalece el mito de que los medicamentos causan adicción en los pacientes, es decir, dependencia. Ello, piensa, se debe a desinformación.
“La población en general, sobre todo la gente de clase media y media baja, difícilmente se entera de la importancia que tiene identificar los síntomas de la depresión en forma temprana para que, a partir de ahí, se emprenda un tratamiento especializado. Contrario a las creencias populares, un problema depresivo no es inofensivo y su desatención puede generar complicaciones colaterales, entre ellas adicción a sustancias como alcohol, café o cigarro, problemas que también se relacionan con trastornos de ansiedad”, dice el especialista.
La gente con problemas depresivos que no tiene ayuda profesional puede caer en la dependencia hacia las sustancias mencionadas, señala el experto, porque encuentra en ellas la forma de “atenuar” sus problemas. En el caso de la mujer es frecuente el uso del alcohol para mitigar las molestias emocionales, mientras que el hombre bebe para compensar situaciones que le generan frustración en el desarrollo de su proyecto de vida, como falta de trabajo o de estabilidad económica, asevera el Dr. Rosales Barrera.
En realidad, dice el especialista, “una persona deprimida puede pensar que el mal es pasajero y que no es necesario que se le administre algún medicamento, pero eso hace que la enfermedad se agrave con complicaciones como insomnio, irritabilidad, problemas en sus relaciones interpersonales, baja de energía en el trabajo o escuela, así como falta de concentración e imposibilidad de disfrutar lo que antes agradaba.
Esto, obviamente, llega al punto de generar disfuncio-nalidad porque llega un momento en que el individuo no es capaz de sacar adelante sus compromisos”, sentencia el entrevistado.

Fármacos, ayuda invaluable
Una idea muy extendida es aquella de que los enfermos de depresión son personas que fácilmente se dejan abatir por sus problemas, que no tienen el mínimo interés de superarlos y que son pusilánimes. En realidad, una persona deprimida no puede salir de su postración siguiendo consejos como “échale ganas” o “no te sientas triste”, sino mediante terapia integral en la que la medicación es fundamental.

Un fármaco no cambia la vida del paciente, enfatiza el psiquiatra por la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), pero “actúa en la bioquímica del cerebro para estabilizar el sistema que permite que el estado emocional se equilibre”.

Un antidepresivo no tiene el efecto de una droga, simplemente porque no hace que el individuo modifique su conducta; en cambio, la droga y el alcohol sí lo hacen, ya que producen en el sujeto una sensación de alegría o de mayor “impulsividad o lucidez”.

Un medicamento de este tipo, afirma el también investigador, “tiene como objetivo facilitar la estabilización de las sustancias químicas que tienen que ver con el trastorno afectivo. De este modo, si la persona se siente con menos ansiedad, abatimiento y cansancio por el efecto estabilizador del antidepresivo, entonces tendrá mayor claridad para resolver los problemas que la vida le exige”, dice Rosales Barrera.

El exdirector médico de la Clínica Psiquiátrica San Rafael comenta que recientemente se realizó un estudio en la ciudad de Texas, Estados Unidos, que se basó en la administración de medicamentos antidepresivos a personas sin problemas anímicos. Los resultados fueron elocuentes, toda vez que las conclusiones de la investigación señalaron que quienes ingirieron los fármacos resolvían los problemas de la vida cotidiana mucho más rápido que quienes no lo hicieron.

Lamentablemente, abunda el psiquiatra, “la gente vulnerable que no se atiende, sea por la causa que sea, está en riesgo de caer en la drogadicción, delincuencia o suicidio; esto ocurre frecuentemente entre personas con carencias económicas severas, quienes de alguna manera tratan de compensar lo que les ocurre y lo hacen a través de la violencia, golpeándose en la calle, con la esposa o los hijos. En otras palabras, ante la frustración e incapacidad arremeten contra la familia, o bien, en lugar de llevar el dinero a la casa lo llevan a la cantina”.

En este sentido, explica, “si sumáramos a las personas que padecen problemas mentales en México, como depresión, ansiedad (estado emocional desagradable que surge como respuesta al estrés o presiones sociales), trastorno bipolar (alternancia de períodos de hiperactividad con otros del tristeza prolongada), epilepsia (descargas eléctricas descontroladas en el cerebro) o esquizofrenia (dificultad para diferenciar entre experiencias reales e irreales, pensar de manera lógica y socializar), hablaríamos sin exagerar de 25 a 28% de la población, mismo que tiene necesidad de atención psiquiátrica y medicamentos”.

A decir del experto, hace falta mucha información “para que el paciente platique con su médico familiar o de primer contacto y acepte tanto que tiene rasgos de depresión como que debe llevar un tratamiento. Por otra parte, debe tener bien claro que el medicamento no le va a resolver el problema económico, familiar o social, pero le permitirá mayor estabilidad para enfrentar sus problemas”.

Lo cierto es que “la mayoría de las personas quieren resolver su problema intuitivamente o con soluciones mágicas, que es una cuestión cultural muy de nosotros. Ello hace que los pacientes, muy a menudo, sean tratados por gente que no tiene la suficiente preparación médica, ética y profesional”, enfatiza.

Prevención, el antídoto
La depresión es la enfermedad de nuestros tiempos, y así lo avalan las cifras en torno a ella. Pronto, la incapacidad laboral por esta causa será una de las más frecuentes, pero no todo está perdido. El Dr. Rosales barrera comenta que la agrupación que preside tiene como objetivo entrar en contacto con todos los profesionistas que están comprometidos con la salud mental para hacer consensos de atención y tratamientos para ayudar a la población.

“Estamos convencidos de que no todos los problemas de salud mental tienen que llegar a los especialistas, porque no podríamos atender a toda la gente que lo necesita. Somos 2,200 psiquiatras en el país, y por ello debemos prevenir, aunque ello se complica porque no hay educación en ese sentido ni suficientes espacios de esparcimiento, y todo ello va en contra de la salud mental”.

Es así que “la Sociedad Mexicana de Neurología y Psiquiatría trata de hacer eventos académicos que difundan los avances en neurociencias y sus tratamientos. Nos interesa hacer diagnósticos tempranos, fomentar la educación médica continua para llegar al medico de primer nivel y que él sea quien detecte tempranamente el problema, o que por lo menos sepa que existe. Por otro lado, hay que informar a la gente responsablemente porque sólo 35% de las personas con depresión recurren a un médico y, de ellas, únicamente 10% recibe tratamiento”, finaliza.