Gerardo de la Torre imprime retazos vitales en su obra

Hombre de trabajo y de lucha social, pero también de letras e imaginación, Gerardo de la Torre ha construido la totalidad de su obra a partir de la experiencia de vida y de muerte propia y de familiares y amigos.

Cuentista, novelista y crítico literario y, de manera paralela, obrero durante 18 años en Petróleos Mexicanos (1953-1972), integrante del Partido Comunista Mexicano e investigador del movimiento obrero, este narrador prepara una novela autobiográfica.

“Estoy haciendo un recuento de mi vida. He ido metiendo en esta obra mis recuerdos, alucinaciones y fragmentos de esto y otro. Ya llevo 360 páginas y no veo para cuándo”, confiesa en entrevista con un Diario de circulación nacional.

El también actor y guionista de televisión imagina, en su novela autobiográfica, que su vida termina con una esclerosis lateral amiotrófica, “como uno de mis ídolos del beisbol, un viejo jugador de los Yankees de Nueva York”.

Y, entonces, crea a un personaje que está recordando al final de sus días. “Y ahí meto los episodios de mi vida, desde mi nacimiento, que fue tres días antes de la Expropiación Petrolera, el 15 de marzo de 1938 en Oaxaca, hasta el presente”, detalla.

De padre petrolero, quien publicó en 1968 su primer libro de cuentos, El otro diluvio, y dos años después su primera novela, Ensayo general (1970), es el mayor de siete hermanos, de los que sólo viven tres. “Sigo por aquí de milagro”.

Quien formó parte del taller literario de Juan José Arreola y estudió Teatro con Carlos Ancira y Rodolfo Valencia, admite que en esa novela quedará claro que no le interesa nada más en la vida que escribir. “Me gustaría ser pintor o músico, pero no puedo, pues sólo sé escribir”.

Y aclara que se refiere a escribir sólo narrativa, porque la poesía no se le da. “José Emilio Pacheco me dijo al revisar algunos de mis textos, cuando él tenía 18 años y yo 19, que yo no estaba hecho para la poesía. Y tuvo razón”, recuerda.

La novela autobiográfica, que aún no tiene nombre ni fecha de conclusión, también será una ventana a la reflexión sobre lo que diferencia su obra de la de sus compañeros de generación, como José Agustín, René Avilés Fabila, Alejandro Aura o Elsa Cross.

“Soy de la generación de José Agustín, pero no soy de La Onda. Mis temas han sido diferentes. Me interesan las preocupaciones de los trabajadores, la muerte, las enfermedades, los vicios y el mundo del petróleo, al que he dedicado cuatro novelas.”

El promotor cultural y catedrático acaba de publicar La muerte me pertenece(Ediciones B), una especie de ensayo previo a su autobiografía, ya que se inspira en la experiencia de su hermana menor, quien murió de cáncer y solicitó sin éxito la eutanasia, y en diversos casos de trabajadores de Pemex quemados mientras laboraban.

“Mi hermana era una doctora importante, dirigió el Hospital del IMSS ubicado en Gabriel Mancera. La jubilaron por un cáncer terminal que le descubrieron y pedía la eutanasia, sufría mucho, pero ni siendo doctora, también su marido, pudieron ayudarla.

“Hace 12 años encontraron a los dos muertos en un rancho modesto. La policía se llevó los cadáveres y les hicieron la autopsia. Así se enteró la familia. Nunca los vimos, sólo sus fotos. Ella aparece tranquila y él a sus pies. Creo que él le ayudó a morir y luego se mató”, agrega.

El autor de Los muchachos locos de aquel verano y Morderán el polvo admite que el tema de la muerte es el que más le intriga, porque la única certeza que tiene el hombre es que morirá tarde o temprano. “Por eso decidí que el protagonista de mi novela autobiográfica fuera un enfermo terminal, porque creo que en esas circunstancias ves todo con claridad, ya no mientes”.

Define a sus historias como “una mezcla de vivencias personales y otras prestadas, y a veces me meto en hechos históricos”. Sin embargo, el autor de Muertes de Aurora (1980), en la que recrea el fallecimiento de su esposa, aclara que entre sus planes también está terminar tres títulos que no tienen nada que ver con temas tristes.

“Tengo un libro de cuentos deportivos pendiente de publicar. Aunque hay uno que otro asesinato y suicidio, es todo lo contrario a la muerte. Son deportistas en diversas circunstancias. Y termino el boceto de una novela sobre mi detective oaxaqueño, que en realidad es un profesor fanático de las novelas policiacas que se mete a averiguar sucesos que le intrigan. Y una tercera, de la que tengo mucho material, sobre los niños españoles que llegaron a Morelia en 1937”, adelanta.

De la Torre dice que, a sus 77 años, siente consolidada su propuesta literaria. “Aunque ya no escribo sobre el mundo de los trabajadores, pues ha cambiado mucho, ya no lo conozco. Los sindicatos están muy desdibujados, negocian ventajas para sus agremiados, pero ya no quieren cambiar la relación capital-trabajo. Y los partidos de izquierda parece que ya no existen”.

Por ello, apuesta hoy por una temática más intimista. “Sólo que cada vez es más difícil encontrar un editor, a menos que te conviertas en autor comercial, cosa que espero no me pase. He caminado por la senda difícil y así seguiré”.