Comunicación familiar, excelente propósito para todo el año

La familia es la escuela en que aprendemos a relacionarnos y a construir las redes sociales que estableceremos a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, muchas veces este núcleo parece un campo de batalla en el que las diferencias se «solucionan» sin el mínimo sentido de respeto y tolerancia. Especialistas de la conducta humana señalan al respecto que, más bien, debemos encontrar formas armoniosas para discutir y crear acuerdos, pues la adecuada comunicación en la familia puede hacer que cada uno de sus componentes fortalezca su bienestar emocional y se desarrolle como ser humano.
Es tan importante la comunicación familiar que de ella emana la manera en que hablamos y guardamos silencio; cómo expresamos nuestros deseos y frustraciones, lo mismo que la forma en que vemos o esquivamos la mirada. En general, de este clan aprendemos a decir «sí» convincentemente, a decir «no», a dudar, a hablar con y sin rodeos, y a emitir mensajes positivos o negativos sobre los demás.
José Pérez Bailón, terapeuta familiar y de pareja explica que las familias mexicanas tienen diversas formas de comunicarse: directa, indirecta, enmascarada o claramente.
Sin embargo, una de las que predominan es la comunicación indirecta, que consiste en triangular información. «Un ejemplo claro es el de la madre que, en lugar de llamar a su hijo para reprenderlo, utiliza a otro miembro de la familia para comunicar su enojo, frustración o decepción sobre algún hecho en particular», señala el especialista.
La comunicación verbal (hablada o escrita) debe guardar completa concordancia con la no verbal (gestos, movimientos corporales), por lo que no es válido, por ejemplo, escuchar a uno de nuestros hijos que pide ayuda para resolver cierta dificultad y, al mismo tiempo, mostrar mayor preocupación con lo que sucede en un programa televisivo.
Una familia que se comunica con mensajes directos y claros es mucho más sana.
Para hacerlo afuera, hazlo adentro
Puede parecernos desconcertante que exista gente que se comporte de una forma en su hogar y de otra muy diferente afuera.
Tal conducta se antoja irracional, sobre todo si se considera que los miembros de nuestra familia son los seres más importantes de nuestra existencia, y por ello cuando alguien en el hogar actúa así es común que no tengamos certeza de sus sentimientos y afecto hacia nosotros. En consecuencia, dejamos de lado la necesidad que seguramente tiene de que le digamos que le amamos.
En este sentido, es recomendable que se exprese el cariño que se siente hacia ella o él con tanta frecuencia como se desee, sobre todo si se trata de nuestro cónyuge, padres, hermanos o hijos. Y algo más: demostremos admiración ante las habilidades y logros de nuestros familiares, aunque sea a través del teléfono, el correo electrónico o un mensaje por celular o redes sociales, ya que este pequeño detalle puede ser de suma importancia para el receptor.
Otro modelo de actuación es el ser amable y servicial con superiores o compañeros de trabajo, pero «rudo» con padres y hermanos, lo que limita la comunicación y debe superarse, pues nada perdemos al dar gracias a nuestros seres queridos y reconocer con humildad que nos equivocamos y que en ocasiones echamos culpas sin reflexionar que podemos herir a quien más queremos.
¿Y qué hay cuando nos sentimos abatidos y a punto de pedir cita a un psicólogo o psiquiatra? Consideremos que acudir a un especialista puede ser algo muy positivo, pero también que alguno o algunos de nuestros familiares cercanos pueden brindar el consuelo que nos hace falta, sobre todo en esta época en que el estrés es alimento de todos los días.
Es importante recordar que la comunicación no consiste simplemente en transmitir ideas de un individuo a otro, sino que es estar al pendiente de una persona a la que estimamos, de sus intereses y necesidades.
De algún modo, implica entrar «en su mundo», a la vez que le damos la oportunidad de que conozca el nuestro.

Decálogo para mejorar la comunicación familiar
Recuerda que la comunicación no verbal es tan importante como la verbal.
En una conversación, define lo que es importante y desecha lo intrascendente.
Trata de ofrecer mensajes claros y positivos.
No intentes adivinar el pensamiento de la persona con quien hablas, ni hagas conjeturas sin conocer su opinión.
Manifiesta tus sentimientos abiertamente y evita hacer juicios de valor, sobre todo si nadie te los pide.
Aléjate de discusiones donde no se pueda establecer un intercambio de ideas sano o donde predomine la violencia sobre el sentido común.
Sé respetuoso con los puntos de vista y comportamiento de los demás, y no hagas lo que no te gustaría que te hicieran.
Distingue cuándo es apropiado utilizar el buen humor y cuándo debes adoptar una postura seria.
Aprende a escuchar al otro.
Nunca dudes en reconocer los errores propios ni en dar las gracias.
Todo puede resumirse en empatía, es decir, «ponerse en los zapatos del otro», y entender que en momentos de dificultades económicas y desazón, o incluso en momentos de gran alegría, a nadie le perjudica recibir mensajes positivos. Empecemos por la familia, que al fin y al cabo la tenemos muy cerca.