Problemas familiares en Navidad; cómo enfrentarlos

Para muchas personas, la temporada navideña es excelente oportunidad para descansar, divertirse y tener mayor contacto con los seres queridos. Sin embargo, ésta es solamente una cara de la moneda, pues también encontramos a individuos que viven este periodo con angustia, enojo o hartazgo, entre otras emociones negativas de las que buscan desprenderse de cualquier forma, y que incluso pueden llevarles a visitar a un especialista (psiquiatra, psicólogo). El encuentro con familiares cercanos generalmente implica cierto grado de tensión porque la convivencia no transcurre como uno desearía ni de acuerdo con los mensajes que transmiten los medios informativos en esta época.
Expertos psicoanalistas aseguran que los principales conflictos están relacionados con las demandas afectivas de cada asistente a la celebración. Asimismo, la ausencia de seres amados, la visita de algún miembro de la familia no querido, o el reencuentro con parientes poco apreciados, son algunas de las situaciones más comunes que generan tensión en estos días tan especiales por la carga emocional, cultural, psicológica y social que encierra el festejo de la Navidad.
Choque de sentimientos
Estas fechas pueden ser estresantes porque las personas experimentan la “obligación” de cumplir demasiados compromisos, como acudir a reuniones para no “herir” los sentimientos del anfitrión si llegaran a faltar, o ver al viejo amigo a quien se le prometió visitar desde hace varios meses, por ejemplo; simultáneamente, es necesario continuar con las actividades regulares que por sí mismas ocupan todo el día.
En consecuencia, aparece desesperación, lo que suele traducirse en mal humor, irritabilidad y escasa tolerancia. El resultado es el escenario perfecto para acentuar conflictos familiares preexisten-tes o, lo que es peor, ¡generar nuevos!
Quienes se dedican a estudiar a fondo el funcionamiento de las relaciones sociales hablan, en términos generales, de los diferentes tipos de problemas que surgen durante la época navideña:
Permanentes. Son conflictos presentes durante todo el año, que contrastan con el espíritu de estas fechas. Un ejemplo es el hijo que suele ser cruelmente irónico cada vez que visita a la familia, lo cual desentona con la cena del 24 de diciembre, ya que padres y hermanos sentirán con mucha más fuerza que “algo no anda bien con el joven”. Igualmente, siempre existe la prima o el hermano al que no le interesa la puntualidad, y de quien se esperaría que por ser la reunión de Nochebuena hiciera una excepción; si esto no sucede, ese rasgo causará mayor disgusto del habitual.
De la temporada. Es frecuente que durante las fiestas decembrinas las familias se enfrenten a tareas y decisiones que alteran el ánimo, pues deben definir, por ejemplo, dónde se reunirán para cenar, quién elaborará los platillos, qué regalos adquirir y cuánto dinero gastar. Todo esto suele perturbar a aquellos que atraviesan difícil situación económica, ya sea por estar desempleados o tener deudas que crecieron a lo largo del año.
Profundos. En todas las familias existen viejas dificultades o rencillas que generalmente pasan a segundo plano (pero no desaparecen) porque los integrantes viven de manera independiente y el trato personal deja de ser cotidiano. Sin embargo, el conflicto reaparece porque en esta temporada se dispone de más tiempo para tratar estos problemas. Es el caso de parejas que no han aprendido a comunicarse, ya que el resto del año sólo se ven al final del día o durante el fin de semana; por ello, su vida resulta más ordenada o pautada, lo que les impide darse cuenta de su falta de diálogo hasta que tienen oportunidad de convivir más tiempo.
Diferentes costumbres, pero sin rigidez
Los principales problemas en estas fechas se relacionan con los la idiosincracia de cada familia. Habitualmente, cada hijo que se separa de casa e inicia vida independiente, crea su propia cultura, reglas, costumbres y ritos que en Navidad entran en conflicto con las creencias familiares de origen. Las demandas afectivas de todos y cada uno de ellos (abuelos, padres, hijos, nietos, primos, etc.) pueden dificultar mucho la toma de decisiones y el bienestar de la familia.
Crearnos altas expectativas de “ser felices” o estar en “permanente estado de algarabía”, como anuncia la televisión, no ayuda a superar los conflictos familiares en estos días. Por el contrario, es conveniente que cada individuo lleve a cabo la tarea personal de encontrar significado propio a las celebraciones de fin de año, independientemente de la religión que profese. Así, frente a la nostalgia por la ausencia de familiares queridos, o ante el enojo de no haber alcanzado las metas propuestas 12 meses atrás, lo mejor es centrar los pensamientos en hechos positivos y apreciar más lo que se tiene, comenzando por la salud, que es indudablemente el bien más valioso con el que cualquier ser humano puede contar para planear su futuro.

Finalmente, es recomendable tomar en cuenta que, sin importar la época del año o el momento que celebremos, un sabio consejo que facilita la convivencia es respetar a los demás y ser flexible, es decir, alejarnos de la rigidez de pensar que en Navidad todo debe ser perfecto o funcionar como lo dice la publicidad.

Si aprendemos a ver las fiestas de diferente forma, sin culpas del pasado, simplemente disfrutando la convivencia del momento, cualquier reencuentro puede resultar cómodo y, lo mejor, ¡inolvidable!