El Papa urgió a los participantes en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que tiene lugar estos días en París, a lograr un acuerdo que permita preservar el planeta para las futuras generaciones.
Durante su bendición dominical con la oración mariana del Angelus, que pronunció asomado a la ventana de su estudio personal en el Palacio Apostólico del Vaticano y ante miles de personas congregadas en la Plaza de San Pedro, Francisco lanzó una pregunta.
«¿Qué tipo de mundo deseamos transmitir a quienes vendrán después de nosotros, los niños que están creciendo?», cuestionó, parafraseando a su propia carta encíclica relacionada con el cuidado del medio ambiente, «Laudato si».
Pidió, «por el bien de la casa común, de todos nosotros y de las futuras generaciones», que en la capital francesa se haga todo esfuerzo encaminado a atenuar el impacto del cambio climático y, al mismo tiempo, a contrastar la pobreza y hacer florecer la dignidad humana.
«Recemos porque el espíritu santo ilumine a quienes están llamados a tomar decisiones tan importantes y les de la valentía de tener siempre como criterios de elección el mayor bien para la entera familia humana», pidió.
Además recordó que la víspera en la localidad de Chimbote, en Perú, fueron declarados como beatos de la Iglesia católica los frailes franciscanos Michele Tomaszek y Zbigniew Strzalkowski, junto al sacerdote misionero Alessandro Dordi.
Ellos fueron asesinados en 1991 «por odio a la fe» a manos de integrantes del grupo guerrillero de matriz maoísta Sendero Luminoso.
Al respecto, Jorge Mario Bergoglio exclamó: «La fidelidad de estos mártires en el seguir a Jesús de la fuerza a todos nosotros, pero especialmente a los cristianos perseguidos en diversas partes del mundo, a dar testimonio con valentía del evangelio».
En su reflexión el Pontífice habló además de la necesidad de «conversión» que tienen todas las personas, especialmente los cristianos, quienes no deberían pensar que «están bien» porque son creyentes.
Instó a los fieles a preguntarse si, en las varias situaciones de la vida, ellos tienen los mismos «sentimientos de Jesús» y les pidió preguntarse si, cuando sufren alguna injusticia o afronto, logran reaccionar sin animosidad y a perdonar de corazón a quien les pide perdón.
Sostuvo que en los «actuales desiertos de la humanidad, que son las mentes cerradas y los corazones duros» Dios ofrece incesantemente, casi con testarudez, la salvación, porque quiere a todos los seres humanos «libres de la esclavitud del pecado».
«Si miramos a nuestro alrededor encontraremos personas que estarían disponibles a comenzar y a recomenzar un camino de fe, si encontrasen a cristianos enamorados de Jesús. ¿No deberíamos y no podríamos ser nosotros esos cristianos?», interrogó.
«Pero debemos ser valientes: bajar las montañas del orgullo y la rivalidad, llenar las zanjas de la indiferencia y de la apatía, enderezar los senderos de nuestra pereza y de nuestros compromisos», ponderó.