Los árabe israelíes (alrededor de un 20 por ciento de la población del país) perciben un aumento del racismo contra ellos fruto de la oleada de ataques de palestinos contra israelíes que vive la región, que ha causado en dos meses la muerte a cerca de unos veinte israelíes.
«El discurso en la sociedad israelí se ha deteriorado, en buena parte por el actual ciclo de violencia», dijo a Efe el diputado árabe israelí Yousef Yabari, de la Lista Unida, que señaló que «hay una incitación y deshumanización contra la comunidad árabe que ya no es un fenómeno marginal, sino que se ha convertido en algo normal».
El problema es que el racismo, a su entender, se ha vuelto un discurso aceptable incluso en la política y entre representantes oficiales.
El viceministro de Interior israelí, Yaron Mazuz, recuerda, declaró recientemente que Israel «hace un favor» a los ciudadanos árabes «por dejarles estar aquí» y «la diputada del Likud Anat Barko pidió que cacheen a los diputados árabes a la entrada de la Kneset (Parlamento)».
La población árabe israelí está compuesta por los palestinos que se quedaron en el país tras crearse el estado de Israel y sus descendientes, una minoría de cerca de 1.700.000 personas.
En los últimos meses «ha empeorado el estatus social, legal y político de los ciudadanos árabes y la certeza de que no son vistos como iguales», dice Yabari, con el que coincide su compañera en la Cámara, Aida Toma-Sliman.
«La incitación» desde las altas esferas «está haciendo daño a las relaciones y no se puede decir que cuando acabe esta oleada todo volverá a su lugar porque nunca es así», considera la diputada, para quien con la violencia «el clima se ha vuelto mucho más tolerante con el racismo» contra su comunidad.
Según el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí, desde mediados de septiembre han muerto en Israel 19 israelíes y otras dos personas de otras nacionalidades, y más de doscientas han sido heridas en más de un centenar de ataques palestinos: 86 apuñalamientos, 13 atropellos intencionados y 31 agresiones con arma de fuego.
En este periodo han muerto 114 palestinos, más de la mitad atacantes o supuestos atacantes abatidos y el resto en enfrentamientos con fuerzas del Ejército israelí.
La violencia y el miedo en las calles han aumentado el recelo y las sospechas entre las dos comunidades.
«Incitan contra nosotros porque somos palestinos y estamos en contra de la ocupación. Lo que ha ocurrido en las últimas semanas no es ajeno a este proceso», manifiesta Yabari, que recuerda que el propio primer ministro, Benjamín Netanyahu, ha llegado a decir que los diputados de su comunidad «marchan bajo la bandera del Estado Islámico».
«Nos hace parecer el demonio para legitimar medidas contra nosotros», acusa.
Rawnak Natour y Ron Gerlitz explicaban en un artículo del diario Haaretz como la cadena de ataques palestinos ha llevado a una dura reacción social, con mensajes de odio y exclusión contra los árabes en las redes sociales y múltiples exigencias de despedir a trabajadores árabes de escuelas judías, algunas de las cuales se han hecho efectivas y otras han derivado en que se les prohíba la entrada a los colegios en horas lectivas.
«El temor y pánico entre los padres es comprensible», cuentan, pero añaden que también los árabes tienen miedo porque, si bien no están siendo atacados con cuchillos «si se les está atacando en muchos lugares, física y verbalmente, y muchos están evitando hablar en su idioma en lugares públicos».
Amnon Bexeri-Sulitzeanu, codirector de la ONG de coexistencia Fondo de Iniciativas Abraham ha instado al gobierno israelí a «condenar los actos de xenofobia, ataques e incitación contra los ciudadanos árabe israelíes que se ven a diario» y a apostar por la integración de la minoría árabe, su trato en igualdad y su acceso a la educación superior.
«El Gobierno no solo no está haciendo lo suficiente sino que a veces es parte de esta incitación», estima el también codirector de esta organización Thabet Abu Ras.
El diputado árabe israelí Jamal Zahalka denuncia haber recibido cientos de amenazas de muerte por extremistas ultranacionalistas judíos y asegura que «la ola de odio e incitación anti-árabe no tiene precedentes, siquiera para los estándares israelíes».
Una situación que, a su entender, no va a contribuir a acabar con la violencia, sino que por el contrario, no hará más que alimentarla.