Antibióticos, arma de dos filos

Cuando tenemos fiebre, ya sea acompañada de dolor de garganta, diarrea o molestias al orinar, acostumbramos correr hacia el botiquín en busca de los antibióticos que fueron recetados anteriormente pues, por un lado, es común asociar la temperatura alta con procesos infecciosos y, por el otro, se cree que dichos medicamentos surtirán el mismo efecto. ¡Grave error!, ya que no tenemos idea sobre cuál es el microbio responsable de la enfermedad, y lo único que conseguiremos es dañar nuestro organismo.
«Debe considerarse que el uso indebido de antibióticos puede ocasionar problemas graves de salud, como alergias, intoxicación y resistencia bacteriana. Además, al ingerir alguno que no ataca a los gérmenes que están dañando se favorece su reproducción, lo que ocasiona que la enfermedad empeore e, incluso, pueda causar la muerte», advierte el Dr. Gilberto Castañeda Hernán-dez, quien es jefe del Departamento de Farmacología del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinves-tav) del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
Para diferentes problemas
El término antibiótico, etimológicamente significa «contra la vida», por lo que es posible pensar que estos fármacos son capaces de matar a cualquier microorganismo pero, por cuestiones de efectividad, su uso se ha enfocado sólo a la exterminación de bacterias. Desde su aparición demostraron ser excelente arma para combatir diversas infecciones y han logrado tratar eficazmente muchas enfermedades que antes se consideraban incurables, por ejemplo:
Peste. Ocasiona fiebre alta, malestar general, dolor de cabeza, tos e inflamación de ganglios (regiones donde se sitúan las defensas). Tos ferina. Comienza como gripe que después se agrava y causa tos incontrolable y dificultad para respirar.
Tuberculosis. Afecta gravemente a los pulmones, pero puede atacar otras partes del organismo, como cerebro, riñones o columna vertebral; sus síntomas incluyen tos intensa con expulsión de sangre, debilidad, pérdida de peso y dolor en pecho.
Neumonía. Infección de los pulmones que causa fiebre, escalofríos, sudoración, tos acompañada de expecto-raciones, dolor en tórax, falta de apetito y dificultad para respirar. Dichos medicamentos se clasifican como de amplio y reducido espectro; los primeros exterminan o controlan el crecimiento de varios tipos de bacterias, en tanto que los segundos matan a una o dos clases de dichos microbios, pero su potencia es mayor. «Es importante saber que los antibióticos actúan a través de dos mecanismos principales: matando a los micro-organismos existentes (acción bactericida) e impidiendo su reproducción (acción bacteriostática)», refiere el también expresidente de la Asociación Mexicana de Farmacología (Amefar).
Cabe destacar que los antibióticos pueden administrarse de diferentes formas, lo cual es determinado por el médico tomando en cuenta problema y gravedad del paciente: Local. Su aplicación es sobre área específica, co-mo piel, ojos y membranas mucosas; están disponibles en polvo, ungüento, gotas y pomadas.
Oral. Ingresa al organismo mediante tabletas, suspensiones y cápsulas, y se libera en el intestino delgado para ser absorbido en el torrente sanguíneo.
Parenteral. Se aplica mediante inyección subcutánea (debajo de la piel), intra-muscular (en un músculo) o intravenosa (en las venas); se recurre a esta técnica cuando el paciente sufre grave infección, pues de esta manera se obtiene concentración fuerte y rápida del medicamento.
«La elección de un antibiótico se hace en base al tipo de infección que sufre el paciente, lo que puede conocerse mediante interrogatorio, revisión física y análisis de laboratorio (muestra de flemas, sangre, orina o tejido); asimismo, se toma en cuenta gravedad de la enfermedad, toxicidad del fármaco y antecedentes alérgicos del afectado. De esta manera es posible prescribir sin riesgos», acota Castañeda Hernández.

Entre las variedades de antibióticos encontramos los siguientes grupos:

Penicilinas. Procedentes del hongo Penicillium, son los más antiguos y, en muchos casos, los de primera elección; actúan rompiendo la pared bacteriana.
Cefalosporinas. Similares a las penicilinas, pero a diferencia de aquéllas se obtienen mediante síntesis química (procedimiento que no incluye la utilización de productos naturales).
Aminoglucósidos. Actúan sobre células bacterianas en crecimiento.
Macrólidos. Son útiles para tratar variedad de infecciones, por lo que resultan ideales para quienes son alérgicos a la penicilina.
Tetraciclinas. Se prescriben para tratar infecciones en boca, bronquitis y las ocasionadas por bacterias extrañas.
Quinolonas. Generalmente se utilizan para tratar infecciones en vías urinarias.
Sulfamidas. Eficaces para combatir diversidad de bacterias, pero se usan especialmente para tratar infecciones urinarias y bronquiales.
¡Cuidado!, las posibilidades se reducen
Cuando una población de bacterias es expuesta a determinado antibiótico, las más vulnerables mueren, pero sobreviven algunas; esto ocurre cuando no se administra la dosis adecuada del medicamento, si no se toma a la hora indicada, o bien, cuando el mismo paciente se prescribe el fármaco. Si a los microorganismos que sobrevivieron se les brinda otra dosis de un antimicrobiano diferente que no haya recomendado el especialista de la salud, se vuelven resistentes y puede llegar un momento en que no sea posible exterminarlos con sustancia alguna. En la actualidad, podemos apreciar lo anterior en algunos casos de tuberculosis y neumonía.

«Lo más peligroso es que las bacterias sobrevivientes no sólo ‘aprenden’ a resistir el ataque de los medicamentos, sino que transmiten la información a las siguientes generaciones y, a su vez, a otro tipo de microbios», explica el especialista del Cinvestav.

«El principal error -agrega- que cometen los pacientes es ingerir antibióticos que en algún proceso infeccioso del pasado resultaron eficaces, pero la mayoría de las veces no se trata del medicamento ni de la dosis adecuada, ya que la enfermedad actual puede ser ocasionada por hongos o virus, y esos fármacos no combaten a estos microorganismos. Con estas acciones se promueve la resistencia bacteriana y algunos efectos adversos, como reacciones alérgicas, intoxicaciones, problemas gastrointestinales y destrucción de la flora microbiana que protege al organismo», detalla Castañeda Hernández.

Por otra parte, dicha situación suele complicarse todavía más cuando se realizan diagnósticos equivocados, «pues algunos médicos no tienen la suficiente experiencia para determinar con base en los síntomas del paciente si la infección es ocasionada por virus o bacterias, y recetan antibióticos; por esta razón, lo más recomendable es ofrecer, en principio, tratamiento que alivie los síntomas y solicitar análisis clínicos, para que una vez que se tengan los resultados se prescriba el antimicrobiano adecuado», señala el expresidente de la Amefar.

Por último, el Dr. Castañeda Hernández aconseja «evitar la automedicación y nunca hacer caso a las recomendaciones de los familiares, amigos o del dependiente de farmacia, lo mejor es consultar a médicos altamente capacitados».

Tome en cuenta que la decisión de recetar un antibiótico y la elección del mismo sólo es responsabilidad del médico; siempre tenga en mente que el uso de estos medicamentos no es cosa de juego, ya que si se toman sin medida es posible que en el futuro simple infección de garganta nos cause la muerte.