Sin duda alguna, nuestro cerebro constituye la unidad de almacenamiento más sofisticada que existe, lo que se debe a su amplia capacidad para guardar y ordenar información, así como a la forma de utilizarla. En este contexto la memoria se convierte en la protagonista, ya que es básica para que el resto de las funciones cerebrales se realicen adecuadamente, ésto se debe a que la mayoría de ellas van a utilizar la información que previamente se ha registrado para poder cumplir con sus labores.
Por ejemplo, si tenemos que hacer algún cálculo matemático inmediatamente se «abren los archivos» donde se encuentran almacenados los números y procedimientos para realizar operaciones aritméticas. En el caso del lenguaje sucede lo mismo, pues para emplearlo correctamente de manera automática brotan las palabras que hemos aprendido, las cuales están almacenadas en nuestro registro cerebral.
Al respecto, la neuróloga Lilia Núñez Orozco -jefa del Departamento de Neurología del Centro Médico Nacional 20 de Noviembre del ISSSTE- explica en entrevista que «la memoria es una de las funciones cerebrales superiores que se encarga de registrar los eventos que suceden a diario, los cuales se almacenan en forma selectiva, es decir, de acuerdo a la atención que se le ponga a cada uno de ellos. Es importante que tomemos en cuenta que a todas horas estamos rodeados de estímulos, pero únicamente recordaremos aquellos que son relevantes para nosotros».
Asimismo, la especialista refiere que «la memoria va más allá, pues no sólo consiste en guardar información, sino también incluye la capacidad de acceder a la ‘base de datos’ cuando se necesite. De nada nos serviría tener un registro que al momento de requerirlo no lo pudiéramos acceder; esto es algo similar a cuando queremos abrir un archivo de la computadora y no lo podemos hacer».
Cómo funciona
Para entender de qué manera trabaja la memoria hay que pensar que así como hay recuerdos de nuestras acciones más preciadas, también los hay de sonidos que generan en nuestro interior sensaciones agradables, o bien, miedo o angustia. ¿Cuántas veces comer determinado platillo nos traslada mentalmente a la infancia o percibir un aroma nos hace acordarnos de amores pasados?, seguramente muchas. Lo anterior sucede gracias a la memoria, que es en sí amplio sistema de interco-nexiones de neuronas (células nerviosas) a manera de red que, en cuestión de fracciones de segundo, nos indica que ya hemos vivido o almacenado determinada información. Imaginemos que al oler un rico postre se activa una zona del cerebro donde se registran los aromas, área que a su vez se conecta con la que se encarga de almacenar imágenes y con la que guarda las sensaciones. De esta forma, un simple estímulo oloroso nos trae en un instante recuerdos, visiones y sentimientos relacionados a la comida de mamá.
«La información registrada en la memoria se efectúa a través de conexiones en las neuronas, células que para funcionar adecuadamente requieren de la preservación de neurotransmisores (mensajeros nerviosos) involu-crados en el proceso, principalmente acetilcolina», advierte la Dra. Núñez Orozco.
Todos sabemos que la memoria tiene diversos grados de retención de la información pues, como hemos experimentado en varias ocasiones, hay datos que perduran en la mente toda la vida, otros que desaparecen con el paso del tiempo, algunos que nos cuesta trabajo recordar y aquellos que reconstruimos. Con base en lo anterior, los estudiosos en la materia la han clasificado en diversas ramas, las cuales de acuerdo a la neuróloga Núñez Orozco son:
Retención. Permite guardar información nueva a corto plazo, por ejemplo, cuando alguien nos proporciona un número telefónico y sin apuntarlo lo marcamos al poco tiempo.
A corto plazo. Consiste en registrar y recordar hechos que han sucedido hace varias horas, por ejemplo, acordarse de lo que se desayunó un día antes.
A mediano plazo. En este tipo de memoria la información se mantiene por más tiempo, pues podemos acordarnos de sucesos de hace unos cuantos años o meses.
A largo plazo. Almacena acontecimientos que han ocurrido mucho tiempo atrás, como es el caso de sucesos que tuvieron lugar en la infancia.
Procedimental. Gracias a este tipo de memoria es posible realizar de manera automática algunas acciones cotidianas, en las cuales la conciencia se vuelve prácticamente inútil. Así, casi sin pensar, nos acordamos de poner el despertador, cerrar con llave la puerta de la casa cuando salimos o qué trayecto debemos hacer para ir al trabajo.
Declarativa. Está constituida por recuerdos que permanecen en el tiempo y que se pueden revivir voluntaria o involuntariamente; comprende la memoria episódica (está relacionada a sucesos cotidianos) y la semántica (almacena los conceptos aprendidos y conocimientos).
Olfativa. Se manifiesta cuando percibimos un olor que de inmediato nos trae recuerdos a la mente de algo que vivimos tiempo atrás, los cuales pueden ser agradables o desagradables, y se grabaron porque tuvieron un fondo emocional importante.
Olvidos comunes
Es fácil memorizar lo que nos interesa, especialmente si tiene relación con un pasatiempo, profesión o si están implicados los sentimientos, información que se considera importante. Por esta razón, a tales datos se les reserva un sitio privilegiado en el cerebro, el cual es fácilmente alcanzable por las células cerebrales cada vez que se requiere usarlos.
Además, aunque sean modificados y reinterpretados, los datos relevantes se tienen siempre al alcance de la mano hasta que pierden su importancia, lo que significa que como la información no se vuelve a recordar pasado un tiempo parece desvanecerse porque las neuronas olvidan el recorrido para alcanzarla.
No obstante, hay ocasiones en que nos resulta imposible acordarnos de algún dato y sentimos que lo «tenemos en la punta de la lengua», pero por más intentos que se hacen no es posible recordarlo. Sobre ello, la Dra. Núñez Orozco explica que «hay momentos en que todos podemos tener alteraciones transitorias de la memoria, principalmente al estar cansados, estresados, con demasiados estímulos externos o varias tareas que realizar simultáneamente; entonces, tenemos olvidos, los cuales son completamente normales».
Cabe destacar que en ocasiones, a pesar del esfuerzo y saber que tenemos capacidad suficiente, parece que la memoria no responde, que se niega a trabajar, lo que puede deberse a:
No dormir el tiempo suficiente (mínimo ocho horas al día).
Consumo excesivo de alcohol.
Falta de interés real.
Alteraciones en la memoria
Es importante saber que la memoria, al igual que otros procesos del organismo, no está exenta de sufrir alguna alteración. «Hay personas que pueden experimentar la llamada amnesia global transitoria, trastorno que bloquea los recuerdos durante varias horas y que puede deberse a alteraciones en la circulación sanguínea del cerebro. En estos casos el paciente puede hablar, caminar y realizar sus actividades, pero no registra lo que sucede, por lo que al volver a la normalidad será imposible que se acuerde de los sucedido», señala la Dra. Núñez Orozco.
Si dicho trastorno no se repite, no deja ninguna consecuencia indeseable en el afectado, pero sí es una llamada de atención de la probable existencia de una falla circulatoria a nivel cerebral; generalmente los afectados tienen ciertos factores de riesgo, como presión arterial alta, niveles elevados de colesterol en sangre o diabetes.
Cabe destacar que los periodos de amnesia también pueden asociarse con frecuencia a golpes en el cráneo, ingesta excesiva de drogas y alcohol, y formación de coágulos en los vasos sanguíneos del cerebro.
Existen otras alteraciones que llegan a ser irreversibles y son progresivas, tal es el caso de la demencia Alzheimer, en la cual comienza a verse afectada la memoria reciente debido a que los hechos pasados quedaron grabados de una manera más firme. No obstante, conforme avanza la enfermedad también se pierde dicha información.
Por último, la neuróloga acota que «es necesario que toda la gente tenga presente que la demencia no es el resultado del proceso normal de envejecimiento, como erróneamente se ha conceptualizado. Incluso, este desacierto se presenta en muchos médicos que, en caso de que les visite una persona de edad avanzada a la que se le olvidan las cosas, dictaminan que esta situación es un hecho normal en el anciano».
Añade: «En realidad, lo que se espera es que todo paciente se mantenga lúcido hasta el último momento de su vida, y si no es así quiere decir que tiene una enfermedad, con mucha probabilidad Alzheimer, por lo que es necesario hacer una evaluación desde que se manifiestan los primeros síntomas», como perder las cosas o dejarlas en lugares poco usuales, presentar dificultad para recordar a personas cercanas, desorientarse en lugares familiares (incluso en la calle o colonia) y mostrar agitación, inquietud o nerviosismo.
Considere que nunca está de más estimular la memoria, lo cual puede lograrse mediante la lectura frecuente, juegos de mesa, música y, por qué no, al recordar los viejos tiempos con otras personas, de esta manera se pone a trabajar al cerebro para que pueda retener la información durante más tiempo.