Disfunciones sexuales, pueden ser problema de dos

De acuerdo con la Asociación Mexicana para la Salud Sexual, A.C. (AMSSAC), con sede en el Distrito Federal, las disfunciones sexuales son problemas en el funcionamiento erótico que, por lo general, impiden el desarrollo de una vida íntima plena y la creación de vínculos satisfactorios en pareja, además de que deterioran la autoimagen y autoestima personal.
Diversos estudios han señalado que los cuatro problemas más comunes de este tipo (aunque no únicos), son: deseo inhibido o hipoactivo, anorgasmia o ausencia de orgasmo, disfunción eréctil (incapacidad repetida de lograr o mantener una erección) y eyaculación precoz (falta de control sobre el reflejo eyaculatorio).
Tales alteraciones responden a diferentes causas, ya que pueden involucrar factores físicos (enfermedades, uso de medicamentos, dolor), psicológicos (estrés, depresión, pensamientos negativos), vinculares (relaciones disfuncionales, discusiones, violencia, cortejo pobre o inadecuado, infidelidad) y sociales (exigencias estéticas y personales desmedidas, crisis económica, falta de información); por ello, cada una requiere tratamiento específico, aunque debemos reconocer que tienen algo en común: lo menos conveniente es enfrentarlas en solitario.
La Dra. Claudia Rampazzo, ginecobstetra y experta en terapia familiar y sexual por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM, en el Distrito Federal), explica que todo ser humano debe saber que posee derechos sexuales, como autonomía, integridad y seguridad, privacidad, igualdad y a experimentar placer. También se le debe garantizar la libertad de expresar sus emociones, recibir información médica confiable y ejercer su erotismo en forma segura y libre, todo ello sin importar cuál sea su orientación sexual.
En ese contexto, los peores enemigos de la sexualidad, señala la especialista, son ignorancia, silencio, negación, preocupación y culpa, aspectos que aparecen con suma frecuencia cuando una disfunción aqueja a alguno de los integrantes de la pareja. “Todos tenemos derecho a una vida sexual plena, aunque muchos ignoran la diversidad a la que tienen acceso. La satanización del placer no permite buscar ayuda y algunas disfunciones incluso pueden tener complicaciones serias cuando no se atienden a tiempo”, advierte Rampazzo, quien también es autora del libro Guía de la entrepierna.
Es un hecho: los trastornos sexuales influyen directamente en la actitud y estado de ánimo de la pareja. Muchas investigaciones demuestran que hombres y mujeres con comunicación de pareja ausente o limitada manifiestan sentimientos como depresión y frustración. Asimismo, los estudios también muestran que cuando ambos hablan sobre el problema se sienten reconfortados y es más probable que busquen tratamiento. En definitiva, buscar ayuda profesional no sólo le sirve al paciente sino a la relación en sí. Los terapeutas están seguros: cualquier disfunción sexual afecta a los dos miembros de una relación y es por ello que el éxito del abordaje terapéutico depende de la buena comunicación y motivación de ambos.
Información, elemento indispensable
La AMSSAC ha señalado que 30% de la población femenina que acude a sus instalaciones en busca de ayuda padece deseo sexual hipoactivo (disminución o ausencia de fantasías eróticas, así como escaso interés por involucrarse en algún tipo de actividad sensual); 15% experimenta trastornos de excitación y 17% vaginismo (contracción involuntaria de los músculos que rodean la entrada de la vagina y que impide la penetración, casi siempre ocasionando dolor).

Por su parte, la Sociedad Mexicana de Sexología Humanística Integral (Someshi) establece que 70% de sus pacientes sufren problemas de anorgasmia.

No hay duda de que tales datos reflejan la cultura represiva que existe en torno al erotismo femenino, y así lo perciben los especialistas en salud sexual. Ellos saben que las disfunciones sexuales pueden tener causas orgánicas (debido a alguna enfermedad o problemas hormonales), pero las evidencias muestran que es muy probable que la mayoría sean de origen predominantemente psicológico.

«La sociedad limita el placer genital de la mujer y fomenta el corporal, así que para ella todo son caricias y afecto, ¡pero es como si no tuviera órganos sexuales! Lo contradictorio es que en la infancia y pubertad se le dice: ‘no te toques ahí, es malo’, y cuando llega el día de la boda se cree que mágicamente empezará a sentir y a llegar al orgasmo», apunta la Dra. Alma Aldana, miembro de AMSSAC.

La terapeuta abunda en que el erotismo masculino se desarrolla antes, durante y después de la pubertad, mientras que el género femenino no tiene las mismas oportunidades para aprender a sentir. Como es lógico, “al llegar a la edad adulta la mujer tiene el deseo inhibido, sufre vaginismo o anorgasmia. Sólo se permite desear cuando se enamora, y en esos casos lo hace para complacer a su pareja, no para su propio goce”, refiere.

Las disfunciones sexuales no aparecen de un día a otro, sino que se construyen con la calma de la gota de agua que termina por penetrar la roca más sólida. Al respecto, la Dra. Selma González Serratos, investigadora de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM, en el Distrito Federal), recuerda que a las niñas no se les enseña la parte erótica de su ser. “Los centímetros en torno a sus genitales se consideran casi inexistentes. Es algo que no se toca, no se ve, es ‘sucio’, porque está junto a ‘la cloaca’, y es indecente. La criatura que recibió esos mensajes llega a la edad adulta con un cuerpo que le es ajeno”.

Esto significa, en voz de la connotada terapeuta, “que nuestras madres y mujeres mayores tendrían que habernos enseñado que el cuerpo femenino no es sólo para tener hijos, o para darle gusto a otros, sino para disfrutarnos y sentirnos. No deberían existir tantas restricciones para que las mujeres manifiesten su erotismo. Si un hombre lo expresa, es un cachondo, pero si una mujer lo hace, no se percibe así. Es algo que nos avergüenza».

La mayoría de quienes sufren este problema no han aprendido a reconocer cuáles son sus puntos físicos sensibles y cómo estimularlos, habiendo tenido experiencia masturbatoria pobre en cantidad y calidad. Por tanto, si la mujer no sabe qué partes de su anatomía física y genital estimular, ni de qué manera hacerlo, no podrá alcanzar el orgasmo sola ni explicar a su pareja cómo le gusta ser estimulada.

Ayuda profesional
La asesoría de un especialista en sexualidad es gran opción, siempre y cuando la pareja acuda sin prejuicios y con la mente completamente abierta. Vale la pena resaltar que no se trata de culpar al compañero o compañera de la situación, sino de aceptar que lo que le sucede a uno afecta directamente al otro.

Muchas veces, detectar el problema y ofrecer una solución puede resultar más sencillo de lo que parece; en otras, como en caso de disfunción eréctil (DE) perfectamente diagnosticado, se debe cumplir con el tratamiento médico al pie de la letra, pero también es muy importante la comprensión de la pareja.

Al detallar las características del abordaje de las disfunciones sexuales enfocado a cada miembro de la pareja, la terapeuta Alma Aldana indica que la sexualidad femenina es más compleja que la masculina. “Ellas no sólo quieren que les hagan el amor; también desean que le hablen bonito. Por ello, los especialistas que tratamos a estas pacientes tenemos la encomienda de quitar mitos, culpas y prejuicios, hacer que conozcan sus genitales y lograr que acepten que se puede tener placer sin culpa. Todo esto tiene que ver con la autoestima, la identidad, y de allí la complicación”.

Por su parte, “en el caso de los hombres solemos trabajar con su integridad para lograr que no todo se centre en la genitalidad, y que sean seres humanos capaces de sentir con todo el cuerpo”, afirma la sexóloga.

Finalmente, los expertos en salud sexual coinciden en que las cosas han cambiado diametralmente en los últimos tiempos. Hasta hace poco, la inmensa mayoría de las personas que acudían a consulta lo hacían en solitario, mientras que ahora es más fácil que asistan parejas, aunque no es todavía lo más común.

También cabe señalar que antes las mujeres acudían con el fin de ayudar a su cónyuge a sentirse bien, mientras que ahora lo hacen para solucionar sus propios problemas. “La actitud con que ellas venían a terapia —relata el sexólogo David Barrios— era: ‘Me pongo al servicio de mi marido’, porque se pensaba que si el hombre no tenía buenas erecciones o eyaculaba pronto, la responsabilidad era femenina. Ahora hay más información, si bien en muchos casos persiste el reto de hacer que la pareja comprenda que esta problemática implica a los dos”.