El alcohol ha comenzado a dejar las calles del Festival Internacional Cervantino (FIC) para entrar ahora a sus teatros. De la mano de sus organizadores, este año el encuentro cultural que termina el próximo domingo, promueve la venta de bebidas alcohólicas en los bares que han sido instalados dentro de diferentes escenarios artísticos de Guanajuato como el Teatro Cervantes o el Auditorio del Estado.
“Sucede en todos los teatros del mundo”, justifica Jorge Volpi, director del FIC, cuando se le pregunta a qué obedece la instalación de puntos de venta de cerveza dentro de las propias instalaciones del encuentro. Para el funcionario no existe contradicción entre los intentos con que otras administraciones y el gobierno de Guanajuato buscaron borrar la imagen de ser “la cantina más grande del mundo” y promover el consumo de bebidas dentro de los teatros.
Antes de cada función, en los diferentes escenarios del FIC los asistentes se encuentran con refrigeradores y barras iluminadas con llamativas luces en las que pueden adquirir cervezas y bebidas tipo sidra por 35 pesos, consumirlas en su propio envase y en las mesas y sillas instaladas por los propios patrocinadores. Si bien teatros como el Juárez nacieron con servicio de bar, en los nuevos establecimientos sólo se promocionan dos marcas.
”Antes –afirma Volpi– siempre se vendieron otro tipo de cervezas en los teatros, ahora simplemente cambio porque el patrocinador es Heineken”. ¿Antes se dijo que al Cervantino sólo se venía a beber?, se le pregunta. “Eso no tiene nada que ver con el control, que es muy estricto, y nuestras medidas de seguridad para que, por ejemplo, esté absolutamente prohibido beber en la calle y el ambiente creo que ha mejorado enormemente en el festival. Eso nada tiene que ver con que alguien pueda tomar una cerveza en el intermedio de un espectáculo”.
“En todos los teatros del mundo, en todos los espectáculos del mundo, uno puede tomar una copa de vino, una cerveza: no hay necesidad de controlar nada. No es el caso, no se trata más que de mantener algo que sucede en todos los teatros del mundo y que ha ocurrido en el festival durante mucho tiempo”. ¿No le parece que hay contradicción en un festival que se trató de quitar ese estigma de ser la cantina más grande del mundo? “Nada tiene que ver con la imagen, el control del alcohol en las calles, con las medidas de seguridad hace que el ambiente sea muy bueno en el festival, que una persona adulta pueda tomar una cerveza en el intermedio de un espectáculo no tiene nada que ver con eso”, piensa.
Este año el consumo de alcohol en la vía pública sigue siendo una de las preocupaciones de las autoridades quienes han optado por aumentar la seguridad policiaca para controlarlo. Apenas, a principios de octubre, el gobernador de Guanajuato Miguel Márquez Márquez, afirmó que la imagen del Cervantino había cambiado: “están ya retirándoles las bebidas de la vía pública, no queremos que se desvirtué un festival que es cultural, que es artístico, que es familiar”. Para establecer el orden, informó, estaban listos el Ejército, la Gendarmería Nacional y la Policía Federal, así como las policías locales.
En su LXIII edición, el FIC ya ve con normalidad la presencia de efectivos militares en sus calles. Por toda la ciudad patrullan vehículos de la Gendarmería y la Policía Federal, incluso instaló un stand de información, exhibe algunos de sus vehículos donde la gente puede tomarse fotografías y ofrece conciertos en la Plaza de la Paz. Antes de cada función, en todos los teatros también se puede ver efectivos con armas largas.
La presencia policiaca y su “control que es muy estricto” –como lo llama Volpi– fue la fórmula que se utilizó para combatir el ambiente que bautizó al FIC como “la cantina más grande del mundo” y transformaba la ciudad en corredores donde se bebía sin ninguna restricción, se pernoctaba en las calles y poco se cuidaba la ciudad. El director del FIC dice que también esa era razón para la inseguridad: “el control que tenemos ahora es mucho más estricto de cómo se maneja la bebida en la calle, que es algo justamente que puede provocar justamente problemas de seguridad y en eso no hay la menor duda, no se permite en absoluto”.
Año con año las detenciones que realiza la policía han bajado; mientras en 2013 se detuvo a 805 personas por utilizar las calles como baños público o beber en la vía pública; el año pasado en dos fines de semana las autoridades reportaron que enviaron a los separos a 311 personas, 11 de las cuales fueron consignadas al Ministerio Público por delitos de robo o portación de mariguana. En 2012, la cifra fue de más de mil detenidos.
Los propios guanajuatenses fueron a principios del milenio quienes consideraron que el FIC se había convertido en “la cantina más grande del mundo”. En 2002, un grupo de más de 800 guanajuatenses, que incluía hoteleros, restauranteros y dueños de bares, encabezados por el empresario Alejandro Candelario Sosa, solicitaron la destitución de Ramio Osorio Fonseca de la dirección, a quien acusaban de no intervenir en que la ciudad se transformara en un bar gigante.
Además de la creación de un Consejo Consultivo, solicitaban cancelar los eventos masivos callejeros. Un año después, Osorio anunció que dejaría de existir el foro al aire libre La Yerbabuena, donde se habían presentado ante miles de jóvenes grupos como Los Tigres del Norte o Maldita vecindad. También, informó entonces el gobernador del estado Juan Pablo Romero Kicks, que aumentaría la vigilancia en las calles con más de 500 elementos de seguridad y que ya no se permitirían permisos para realizar cualquier tipo de venta en las calles, incluidas la de bebidas alcohólicas que estaría “totalmente controlada”.