Qué difícil es ser ciudadano

Por Gamaliel Vazquez

Para mucha gente que vive alejada de la “civilización” o llamémosle urbe o en toda denominación pareciera un sueño conseguir un espacio de vivienda en donde se cimentaron la historias en los barrios populares, y adaptarse al estilo de vida que esto conlleva, pero para algunos que vivimos atrapados en la burbuja de la cotidianidad, es tremenda pesadilla.

Y por qué comento esto si para muchos no es extraño el quejarse del ritmo de vida citadina? Pues a punto de vista personal y profundizándome en el tema, es meramente preocupante lo difícil que es ser prisionero en compás del estilo regido por ciertos aspectos que han sido marcados sin sentido alguno, y mismos repercuten en sentidos que dañan y deterioran nuestro bienestar moral , físico y lo peor del asunto es que somos cómplice de ello.

La presunta inocencia del horario escolar, que en promedio es a las ocho de la mañana, al interferir con el horario de oficina y que, debida a esa pequeña situación, a ese pequeño número escogido en la escala de las veinticuatro horas por minoría y permitido por todos, la ciudad estalla en caos con desquiciados al volante que van rumbo al trabajo; atropellamientos, choques, congestión vial, y gente que muere por esa pequeña e insignificante decisión de que se estableciera ese horario.

Vuelve la calma, se aligera el ruido y la enfades disminuye pasadas las horas pero apenas lo peor viene en camino, el laborar por las reglamentarias ocho horas para el enriquecimiento de otra gente, acatar a lo establecido y ser un soldado del centro laboral que patrona cada minuto de vida del empleado para recibir un sueldo cacique.

Ocho largas horas de mi vida invertidos en un pequeño espacio sólo para obtener míseros 70 pesos? Tan poco vale mi tiempo? Acaso es que tan poco vale nuestra vida?

Esto aún no para! El tener que regresar en transporte que pagas con tu sueldo dimiuto y hastiado de haber regalado parte de tu existencia, te vuelves a topar con la complicidad de horarios patronados en todos los establecimientos, nuevamente la gente se vuelve loca y otra vez la ciudad se ve encuentra en conflicto.

Llegar tu casa, cual pareciera un centro penitenciario dada la plaga de protecciones instaladas tras las fallas en la seguridad pública. Si corres con suerte de toparte agua en el aljibe, (mismo que tuviste que instalar con tu raquítico sueldo para abastecerte del servicio por la ineficiencia de los centros de operadores de agua, aquí llamado INTERAPAS), te  das un baño y te dispones a comer y relajarte un poco.

Abres el refrigerador y notas que tus opciones alimenticias solo se obtuvieron en un par de lados, y es increíble y verdaderamente triste pensar que mi alimentación y la de todos nosotros proviene sola y únicamente de dos partes, del supermercado o de una tienda, y por si fuera poco tener que optar por algunos productos industrializados permitió el gobierno a la venta para tu consumo y solamente el producto de las empresas que están al nivel de los pagos para abastecer el gran mercado de consumidores.

Pasando el día la noche cubre la ciudad, momento de sumarle a tus gastos el consumo de luz, debido a que la misma urbe te orilla y te obliga a contar con un bombillo; en la mayoría de casos con una televisión o para alimentar tu aparato móvil, todos y cada unos adquiridos para sentirte parte de la civilización ya que si no dependes de esto, pierdes parte de lo que acontece en otros lugares donde están sujetos a las mismas desgracias que sufrimos.

Si no hay otros pendientes por hacer, al fin llega la hora de dormir, y al parecer este es el único horario que no está reglamentado y en el que sí podemos tomar decisión, te pones a descansar recostado en la cama de tu cuarto sólo con el único motivo de conciliar el sueño para estar al 100% al otro día que seguramente estará opacado por las mismas situaciones, por eso digo que es muy difícil ser ciudadano.