El acné ya puede controlarse

Si bien la preocupación por bajar de peso es aprovechada por oportunistas que ofrecen soluciones que no cuentan con verdadero respaldo científico, el acné no resulta de menor importancia para charlatanes. En ambos casos, emplear un método empírico (sin sustento científico) puede traer consecuencias de las que podamos arrepentirnos toda la vida.
Lo mejor es estar bien informado sobre lo que sucede en este tipo de problemas para así entender cuál puede ser la mejor solución. Es así que podemos decir que particularmente el acné se inicia cuando las glándulas sebáceas de áreas como rostro, pecho o espalda se inflaman y producen excesivo sebo, irritando con ello la capa externa de la piel (epidermis) lo que condiciona la aparición de los llamados comedones, en dos variantes: los abiertos o de cabeza blanca, que se confunden con el color de la piel y que por un orificio abierto facilitan la salida del sebo; por otro lado, los de cabeza negra o espinillas, que también acumulan elementos de desecho de la piel.
Recordemos que las mencionadas glándulas cumplen con la función de generar una sustancia grasa (a la que se denomina sebo) con la que se mantiene lubricada y libre de infecciones a la piel de todo el cuerpo. No obstante, no son infalibles a sufrir daños, por ejemplo, ataque de bacterias que las inflaman, acumulación de queratina (proteína rica en azufre generada por el mismo organismo, cuyo fin es dar consistencia a la piel y hacerla impermeable) o bien, desequilibrio de hormonas sexuales, principalmente mayor producción de andrógenos.
¡No me gusta que me vean!
Ahora bien, a partir de recientes estudios llevados a cabo por investigadores en Cosmetología y Medicina es que se han identificado las causas que hemos mencionado y con ello las soluciones al acné. Entre los productos más destacados, y que son parte de innovadoras fórmulas para tal fin, podemos mencionar:
Antibióticos. Compuestos que destruyen las proteínas de las que se alimentan las bacterias causantes de acné, que además tienen propiedades antiinflamatorias. Pueden ser utilizados en forma tópica (se limita a una zona externa) o administrados por vía oral, siendo los más utilizados tetraciclina y sus derivados, clindamicina y compuestos afines, así como sulfacetamida.
Antimicrobianos. Sustancias tóxicas para las bacterias que actúan dentro de los folículos a través de diversos procesos químicos. Los medicamentos más utilizados dentro de este grupo son peróxido de benzoilo y los ácidos azelaico y dicarboxílico, que frenan el crecimiento de agentes infecciosos como Staphilococcus aureus.
Comedolíticos. Agentes que regulan el nivel de queratina, evitando con ello la inflamación de las glándulas sebáceas y, por tanto, la formación de nuevos comedones; además, ayudan a drenar los ya existentes. Son útiles como terapia única en acné moderado, y su mayor efecto clínico es apreciado aproximadamente a los tres meses de iniciado el tratamiento. Se pueden mencionar tretinoína, adapaleno y tazaroteno, de mayor eficacia y menor capacidad para irritar la piel.
Supresores de sebo. Reducen la producción de esta sustancia grasa y la actividad de bacterias como Propionibacterium acnes; también tienen actividad antiinflamatoria. Destaca en este grupo isotretinoína, el cual es reconocido como el único compuesto que ataca todos los factores causales de acné.
Hormonas. En la mujer, los anticonceptivos orales ayudan a controlar el problema, ya que contienen estrógenos que contrarrestan la producción de andrógenos en los ovarios. Actualmente, la combinación norgestimato-etinil estradiol es muy usado en tratamiento del acné. Métodos y técnicas. Quien ha padecido acné y sufre sus huellas en el rostro cuenta actualmente con alternativas para mejorar su aspecto, como el peeling, que no es otra cosa que limpiar a profundidad la primera capa de piel utilizando productos químicos (ácido glicólico). La cirugía láser se puede emplear para el mismo fin o bien la llamada dermoabrasión, que es un raspado cuidadoso de la piel con sustancias químicas y que debe ser realizado por un dermatólogo (especialista médico en problemas de la piel). Cabe destacar que algunos de los compuestos que hemos señalado pueden presentar reacciones, como irritar la piel y hacerla sensible a la luz solar luego de uso prolongado, intolerancia gastrointestinal a ciertos antibióticos -entre ellos eritromicina- y resistencia bacteriana. Por ello, resulta de suma importancia que sea un dermatólogo quien revise cada caso y prescriba el tratamiento a seguir.