Los adolescentes por su impetuosidad e inexperiencia, constituyen un grupo de riesgo. Los tiempos han cambiado, y el que les toca vivir no es nada fácil.
Nuevas enfermedades de transmisión sexual como el SIDA, embarazos no deseados, adicciones, son tan solo algunas de las cuestiones que preocupan a los padres.
Pueden adoptarse diferentes posiciones a fin de afrontarlos, ya sea según la moral de la familia o su adaptación a los cambios que se viven. Para algunos la mejor solución es la abstinencia, pero para otros pueden aceptar con más espontaneidad que los adolescentes deben vivir sus propias experiencias.
Lo cierto es que debemos tener presente que toda prohibición produce aumento del deseo, siempre es así, y si se niega la realidad sexual de los hijos, o se calla, por censura o pudor, los jóvenes llevarán a cabo sus experiencias de alguna u otra forma, totalmente abandonados de protección.
La verdadera protección no es prohibir, sino informar. Ellos deben aprender a tomar las previsiones adecuadas en cada situación, ésta será la mejor manera de cuidarlos.
La práctica sexual y las relaciones de riesgo que se repiten sin protección, son síntomas de problemas emocionales, es el reflejo de un estilo de vida llevada al límite.
Los adolescentes que asumen estos riesgos tienden a repetirlos en otras facetas de su vida y necesitan ayuda; en primer lugar de su familia.
Si como padre sientes que te resulta difícil manejar la situación, puedes consultar con un profesional que los ayude, a ti y a tu familia, a situar los fallos y a encontrar soluciones adecuadas para el caso.
Asumir la elección sexual es una de las definiciones más complicadas de este momento de la vida. Es frecuente que un adolescente dude de su identidad sexual, como también lo son los acercamientos exploratorios entre adolescentes del mismo sexo, particularmente entre los más jóvenes.
Estas dudas forman parte de su búsqueda, de las incertidumbres que siempre produce lo nuevo o lo desconocido. Es esencial estar a su lado en esta búsqueda, pero sobre todo, que sea el hogar el sitio privilegiado en el que se dialogue con total libertad.
La ignorancia, los prejuicios y los miedos, no ayudan en absoluto a la angustia con la que un adolescente afronta sus propias preguntas.