«Yo y mi anticlimático optimismo»

Si bien no creo que nadie de quienes forman parte de mis «chats» se enoje seriamente conmigo, acepto que por lo menos, habrá de calificarme de «anticlimático» por sacarle de la maraña de malas noticias y malos augurios al contarle del optimismo que me ha invadido, después de mi viaje a las tierras bajacalifornianas el fin de semana pasado, invitado por mi yerno y su tan amable familia.
Seguramente al igual que muchos de mis lectores, casi a diario recibo mensajes o leo notas en las que percibo un gran desaliento. Tipo de cambio, fugas, desaparecidos, venta de bebés, corrupción, entre otros, son temas que  aparecen en los medios o en los dispositivos a que tenemos acceso. Con esa información a toda hora, nuestro pesimismo se alimenta y crece. Ya ni hablar de los mensajes en los que se critica a todas horas la acción (o inacción) del gobierno en diferentes frentes. Un verdadero hábitat de desgano.
Para la tranquilidad de aquellos a que me refiero (y para que se animen a seguir con esta lectura), no me dispongo a hablar bien del gobierno, ni los partidos, ni de sus  dueños, los políticos. Voy a elevarme mucho más, voy a ir más lejos para referirme a  México, a sus hombres y mujeres y a verdaderos ejemplos de éxito que constaté en días pasados y que, probablemente, expliquen que vivamos, en términos generales en armonía y paz social. Seis ejemplos  que me han hecho recuperar esperanza en todo lo mucho que somos capaces de hacer.
Estuve en Tijuana, de donde viajé a Ensenada y de ahí pasé a visitar dos días el Valle de Guadalupe, para volver finalmente a la ciudad de México. Lo primero destacable, en el mismo orden del viaje, es lo que han logrado los tijuanenses y en particular la organización que dirige José Galicot. Tijuana innovadora. Con todo un plan de acción, involucrando a toda la sociedad, con un seguimiento puntual de lo que a cada quien le  toca hacer, en coordinación ejemplar con las autoridades, han conseguido un giro de 180 grados en la percepción pública de aquella ciudad, lo que ha devuelto la confianza de inversionistas y visitantes. Hoy se siente incluso diferente andar por aquellos lares.
Ahí mismo, pude ver el puente que se integrará al aeropuerto de Tijuana, convirtiéndolo en cierta forma en binacional. El turista llegará a Tijuana y a través de un puente de 130 metros, con una inversión cercana a los 120 millones de dólares, saldrá caminando directamente a una Plaza ubicada en San Diego. Un ejemplo, no de túneles para el delito, como los del Chapo, sino una innovación para el progreso y el impulso de esa zona. Conocido también como la Puerta de las Californias, pondrá un interesante ejemplo de cooperación fronteriza.
En lo que hace a Ensenada, tuve la suerte de conocer a Sergio Guevara, quien encabeza un proyecto maravilloso de producción de ostión y mejillón, cultivados en granjas ubicadas en zonas marítimas cercanas a Ensenada. Conversando con él, me ha hecho ver el enorme potencial de esta actividad en Baja California, la cual puede traer miles de millones de dólares más a nuestro país. Sumando la producción de Almeja, Mejillón y Ostión, me mostró datos a 2009, en los que se puede apreciar que el  comportamiento ha sido asombroso, al pasar de 856,934 kilos producidos en 2006 a 1,420,158 en 2009, un incremento del 65% en solo tres años. Ahí está, al alcance de nuestras manos otra fuente increíble de divisas, explotando un recurso renovable.
De ahí salimos a descubrir una verdadera proeza turística y vitivinícola en el Valle de Guadalupe. 180 establecimientos dedicados a la producción de vino de gran calidad y a ofrecer servicios turísticos, entre los que destaca una gastronomía de clase mundial y un vino ya muy reconocido. Obviamente saludé al gran Don Luis A. Cetto, admirado amigo de hace muchos años y a Hans Beckoff, quien encabeza Monte Xanic. Esas empresas, de un tamaño muy considerable, tienen el mérito de haber servido como ejemplos para otros muchos que, cada uno en su estilo, han contribuido a construir un proyecto eno turístico, del que nos debemos sentir verdaderamente orgullosos. Recuerdo que en mis tiempos de secretario de turismo, este era un proyecto apenas. Hoy es una realidad que compite con las mejores del mundo.
Y ahí mismo, en ese imponente valle, llegamos al hotel Encuentro Guadalupe, promovido por Alfredo Acosta, que es sin duda un ícono ya de la arquitectura mexicana y de los establecimientos de turismo de lujo, que tan importantes son para captar turismo de alto valor agregado, de ese que mencioné en una columna anterior, el cual puede dejar una derrama importante sin tanta masividad. Viendo esto, entiende uno mejor la obsesión de Claudia Ruiz Massieu, a su paso por la Sectur, para promover una política nacional gastronómica y un producto turístico integrado diverso al producto de sol y playa.
Ya de regreso, no podía faltar el paso obligado a Puerto Nuevo para disfrutar de una suculenta langosta con frijoles y tortillas de harina y asombrarse ante el hervidero de gente, dándose gusto con un platillo a precios sumamente accesibles, que no le pide nada a las delicias culinarias del mundo. Un espectáculo impresionante de cientos de pequeños y medianos negocios, con miles y miles de personas visitando el lugar haciendo suya esa ya tradicional experiencia.
Ahí está todo lo que menciono. Más allá de los pesimismos y mucho más lejos que los descalabros o desánimos, estos seis proyectos son una realidad que cambia diariamente a México y que ocupa a miles de personas, produce ingresos para miles de familias y  genera divisas para el país, consolidando una zona importante para México y su soberanía. Noticias que son quizás «anticlimáticas», pero que nos devuelven la esperanza en el futuro de este maravilloso país. Salgamos de este círculo vicioso y vayamos a verlas.