¿La obesidad se contagia?

Decir que una enfermedad como la obesidad puede contagiarse suena, en primera instancia, como locura a la que no hay que prestar atención. Sin embargo, recientemente se ha puesto la mirada sobre este tema, a partir de que se tomó conciencia de los males que se desprenden de una dieta desequilibrada que privilegia el consumo de carbohidratos, grasas y azúcar, sobre las frutas, verduras y fibra.
Al respecto, especial atención merece cierta investigación realizada durante más de 30 años, publicada por The New England Journal of Medicine (Diario de Medicina de Nueva Inglaterra), la cual concluyó que la obesidad se extiende en el tejido social como especie de virus que se contagia entre amigos y familiares.
El trabajo se basó en la observación detallada de 12,000 personas que fueron monitoreadas durante 32 años, de 1971 a 2003. Lo más interesante es que los investigadores sabían perfectamente quiénes de estos “conejillos de Indias” eran amigos, vecinos o familiares, y todos fueron pesados varias veces durante el tiempo que duró el análisis.
Tras comparar los resultados, los investigadores concluyeron que cuando una persona gana peso arrastra a sus amigos y familiares en la misma dirección, y que este factor social puede tener mayor importancia que la misma genética (factores heredados) para que el problema se presente.
Resulta sumamente interesante saber que es entre los amigos que se da la influencia más grande para engordar. El estudio lo reveló así: cuando alguien se convierte en obeso, sus amigos tienen 57% de posibilidades de hacer lo mismo, sobre todo si se consideran camaradas entrañables. La influencia en relación a los familiares también es alta (40%), pero ciertamente muy lejos del primer peldaño. En relación con los vecinos, la investigación demostró que no hay influencia directa. El trabajo científico hace énfasis en la relación emocional que existe entre un grupo de amigos y su percepción sobre diferentes aspectos de la vida, en especial sobre la obesidad. Tal parece que cuando uno de los miembros de la “pandilla” acumula sobrepeso, los demás lo arropan y lo aceptan incondicionalmente. Así lo establece Nicholas Christakis, médico y profesor de Sociología Clínica de la Escuela de Medicina de Harvard, y uno de los autores del estudio.
Es simple, dice el investigador: “Cuando alguien se convierte en obeso, la enfermedad deja de ser mal vista por sus amigos. Uno cambia su percepción de lo que es un cuerpo aceptable mirando a la gente que tiene en torno suyo, y esto es completamente demostrable con este estudio, porque se examinó una red social en conjunto, y no caso por caso”.
Visión a la mexicana
La población mexicana es una de las más obesas del mundo, pero no siempre fue así. Antaño, las condiciones de vida eran diametralmente opuestas: la gente hacia más ejercicio, ya que no existían la red de transporte actual ni mucho menos la cantidad de vehículos automotores de hoy día. La comida era fresca y se encontraba en forma abundante en los mercados de los diferentes barrios, mientras los refrescos sólo eran novedad que se consumía como postre y no con la regularidad que se ingieren en estos momentos.
Sirva este planteamiento para dar voz a la maestra en Nutrición Belén Reyes Iriart, adscrita al Departamento de Nutrición del Centro Médico Nacional Siglo XXI, localizado en la capital del país y perteneciente al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), quien habló sobre la obesidad y la forma como puede contagiar a los miembros de una familia o comunidad de amigos.
En principio, la especialista descarta el papel protagónico de la genética en esta “pesada” enfermedad: “La población mexicana no hereda los genes de la obesidad, sino los patrones de conducta de la familia y sus malos hábitos alimenticios. Abuelitas y mamás intervienen directamente para que haya nietos o hijos gorditos”. En este sentido, destaca que “hoy debemos saber que un niño obeso, al crecer, está en peligro de sufrir muerte súbita o enfermedades asociadas a su condición, como diabetes (azúcar elevada), hipertensión (presión arterial alta), hipercolesterolemia (exceso de grasa en sangre) y algunas tantas afecciones cardiovasculares (del sistema circulatorio), todas ellas alteraciones metabólicas que se consideran componentes de muerte silenciosa”. Es coplicado, pero parece que tendríamos que reeducar a toda la población, dice la especialista, porque la gente ignora casi todos los aspectos de una buena dieta.