2018: la sucesión no será la elección

En la gramática política del viejo régimen priísta, el regreso del PRI a la Presidencia de la República no ha significado la
restauración del viejo régimen priísta y sus reglas. Y entre que ya no será lo que era y lo que era no funcionaría, el 2018 se moverá en escenarios inéditos:
1.- La sucesión no será la elección. En el pasado, hasta el 1994, la designación del precandidato presidencial era la elección; la campaña y las elecciones eran meros trámites burocráticos por la falta de competitividad de la oposición y su asunción como oposición leal. El PRI perdió en 2000 y 2006, por lo que el 2018 será una elección de alta competitividad porque la oposición puede ganar.
2.- El mecanismo del destape del candidato oficial priísta terminó en el 2000 por la competencia abierta por la candidatura. En el 2012 no hubo competencia interna en el PRI porque el entonces gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto encabezaba todas las encuestas con una ventaja cómoda. A ello hay que agregar la apertura mediática, la libertad de los medios para examinar aspirantes, el agotamiento autoritario sobre la prensa, la dinámica destructiva de las redes cibernéticas y el espacio mediático de la oposición.
3.- La competencia abierta y adelantada está afectando a los precandidatos priístas, ahora visibles sólo dos: Luis Videgaray, secretario de Hacienda, y Miguel Osorio Chong, secretario de Gobernación. El viejo mecanismo del tapado permitiría proteger a los aspirantes para evitar el desgaste; hoy eso es imposible. Los dos años y medio que faltan para la nominación de candidatos priístas serán fatales para Videgaray y Osorio porque encabezan las dos dependencias más conflictivas y desgastantes, sin posibilidad de éxitos. Ser precandidatos dos y medio años con la crisis sin solución y una oposición que los tiene bajo la mira disminuirán su fortaleza política y llegarían exhaustos y minados.
4.- Si el presidente Peña Nieto tiene un tapado bajo la manga, entonces Videgaray y Osorio serán piezas sacrificables y distractoras. Sólo que un tapado sin espacio de despegue sería de baja competitividad ante una oposición con figuras mediáticas muy posicionadas. La primera encuesta de Reforma el domingo pasado fijó ya el criterio de que la alta exposición mediática es ventaja política competitiva. Por tanto, sería de prever que Videgaray y Osorio pasen a posiciones menos criticables y de mayor proyección.
5.- El PRI carece de una figura dominante como fue en el pasado: Díaz Ordaz en el gobierno de López Mateos, Echeverría con Díaz Ordaz, De la Madrid con López Portillo, Salinas con de la Madrid y Colosio con Salinas. El único tapado en el periodo 1964-2012 fue López Portillo en 1976. Pero la maquinaria priísta perdió competitividad desde 1988, además de que su base electoral leal es menor a 30%. Así, la batalla presidencial 2018 se dará en medios.
En este escenario los movimientos presidenciales con miras al 2018 deberán ser diferentes al que aconsejaría una hipotética restauración del viejo régimen priísta. A diferencia del un PRI sumiso en el pasado, la decisión presidencial requiere de un PRI dinámico, sin conflictos y obligado a negociar con la coalición dominante priísta: corporaciones, gobernadores, grupos locales de poder, inversionistas poderosos, las dos bancadas en el congreso, los viejos grupos de poder tradicionales y votantes sin militancia, entre otros. Es decir, que el PRI ya no debería ser manejado de manera vertical y autoritaria desde Los Pinos.
A diferencia del 2012, los precandidatos priístas actuales están dentro del gobierno federal y en posiciones determinantes cuyos resultados fortalecerán o debilitarán sus posibilidades. En el 2012 Peña Nieto era gobernador saliente del Estado de México, con una extraordinaria posición mediática. Los precandidatos más visibles del PRI —Videgaray y Osorio— han sido lastimados por la crisis económica —PIB y peso, y el repudio nacional a la política fiscal agresiva— y la crisis política, de gobernabilidad y de seguridad, mientras los aspirantes de la oposición disfrutan la comodidad de no tener oficinas a su cargo.
En este sentido, la gran incógnita a dilucidar está en saber si el Presidente de la República operará la designación del candidato presidencial priísta a la antigüita o si atenderá las exigencias de la nueva dinámica de la política abierta.
Famosas últimas palabras: “El asesinato del fotoperiodista Rubén Espinosa representa un grave signo de la descomposición y violencia que afecta a México y a los periodistas en particular”: Sociedad Interamericana de Prensa.
Es pregunta: ¿Por qué han fracasado todos los programas de atención a agresión a periodistas, desde el gubernamental hasta el de la CNDH, pasando por otros?
La crisis que viene: Efectos políticos desestabilizadores en los partidos causó la primera tendencia electoral del 2018.En la gramática política del viejo régimen priísta, el regreso del
PRI a la Presidencia de la República no ha significado la
restauración del viejo régimen priísta y sus reglas. Y entre que ya no será lo que era y lo que era no funcionaría, el 2018 se moverá en escenarios inéditos:
1.- La sucesión no será la elección. En el pasado, hasta el 1994, la designación del precandidato presidencial era la elección; la campaña y las elecciones eran meros trámites burocráticos por la falta de competitividad de la oposición y su asunción como oposición leal. El PRI perdió en 2000 y 2006, por lo que el 2018 será una elección de alta competitividad porque la oposición puede ganar.
2.- El mecanismo del destape del candidato oficial priísta terminó en el 2000 por la competencia abierta por la candidatura. En el 2012 no hubo competencia interna en el PRI porque el entonces gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto encabezaba todas las encuestas con una ventaja cómoda. A ello hay que agregar la apertura mediática, la libertad de los medios para examinar aspirantes, el agotamiento autoritario sobre la prensa, la dinámica destructiva de las redes cibernéticas y el espacio mediático de la oposición.
3.- La competencia abierta y adelantada está afectando a los precandidatos priístas, ahora visibles sólo dos: Luis Videgaray, secretario de Hacienda, y Miguel Osorio Chong, secretario de Gobernación. El viejo mecanismo del tapado permitiría proteger a los aspirantes para evitar el desgaste; hoy eso es imposible. Los dos años y medio que faltan para la nominación de candidatos priístas serán fatales para Videgaray y Osorio porque encabezan las dos dependencias más conflictivas y desgastantes, sin posibilidad de éxitos. Ser precandidatos dos y medio años con la crisis sin solución y una oposición que los tiene bajo la mira disminuirán su fortaleza política y llegarían exhaustos y minados.
4.- Si el presidente Peña Nieto tiene un tapado bajo la manga, entonces Videgaray y Osorio serán piezas sacrificables y distractoras. Sólo que un tapado sin espacio de despegue sería de baja competitividad ante una oposición con figuras mediáticas muy posicionadas. La primera encuesta de Reforma el domingo pasado fijó ya el criterio de que la alta exposición mediática es ventaja política competitiva. Por tanto, sería de prever que Videgaray y Osorio pasen a posiciones menos criticables y de mayor proyección.
5.- El PRI carece de una figura dominante como fue en el pasado: Díaz Ordaz en el gobierno de López Mateos, Echeverría con Díaz Ordaz, De la Madrid con López Portillo, Salinas con de la Madrid y Colosio con Salinas. El único tapado en el periodo 1964-2012 fue López Portillo en 1976. Pero la maquinaria priísta perdió competitividad desde 1988, además de que su base electoral leal es menor a 30%. Así, la batalla presidencial 2018 se dará en medios.
En este escenario los movimientos presidenciales con miras al 2018 deberán ser diferentes al que aconsejaría una hipotética restauración del viejo régimen priísta. A diferencia del un PRI sumiso en el pasado, la decisión presidencial requiere de un PRI dinámico, sin conflictos y obligado a negociar con la coalición dominante priísta: corporaciones, gobernadores, grupos locales de poder, inversionistas poderosos, las dos bancadas en el congreso, los viejos grupos de poder tradicionales y votantes sin militancia, entre otros. Es decir, que el PRI ya no debería ser manejado de manera vertical y autoritaria desde Los Pinos.
A diferencia del 2012, los precandidatos priístas actuales están dentro del gobierno federal y en posiciones determinantes cuyos resultados fortalecerán o debilitarán sus posibilidades. En el 2012 Peña Nieto era gobernador saliente del Estado de México, con una extraordinaria posición mediática. Los precandidatos más visibles del PRI —Videgaray y Osorio— han sido lastimados por la crisis económica —PIB y peso, y el repudio nacional a la política fiscal agresiva— y la crisis política, de gobernabilidad y de seguridad, mientras los aspirantes de la oposición disfrutan la comodidad de no tener oficinas a su cargo.
En este sentido, la gran incógnita a dilucidar está en saber si el Presidente de la República operará la designación del candidato presidencial priísta a la antigüita o si atenderá las exigencias de la nueva dinámica de la política abierta.
Famosas últimas palabras: “El asesinato del fotoperiodista Rubén Espinosa representa un grave signo de la descomposición y violencia que afecta a México y a los periodistas en particular”: Sociedad Interamericana de Prensa.
Es pregunta: ¿Por qué han fracasado todos los programas de atención a agresión a periodistas, desde el gubernamental hasta el de la CNDH, pasando por otros?
La crisis que viene: Efectos políticos desestabilizadores en los partidos causó la primera tendencia electoral del 2018.