Pemex: Los toluquitas estiran la liga

Como todos los días, hoy amanecimos con una perorata irrefrenable ?en todos los medios radioeléctricos a cargo del gobierno, insaciable de demagogia de derecha.
Sin embargo, viéndolo bien, un Estado incapaz de cumplir con sus obligaciones fundamentales de seguridad, empleo, alimentación, salud, educación y vivienda, no podrá nunca legitimar su contenido, menos sus mensajes.
No puede alegar sustentarse en la democracia, ni dejar de ser un gobierno meramente testimonial. No puede pactar con el exterior condiciones leoninas de intercambio, ni continuar defraudando nuestras expectativas.
Hoy se pone sobre el tapete de las discusiones nacionales en cada rincón del país la urgencia de engranar la cultura política con el compromiso exigible a los gobernantes y a sus partidos políticos, cómplices de las mismas adolescencias.
Que la presencia del elector deje de ser argumento de validez de lo que ocurre en las urnas. Que se convierta también en tribunal de la opinión pública que juzgue y premie o castigue la falta de respeto a la palabra.
Que ninguna promesa carezca del ejemplo moral del gobernante en ejercicio, pues la fortaleza de una nación no debe fincarse más en el discurso vacuo. Pero parece que otra vez llegamos tarde, como cualquier condenado al patíbulo.
Nos recetan de nuevo, fuertes y letales dosis de políticas insulsas, los salarios reales seguirán disminuyendo, la desocupación laboral y la migración continuarán aumentando y nosotros descenderemos un peldaño más hacia la barbarie.
Es inmoral la desregulación que pretende privatizarlo todo. Es el colmo de la desvergüenza que los procónsules del Imperio exijan a Felipe Calderón y sus sucesores privatizar los hidrocarburos, previa limpia financiera de las empresas.
Es corrupto desmantelar al Estado, reducir al absurdo el gasto social en los presupuestos públicos, ante un panorama mundial recesivo y estanflacionario. No debe pasar el divertimento del presupuesto base cero, por tramposo y peligroso para la estabilidad nacional.
Es de franca rapiña el fanático, por meticuloso, cuidado de los indicadores macroeconómicos, en detrimento de? la intervención rectora del aparato.
Es impúdico combatir la inflación sin proponer bajas tasas de interés a largo plazo, así como lo es firmar, a todo costo,? tratados de libre comercio que sólo benefician a unos cuantos exportadores; destruir al sector agropecuario para facilitar la acción de las empresas extranjeras.
Les exigimos honradez, ética e imparcialidad
Una sociedad crítica exige honradez, ética e imparcialidad. ¿Transparencia y rendición de cuentas? ¿Combate decidido a la corrupción? ¿Acceso a la información? Retórica impune.
Nos daba a entender Ramón López Velarde, uno de los poetas que más admiro cómo persona de carne, hueso y cerebro, que el diablo fue entrañablemente nuestro, cuando nos hizo «ricos» e inconscientes… tenía razón. Lo malo es que lo sepamos cien años después de que él haya muerto.
Duele y cala muy hondo lo que le está pasando al país. La enorme carga de los pendientes que restan y que ahora podrá abanderar cualquier narco de medio bigote, aliado con una transnacional petrolera.
Relegando al olvido la lucha de los grandes gladiadores sociales, hoy criminalizados, recriminándose que ?no convocaron al pueblo cuando lo marcaba su momento histórico.
Hoy, quienes airean las banderas democráticas, financiados por jerarcas del negocio de telecomunicaciones, lo hacen para perseguir fines deletéreos, nada redituables en términos sociales para el bienestar o la supervivencia de la población.
Los demás, observamos impávidos cómo juzgan nuestras preocupaciones sociales, como de amargados y resentidos, desfasados e indolentes, que nunca supimos ponernos al frente de nuestra causa.
México necesita fuertes dosis de energía fina, producida por la luminosidad de sus talentos sociales vernáculos para poder sortear esta catástrofe, con imaginación y sin causar daños irreparables, que terminen por arrasar lo poco que nos queda.
Como decía Mario Benedetti, en Primavera con una esquina rota: «Estamos perdiendo la saludable costumbre de la esperanza».
Por falta de visión, sujetos a caprichos imperiales
En señal premonitoria, el embajador Henry Lane Wilson escribió el 15 de febrero de 1913: «Madero es un loco, un lunático que debe ser declarado mentalmente incapacitado para gobernar; la situación es intolerable y voy a meter orden».
Nueve días después lo mató. Luego dicen que las embajadas están mal informadas y les achacan malas decisiones. En México no es el caso. Toda la información de inteligencia se comparte con las 200 legaciones del exterior y sus aparatos de inteligencia. Hay un archivo de todo ello en Panamá.
Nuestros metecos son sus metecos. Nuestros polkos son sus polkos.
?Estamos sujetos a los caprichos imperiales porque no tenemos proyectos de gran visión y tampoco de sobrevivencia en el mundo actual. La desintegración familiar, la pobreza y el desempleo, acompañadas por todas las crisis.
La crisis económica, política, de liderazgo, de identidad, legal, de justicia, de partidos políticos, del Ejército, la Armada y la seguridad, florece en un sistema político sin orden, sin diques legales y sin instituciones fuertes.
Donde priva la ley de la selva, del más corrupto o peor, del más impune. La democracia no se puede asociar con desorden, cuando debe ser sinónimo de orden y estabilidad, producto de leyes e instituciones que las hagan cumplir.
Vivir así es peligroso porque, por ejemplo, la actual parálisis gubernamental deriva necesariamente en el colapso de los sistemas económicos, políticos y sociales.
Combatir ese grave problema, en el entendido de que la base del desarrollo de un país es la seguridad y la justicia para desde ahí construir todo lo demás, constituye un desafío.
Si esto no logra resolverse, la sentencia es condenar al país al fracaso, caer, como hemos caído, en la mafiocracia, donde las reglas no las impone el Estado que elegimos, sino las organizaciones criminales que ocuparán todos los vacíos de poder.
Apuntalar al Estado con Ejército y sindicatos patriotas
La lucha actual debe ser por apuntalar al Estado?, reforzando sus pilares icónicos de sustentación histórica, como el Ejército y el sindicalismo patriótico. Brindar bienestar económico, estabilidad política y seguridad en la convivencia. Combatir todo tipo de impunidades: desde la que presume relaciones familiares, intereses económicos, pertenencia a partidos políticos o desempeño en los cargos públicos, hasta la que amenaza con divorciar la realidad legal y la realidad política, desintegrando el cuerpo social.
Ser cuidadosos en seleccionar las propuestas, sugiriendo sólo aquellas compatibles con el modo de pensar, actuar y vivir de los mexicanos, sin dejar de aprovechar valores que deben conservarse como precisión ejecutiva e idoneidad para defender lo propio.
Dejar fuera de consideración aquel tipo de cuestiones que pueden exacerbar conflictos sociales y políticos y desintegrar el endeble orden institucional. El pretexto de las «estructurales» para reventar al sindicato petrolero con el esquirol Romero Deschamps es algo inaceptable.