Chuayffet y «El Mal del Puerco»

Después de cerrarle el paso a la invasión salinista, que amenazaba con dejarlos sin cuadernos, el Grupo Atracomulco se cerró para no dejar pasar a nadie. Los alfiles de quien se decía de Agualeguas, Santiago Levy, José Córdoba y Pedro Aspe, quedaron colgados de la brocha.
El Grupo de Zacazonapan ?decidió «blindar» al Rey. Hacerlo inaccesible. Pero se les pasó la mano. Se autoeligieron para desempeñarse en las materias que cada uno manejaba. Los «adelantados» de Carlos Salinas, chiflando en la loma.
Decidieron que, de ahí en adelante, sólo habría tres responsables: 1) Alfredo del Mazo, para todos los contratos de infraestructura? y el manejo financiero en el exterior de las utilidades de las dependencias; 2) Arturo Montiel, que había sido el encargado de frenar a Salinas, a todo lo que tuviera que ver con política, candidatos, cargos públicos, etc.
3) Y, por último, al no encontrar a alguien de mayor cercanía al Grupo, a Emilio Chuayffet, para todo lo que tuviera que ver con política social. Cuando Aurelio Nuño decidió quedarse atrás de EPN, el libanés tuvo que dar la cara e ir a despachar a la SEP, la guapa de la fiesta.
Lo primero que hizo Chuayfett, después de enterarse del milmillonario presupuesto que maneja la dependencia en salarios, confiado a los gobernadores desde el famoso Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica de la época de Salinas, fue convencer al Grupo de llevar a cabo «jugada$ maestras».
Primero, volver a concentrar toda esa cantidad casi inimaginable de dinero, pero equivalente a varios dígitos del presupuesto nacional, en las cuentas bancarias de la SEP. Es decir, regresar al pasado, dejar «secos» a los gobernadores. Para evitar que ellos se lo roben, mejor nos lo robamos nosotros, arguyó.
Con el señuelo de quitarles problemas de marchas, manifestaciones y descontentos en los Estados, la SEP emergía cómo salvadora y eficiente administradora de los pagos para todo el magisterio. Aparecía el «mal del puerco», esa sensación de pesadez, sueño y ganas de no realizar ninguna actividad, luego de hartarse en comida… o en dinero.
En el fondo de la decisión se encontraba, como en todos los momentos estelares de Chuayffet, la ambición voraz de concentrar los pagos quincenales para hacerlos «sudar» en beneficio propio y, tal vez, quizá tal vez, repartir a los otros dos interesados. Cosas de la «indómita» condición humana, usted sabe.
La «jugada mae$tra», en principio, se veía muy prometedora para los bolsillos de este mercachifle habilitado como gran mentor de la Nación. Con el paso de las dos primeras quincenas, se convirtió en el dolor de cabeza de todo el país.
Desde la SEP iniciaron el incendio
A los dos meses de tomar posesión, le arrebataron las turbas de pobresores el Monumento a la Revolución. En unos días más, el mismo Zócalo ya no era bastión de los toluquitas. «El mal del puerco» los tenía sitiados y sometidos.
Chuayffet encendió la mecha de las pasiones. Le prendió fuego al pajar. Al darse cuenta los promotores financieros del magisterio de qué se trataba el juego en la Administración, donde todo mundo andaba solucionando los apremios de ellos y sus descendientes.
Optaron por convertir las manifestaciones en actos de repudio contra la ignorancia y la corrupción de los gerifaltes habilitados. Fue común escuchar que cada vez que tomaban las calles pedían que la evaluación empezara ¡por la casa presidencial!
Las consignas de los profetas prendieron en el ánimo popular y, al principio, tuvieron tal acogida en la opinión pública que ésta hizo a un lado las molestias de tránsito que le causaban, para apoyar sus peticiones.
El ciudadano común sí llegó a pensar que era injusto querer cebarse en la evaluación magisterial, mientras los que mandaban desde Los Pinos, se abalanzaban sobre el presupuesto y lo hacían desde la total impunidad y sin méritos educativos de ninguna consideración.
Segundo, para desafanar a Chuayffet de cualquier problema, el Grupo se convenció de ubicar al compadre presidencial Luis Miranda, que había probado sus dotes de negociador en las magueyeras de Ocoyoacac, como negociador único en las peticiones de las turbas educativas.
Miranda, un perfecto desconocido en las lides políticas del centro del país se estrenó habilitando todos los enseres que requerían los «maestros» para manifestaciones en forma: viáticos suficientes para que su gente pernoctara las noches que fueran necesarias.
Baños a gusto en las plazoletas de los plantones, enseres de todo tipo para hacerles la vida más amable, etc. Los cientos de asesores de Miranda se dedicaban a ir tras de los manifestantes, como cola de marchas, para ver dónde colocaban las vallas metálicas…
…si contaban con inodoros suficientes para mitigar las necesidades del cuerpo, «vivacs» funcionales en los campamentos, para que pudieran alojarse y descansar, colchonetas y colchones mullidos para pasar la noche…
…hoteles de cinco estrellas con «all ?inclusive», sobre el Paseo de la Reforma, desde alimentación y detalles curiosos y apetecibles para calmar al animal… así como estímulos y recompensas apropiados para las jerarquías del movimiento y, desde luego, compañías amigables para pasar la noche y armar estrategias de combate. Dinero, mucho dinero de nuestros impuestos, financiando el desorden.
Miranda y la “¿$olución?” de las Maleta$
Ha sido el festín de la vergüenza. Lo que hemos visto en materia de política educativa no lo permitiría ni el dictador más ignorante y feroz de algún pueblo africano.
Luis Miranda, con la aquiescencia de un agradecido Chuayffet, fue más allá. No sólo financió todo el desorden en la capital de la República, sino las estructuras mismas de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
Por increíble que parezca, entre Chuayffet y Miranda, a base de «maletas» de dinero en breña, re$ucitaron en los estados –en los que ni sabían de su existencia–, la «fuerza» de la CNTE. Financiaron el movimiento en 23 entidades del país, aparte de fortalecerlo donde siempre han ordenado y desordenado.
Como usted deducirá, los gobernadores están muy agradecidos de observar cómo les hicieron crecer los enanos educativos en sus capitales. No se conformaron con financiar a los grupos de padres que andaban buscando a sus hijos desaparecidos o torturados.
Ahora, había que lidiar con un problema contestatario que costó muchísimo dinero mediatizar, entre la cauda de problemas que los gobernadores tienen que soslayar, como todos los que se refieren a la miseria que ya nos inunda? hasta el cogote.
Limón Rojas, el real titular de Educación
Tercero, guardarse en el «perfil bajo» para que nadie pusiera atención a su caricaturesca figura y él dedicarse a amasar la fortuna que le estaba reportando el «sudado» de las nóminas magisteriales.
Varios cientos de millones a la quincena. Así, como suena. Una actividad tan noble y segura, que el «estilo de la casa» permite, aunque se caiga el mundo, aunque venga el diluvio, que los negocios de los Atracomulcas no se detengan.
De ahí la importancia del «operador» Chuayfett. Para el desempeño de la SEP tomó la decisión de encargarle todo a Miguel Limón Rojas, a quien sus colaboradores más cercanos apodan «El Miraviones», quien empezó a designar a sus contlapaches, subsecretarios y lo que usted se imagine.