Aprende a ser un buen padre, y enséñaselo a tus hijos

Estudios científicos en la última década están de acuerdo sobre un hecho innegable: la imagen del padre está sufriendo un cambio. Hoy en día, cuando se habla de paternidad, surgen dos consideraciones aparentemente contradictorias: se elogia el surgimiento de los ‘nuevos padres’-atentos y capaces de nuevas relaciones afectivas y de habilidades en el ámbito familiar- mientras que al mismo tiempo se describe la crisis e incluso la desaparición de la figura paterna. Frente a tal confusión muchos papás quieren saber cómo pueden ser buenos padres y educar a sus hijos para serlo.
¿Qué significa ser
un buen padre?
Ser “bueno para algo” significa ser competente. En lo especifico se puede definir la competencia parental como aquel conjunto de capacidades que permiten a los padres afrontar de modo flexible y adaptativo la tarea de ser padres. Todo ello de acuerdo con las necesidades evolutivas y educativas de los hijos e hijas y con los estándares considerados como aceptables por la sociedad, y aprovechando todas las oportunidades y apoyos que brindan los sistemas de influencia de la familia para desplegar dichas capacidades.
¿Cómo puedo enseñar a mis hijos a ser buenos padres?
La respuesta a esa pregunta es muy sencilla y muy complicada a la vez: ¡con tu propio ejemplo! Estoy hablando de hijos y con eso entiendo tanto a las hijas como a los hijos, porque al mismo tiempo que tu ejemplo ofrece un modelo de paternidad para ellos seguir, le estas regalando también a tus hijas un ejemplo de lo que tienen que buscar en los hombres de sus propias vidas.
Hay simplemente cuatro cosas que les puedes enseñar a tus hijos:
1. DALE PRIORIDAD A TU MUJER
El trato que tienes con tu mujer es la mejor lección que puedes darle a tus hijos sobre el Amor. De eso depende todo: la generosidad, el respeto, el coraje, la fidelidad, la amistad, el perdón, etc. La llegada de los hijos puede fácilmente re-orientar la atención hacia ellos. Pero hay algo que no puedes olvidar: escogiste a tu mujer, no a tus hijos. ¡Cuidado entonces con la geometría familiar!
Un matrimonio es saludable cuando los dos protagonistas de la relación se enriquecen mutuamente y tienen un profundo respeto recíproco y por los demás. Se trata de una relación satisfactoria que es beneficiosa para el esposo, esposa e hijos en la que los cónyuges están comprometidos con el crecimiento de todos los miembros de la familia a través del aprendizaje de habilidades de comunicación eficaz y la gestión exitosa de los conflictos.
Una buena relación marital facilita en los hijos la mejora de las competencias intelectuales y sociales que constituyen un sólido bagaje para ellos además de prevenir situaciones de riesgo. En un estudio se ha visto que los padres que disfrutan de una buena relación conyugal, se muestran más sensibles, cariñosos y confiados con sus bebés, tienen más control en el trato con niños pequeños desafiantes y son mejores confidentes para los adolescentes que solicitan un soporte emocional. Por otro lado, una paternidad comprometida no depende sólo de la calidad de las relaciones maritales sino también de como los cónyuges se aprecian y apoyan recíprocamente delante de los hijos en sus papeles de padre y madre.
2. LA TAREA DOMÉSTICA NO ES COSA DE MUJERES
Estoy segura que no digo nada nuevo cuando afirmo que la repartición de las tareas de organización diaria familiar -como la programación, la gestión del hogar, la organización de actividades para los hijos y el cuidado de la familia- son los temas familiares que más generan conflicto.
Existe una conexión entre la percepción de igualdad-equidad en las parejas y la satisfacción conyugal. La percepción de desigualdad afecta principalmente a las mujeres y está relacionada con la visión que el marido (y la mujer) tienen del propio trabajo y del trabajo del cónyuge, tanto dentro como fuera de casa.
Sin duda una de las novedades en el cambio de la imagen de la paternidad ha sido su progresiva participación en la vida doméstica. Sin embargo, muchos hombres ven el trabajo doméstico como un favor a su mujer o como algo que se hace en ocasiones especiales (si ella está enferma o cansada) y rara vez como una cuestión de co-participación. Así lo manifiestan varias encuestas realizadas por el ‘Observatorio de la Maternidad’ en algunos países de América Latina y otras en España en las que se afirma que, si es cierto que algunos varones participan algo más en las tareas de crianza de los hijos, no se puede decir lo mismo con las tareas del hogar, ya que el trabajo doméstico sigue siendo asociado a lo femenino. Merece la pena citar una acertada observación de Lupica[2]:
Si nos fijamos en las conversaciones típicas en una familia, podemos ver algo curioso: Cuando el hombre quiere participar en la gestión domestica pregunta a su mujer ¿en qué puedo ayudarte? Y cuando la mujer necesita la colaboración del marido le pregunta ¿me puedes ayudar? Pero no se trata de ayudar, se trata de co-participar, de tomar la responsabilidad, de ¡hacerlo!
Si tus hijos varones son competentes en el quehacer diario familiar, será más fácil para ellos construir una vida matrimonial satisfactoria.
3. SINTONIZA EMOCIONALMENTE
La sintonía emocional es el grado en que un padre está compenetrado con las necesidades de su mujer y sus hijos a través de la capacidad de leer, observar e interpretar las señales verbales y no verbales de todos los miembros de la familia, y a la participación propositiva en las tareas del hogar y en el cuidado de los hijos. Hay una buena noticia: es posible aprender a reconocer las emociones propias y de los demás ¡sólo hay que poner esfuerzo y ganas! Algunos estudiosos afirman que los papás se presentan menos sensibles debido a la falta de experiencia y por ello sienten menos confianza en sí mismos a la hora de cuidar a sus hijos. Deciden así aplazar o ceder la responsabilidad a las madres. Otros estudiosos han visto que las mujeres y los varones son mucho más parecidos de lo que se cree y que un hombre puede poseer o adquirir las mismas competencias de cuidado que normalmente se asocian con las mujeres. Educa a tus hijos desde pequeños –que es cuando están más receptivos- para que sepan reconocer y dar un nombre a las emociones propias y ajenas y para que sepan reaccionar y responder así a las necesidades propias y de los demás.
4. SE UN PADRE “ACCESIBLE”
El adjetivo que principalmente se utiliza para indicar cómo es o debería ser un padre hoy es involucrado o implicado[3]. Eso significa que lo que se espera de un padre es que desarrolle su capacidad emocional, afectiva, organizativa y práctica para participar activamente en la vida familiar y ser una importante presencia física, afectiva y normativa.En concreto un padre accesible y responsable se compromete en los asuntos académicos-profesionales de los hijos, en la disciplina, en el cuidado diario, en las actividades de diversión y en la responsabilidad económica. Un padre involucrado es un padre presente y un padre presente es un padre que tiene más posibilidades de convertirse en un padre involucrado. Por otro lado, como se ha afirmado anteriormente, los hombres suelen tener dificultades a la hora de conciliar trabajo y familia ya que los ambientes de trabajo dominados por varones ofrecen menos posibilidades de conciliación. Aunque se trata de un problema real, hay que luchar para tener tiempo en la familia. Desde hace algunos años se insiste en que lo más importante es la calidad de tiempo que pasas con tus hijos, pero no es cierto. La cantidad es tan importante como la calidad. Construir relaciones y competencias requiere tiempo y justamente el tiempo es el regalo más valioso que hoy en día les puedes hacer.

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