PUBLIREPORTAJE El primer año universitario, crítico para el éxito académico

La atención a los estudiantes del primer año es fundamental para favorecer trayectorias exitosas. Asumir esta tarea debe comenzar con el reconocimiento institucional de la importancia de este periodo para instrumentar dispositivos de apoyo a la integración académica y social, así como estrategias que transformen la experiencia en el aula para estimular un mayor compromiso del joven con sus estudios.
Cualquier esfuerzo institucional deberá comenzar por el conocimiento profundo del estudiantado: sus perfiles, necesidades, intereses, dificultades y proyectos de vida. Ello requiere investigación y el desarrollo de instrumentos y sistemas de seguimiento que faciliten el acceso a la información relevante. Las encuestas de entrada y de seguimiento son ampliamente recomendables y, por supuesto, el uso efectivo de las mismas. Este es un terreno en el que, como se ha reiterado, los investigadores del país han aportado conocimiento relevante. Gracias a ellos hoy sabemos que el estudiantado es sumamente heterogéneo y experimenta la vida universitaria de múltiples maneras. Falta ahora avanzar en la generación de programas que les brinden una mejor atención.
El objetivo es diseñar programas específicos que atiendan el primer año de manera integral, y no como un cúmulo de iniciativas aisladas, y que tomen en cuenta las características y dificultades particulares de este tramo. Estos programas debieran proporcionar al nuevo estudiante un enfoque coherente y completo de la institución, sus procesos y dinámicas. Para facilitar la transición son recomendables las estrategias de inducción sobre el funcionamiento institucional y ceremonias de bienvenida, entre otros. El esquema de trabajo que tiene el Programa de Apoyo a Estudiantes Indígenas (PAEI) puede ser un buen ejemplo de esta atención integral, en tanto que combina becas, tutorías y asesorías académicas.
Resulta vital reconocer las deficiencias académicas de los estudiantes y promover el desarrollo de habilidades de este tipo durante todo el primer año y no sólo como intervención propedéutica puntual. Asimismo, habría que promover prácticas curriculares y pedagógicas que promuevan una mayor participación y responsabilidad de los estudiantes en su propio aprendizaje.
Una buena alternativa, efectiva en el ámbito estadounidense y que puede ayudar en la transición y en el apoyo académico son los seminarios de primer año (freshman6 seminars o first-year seminar). Se trata de seminarios que generalmente forman parte del currículo y por tanto son centrales en la experiencia académica. Hay varios tipos, pero predominan los de orientación —al menos en 65 por ciento de las instituciones— que buscan desarrollar habilidades académicas, proveer información sobre recursos y servicios de la universidad y abordan principalmente tópicos como: habilidades de estudio, recursos y servicios, manejo del tiempo, planificación académica y desarrollo del pensamiento crítico (Stuart y Linder, 2005). Esta es sólo una alternativa; el reto es emprender iniciativas de innovación y transformación pedagógica efectivas.
Por tanto, es preciso instrumentar estrategias de actualización permanente de los profesores para transformar sus prácticas de enseñanza y para que establezcan mejores niveles de compromiso con sus estudiantes.
Paralelamente, vale la pena ampliar y enriquecer los apoyos extracurriculares. Para aquellos jóvenes con la preparación más deficiente, conviene instrumentar eficaces cursos remediales7 que aborden no sólo el repaso de contenidos temáticos, sino el desarrollo de estrategias de aprendizaje aplicadas a disciplinas específicas (Higbee, 2005) junto con un componente motivacional que fortalezca la autoestima. Además, habría que impulsar estrategias efectivas para educar y prevenir el abuso de drogas y alcohol, más allá de los cursos que sólo transmiten información. No puede dejarse de lado el sistema social y cultural, las actividades deportivas y culturales así como las asociaciones estudiantiles, que también ayudan a los jovenes a canalizar sus intereses y reforzar el sentido de pertenencia a la institución.
Un apoyo que ha demostrado un enorme potencial son las tutorías impulsadas fuertemente en México y que en muchas instituciones han brindado el soporte necesario para que el joven desarrolle una trayectoria regular.Sin embargo, no es conveniente canalizar todas las necesidades de los jóvenes a través de una sola estrategia.
En suma, es preciso que las universidades se preocupen por sus estudiantes y diseñen un ambiente que estimule su vida universitaria y refuerce sus motivos y aspiraciones por sacar adelante una carrera profesional. Esto es particularmente crucial en el primer año, pues es el momento en el que muchos jóvenes se afianzan en su decisión de lograr una carrera universitaria o la abandonan.
CONSIDERACIONES FINALES
Llegados a este punto se puede afirmar que el éxito en la trayectoria escolar depende de una educación de calidad y una atención integral al estudiante; en este sentido, es pertinente la observación de Crissman y Upcraft (2005) acerca de que la retención no puede constituirse en la meta de una institución, sino que los esfuerzos deben orientarse a promover una educación de la más alta calidad y entonces la persistencia estudiantil se dará por añadidura.

Las reflexiones hechas aquí sobre los acercamientos teóricos y prácticos al campo sobre el primer año universitario pueden servir como un estimulante marco de referencia que nutra los debates en México e impulse el desarrollo de esta temática. Sin embargo, no se trata de seguir recetas ni de incorporar mecanismos de manera acrítica; es preciso impulsar la investigación y la experimentación en el campo para encontrar respuestas pertinentes a los problemas de la educación superior que tanto nos preocupan.