Termina fiesta del libro bonaerense

Un millón 200 mil visitantes recibió la 41 edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (FILBA), que cerró ayer después de 21 días de actividades en la capital argentina, con la Ciudad de México como invitada de honor.
La mayoría de los 500 expositores que instalaron sus stands a lo largo de los 45 mil metros cuadrados del predio La Rural, tuvieron buenas ventas, comentó Ana María Cabanellas, presidenta de la Comisión de Relaciones Institucionales Internacionales del encuentro.
Si bien aún no se tienen las cifras actuales de ventas, que en 2014 aumentaron un 20 por ciento respecto al 2013, la feria confirmó que ingresaron más de diez millones en “chequelibros” entregados al público y a los dos mil 500 bibliotecarios, quienes llegaron a adquirir volúmenes para las diferentes escuelas de las provincias argentinas.
“Es una feria a la que los expositores venimos con un poco de miedo, porque siempre pensamos que estamos en una situación de crisis, que el público no va a venir, que las compras van a ser inferiores a otros años. Pero la realidad es que ha sido una feria con muchísimo público, y con muy buenas ventas”, explicó Cabanellas en entrevista. La editora del Grupo Claridad, integrado por los sellos Unaluna, de literatura infantil; Claridad, creado en 1922, y Heliasta, especializado desde 1944 en libros jurídicos, detalló que en su caso las ventas aumentaron un 30 por ciento en relación al año pasado.

“La feria recibió la misma gente que el año pasado, que celebró sus 40 años, lo que consideramos positivo. Hubo más de mil 500 actos culturales. Y estamos asombrados, porque las actividades que organizamos para los jóvenes fueron muy visitadas. Ellos vinieron solos, no por sus colegios. La gran apuesta este año fue por los nuevos lectores”, agregó.

De hecho, desde el fin de semana, e incluso ayer lunes, que fue el último día del encuentro librero, los porteños y habitantes de las provincias aledañas se volcaron prácticamente por los pasillos, los siete pabellones y las diez salas para eventos de la feria, en los que por momentos no se podía transitar.

Los stands se vieron todo el tiempo abarrotados de lectores que no sólo compraron libros, sino que participaron en los distintos juegos instalados y recorrieron las exposiciones que se exhibían en algunos módulos.

El juego más concurrido por los jóvenes fue La rueda de Melquiades, que evocó la magia de uno de los personajes de la novela Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, que leía el futuro al participante aventurado.

En la FILBA, la firma de libros por parte de los autores es muy importante, por lo que destacaron las largas filas que hacían los lectores para dialogar con los mil 566 escritores programados para regalar su autógrafo.

Cabanellas aseguró que el lema de la feria es “Del autor al lector”, por lo que procuran que la gente se encuentre con sus autores favoritos, los escuche en la presentación de sus libros, los salude, dialogue con ellos y se lleve una firma.

Y destacó además la visita de 12 mil profesionales del libro de 18 países, entre ellos Alemania, Rusia y Grecia, que hacen negocios tres días antes de que comience la FILBA para el público.

El stand de la Ciudad de México, visible por su techo adornado con papel picado rosa, también lució lleno de lectores la mayor parte del tiempo, quienes, además de escuchar la participación de los más de 50 narradores, poetas y estudiosos que representaron a México, escuchaban música mexicana y disfrutaban de diversos antojitos.

Ayer, el presidente de la FILBA, Oche Califa, y dos consejeros de la feria entregaron un reconocimiento a la ciudad invitada, que recibió Déborah Chenillo, coordinadora de Vinculación Cultural y Comunitaria de la Secretaría de Cultura del DF.

La noche del sábado, México se despidió de los lectores de la FILBA con un baile de danzón, mambo, chachachá, rumba, son y guaracha.

La 42 Feria Internacional del Libro en Buenos Aires se desarrollará el próximo año, entre el 19 de abril y el 9 de mayo. La Ciudad Invitada de Honor será Santiago de Compostela (España).

EL OCIO, NECESARIO PARA CREAR
“La historia de la literatura está poblada de ociosos, es decir, de escritores que defendieron activamente el ocio, la lentitud, la contemplación y el tiempo liberado”, afirmó ayer Vivian Abenshushan (1972).

La escritora y editora, quien participó en la mesa El oficio del ocio, junto con Alberto Chimal y Verónica Gerber, comentó que ella también quiso defender su tiempo libre para crear, y renunció a su trabajo en una revista para fundar la editorial Tumbona, escribir más libros y hasta tener un hijo. “Quien diga que el ocio es improductivo no tiene razón”.

En una de las últimas actividades que organizó la Ciudad de México como invitada de honor de la 41 edición de la FILBA, que se clausuró ayer, Abenshushan contó que su vida cambió hace diez años, cuando precisamente en Buenos Aires vio un anuncio en una barda que decía: “Mata a tu jefe, renuncia”.

“Mi vida no me la cambió un libro, sino un esténcil callejero. Renuncié porque tenía poco tiempo para leer, para escribir, para no hacer nada, era profundamente infeliz y estaba deprimida”.

“Fundé una editorial y emprendí durante siete años una investigación que publiqué en el libro Escritos para desocupados, una crítica del trabajo contemporáneo desde la experiencia del de- sempleo voluntario, de las formas como ahora trabajamos, compulsiva, obsesiva e irracionalmente sin saber para qué”, añadió.

La autora de Una habitación desordenada y El clan de los insomnes confesó que le encanta usar las redes sociales, “porque hay un diálogo directo con los lectores, por eso es muy adictivo”, aunque está consciente de que “el internet es una maquinita tragamonedas, porque funciona a través de motores de búsqueda que están conectados con sumas de dinero, con esa cosa abstracta, que nadie sabe dónde está, llamada sistema financiero. Eso nos ha introducido a una velocidad y a un mecanismo problemático para la escritura”.

El escritor Alberto Chimal (1970) estuvo de acuerdo con eso: “Las redes sociales se acaban convirtiendo en una especie de obligación, cualquier persona es susceptible de convertirse en una marca que debe ser vendida”.

Añadió que el escritor en esta época “es una especie de máquina que manufactura texto, copy. El ocio como parte importante de la escritura se ha vuelto ajeno. El verbo trabajar representa integrarse en esa especie de cadena productiva que está constantemente exigiendo la creación de más y más de lo que sea que hagamos todos para producir más beneficios para quién sabe quién”. También reivindicó el derecho al ocio del creador.

Gerber citó a varios artistas visuales que han nutrido su obra del ocio.