Violencia inspira obra de teatro: «Masiosare, un extraño enemigo»

Cuando Fernando Bonilla convalecía del balazo que le propinó su asaltante, poco a poco trato de entenderlo. El dramaturgo y director teatral no pensó por mucho tiempo en la Ley del Talión, sino que fue concibiendo un escenario terrible, lleno de absurdos y contradicciones que dejaban a su agresor expuesto, a la deriva, como podría sucederle a cualquier otro mexicano. Así fue naciendo Masiosare, un extraño enemigo.
“Empecé a escribir la obra en la cama del hospital, surgió partiendo de la idea de mostrar el absurdo, la sordidez de mi experiencia y conforme fue progresando se transformó un poco en la biografía del personaje que jaló el gatillo, el que disparó; ahora nos muestra la historia de un mexicano X, de un invisible, que nace en una sociedad violenta, que en un primer momento lo vulnera, lo aplasta y lo acaba orillando a convertirse en un asesino, en un criminal”, explica.
El texto tomó la forma de una farsa grotesca, una tragedia antisolemne, llena de humor ácido y sarcasmo que derrumba los pilares simbólicos en los que se asienta la idea de la mexicanidad: la Virgen de Guadalupe como la madre, Miguel Hidalgo como el padre, la Bandera mexicana o el Himno Nacional, de donde ha sido tomado el nombre del personaje principal. En la historia, un arcángel viola a una anciana y la embaraza.
Producto de ese abuso nace Masiosare, un hombre carente de conciencia, principios, valores y objetivos, que con el tiempo es moldeado por una sociedad violenta, egoísta y absurda.
El personaje habrá de esquivar la muerte, se enamora y sobrevive como veleta, guiado por la gente que eventualmente lo encumbra como mártir, pero que termina por usarlo como chivo expiatorio. Esa misma sociedad acabará por linchar a ese hijo bastardo celestial.
La obra de Bonilla –que cumple temporada todos los fines de semana, hasta el 31 de mayo, en el Foro A Poco No– se convierte en una farsa sangrienta que emula el absurdo costumbrista nacional.
México, dice el director, “es esencialmente un país de contradicciones, de contradicciones muy latentes y que sigue adelante como una especie de palomilla descabezada, eso genera el absurdo cotidiano, genera esta farsa ridícula que vivimos de manera mucho más ostensiblemente en la política”.

La obra no sucede como una narración lineal de los hechos, su escenografía emula un antiguo cabaret de ficheras en el que se mezclan actores y público. De estos últimos, Bonilla reclama participación: “lo que pretendo es poner al público en un lugar activo, tendrá que convertirse un poco en jurado y al final decidir si Masiosare es victimario o víctima de una sociedad que comparte responsabilidad por todos lados. El público cada noche decide si ese sujeto debe ser castigado o no; la obra tiene dos finales y dependiendo del voto del público se presenta uno u otro”.

Masiosare, agrega, “nace en un ámbito hostil, tan sin sentido, de alguna manera es una metáfora de esa gran parte de la sociedad que hoy, por la estructura económica y cultural que tenemos, le estamos orillando o a la migración o al crimen, a la indigencia. Este sujeto que no es educado con ninguna posibilidad de prosperidad acaba ejerciendo el crimen para poder sobrevivir, acaba siendo una especie de chivo expiatorio y se convierte en un ejemplo perfecto para que el gobierno pueda linchar a alguien, pueda culpar a alguien de todos los males, cuando comete su primer error se convierte en la excusa perfecta para que todos esos agentes que lo oprimieron y lo aplastaron, ahora lo culpen de todos los males”.

Actuan Juan Carlos Medellín, Omar Medina, Malcolm Méndez, Marissa Saavedra y Valentina Sierra y con música en vivo de Omar Medina Fernández y Yurief Nieves.