El TLC, los espejitos y nuestro oro

Como siempre, estamos viendo las barbas del vecino remojar… y no hacemos nada.? Cientos de movilizaciones callejeras en el mundo, protestando por la virulencia social de los tratados internacionales de «libre comercio», ¡y aquí ni nos enteramos!
Ahora,? la gente en todo el mundo está en contra la negociación del Transatlantic Trade and Investment Partnership (TPP), el acuerdo sobre la materia entre la Unión Europea y Estados Unidos. Los manifestantes opinan que «puede provocar desregularización generalizada y pérdida del poder en los gobiernos».
Nosotros acá, felices, porque ya dijo Cristina Lagarde, directora del FMI, que gracias al «empuje de la economía de Estados Unidos y las reformas estructurales» creceremos al 3%». Que se callen los opositores y descreídos. Ya llegó el mentís imperial.
Otra vez los espejitos. Usted y yo, estimado lector, hace años «acordamos»? que es imposible que México crezca arriba del 2% anual, en «virtud de las estructurales», si no se pone orden en capacitación, productividad, competitividad y se fortalece el mercado interno.
En cuanto a los famosos tratados?, éstos han sido entre nosotros un eficaz espejismo popular, otro distractor para frenar cualquier crítica sobre maniobras entreguistas en los rubros de materias primas, comerciales, mercantiles y financieras.
Al firmar el TLC con Norteamérica y ajustarnos estrictamente al leonino y torticero «espíritu de Houston» con los halcones republicanos, lo que hicimos fue refrendar y agigantar el alcance del GATT, desregular cualquier traba a la importación, conculcando todo ejercicio soberano.
Lo que nos unció todavía más a la vieja cadena? colonial: productores de materias primas – consumidores de productos manufacturados e industriales generados en las metrópolis, hasta el infinito imaginable.
¿Qué conseguimos de EU y Canadá?
Sin ninguna posibilidad de lograr jamás que nuestros migrantes dejen de ser vistos como cosas peores que mercancías y puedan transitar libremente la frontera norte para emplearse en las factorías o de perdida en los campos agrícolas.¡ Hoy creció a 880% la detención de niños migrantes!
Sin lograr que los mecanismos comerciales locales, los transportes y las mercaderías que producimos puedan pasar libremente la frontera norte, como aliados mercantiles y comerciales que creemos ser, no como extraños o como esclavos.
Parece que hasta la oportunidad para reclamar ya feneció, pues ahora vemos con naturalidad que para lo único que ha servido el TLC es para que nos retaquemos de pequeñas factorías cerveceras que ofrecen mínima cantidad de empleos, nos atiborran de contaminación y se chupan los pocos mantos de agua que quedan para los campesinos.
Y para que nos bombardeen día y noche con el retintín de las» fastuosas» inversiones de miles de millones de dólares de las empresas automotrices extranjeras que sólo vienen a que les ensamblemos los carros que pasan al otro lado. Esos sí, sin restricciones.
Y que nos engañen con el sonsonete retardatario que somos la cuarta potencia del mundo «productora y exportadora» de automóviles, cuando no nos han dejado que explotemos ni la tecnología necesaria para fabricar un carrito de paletas o de hot dogs.
Nuestra calificación, sujeta a
caprichos imperiales
Los empleos que ofrecen en las plantas ensambladoras de los carísimos corredores industriales –construidos con nuestros impuestos–? son mínimos e insuficientes para atender un ridículo porcentaje del mercado laboral arrinconado en el desempleo y el hambre.
Pero eso sí, en la televisión, el cine, la radio, la prensa y el libro, los «cinco sentidos de la sociedad moderna» –¡qué bueno que todavía no aparecen las redes sociales en esa clasificación!– nos soplamos los spots, discursos, arengas y latiguillos relativos a los miles de millones de dólares de inversión extranjera.
Pura agua de borrajas. El TLC es una gran engañifa del salinismo para vivir engarzados a todos los designios extranjeros forever and ever?. Pero la publicidad nos embaucó y nunca dijimos gran cosa sobre su inutilidad.
No sirve ni para solucionar «de a mentiritas» el problema del empleo, ni para acceder por vía alguna con nuestros productos al mercado gabacho, menos para que nuestros generosos expulsados migren con libertad para emplearse. Muchísimo menos para redistribuir el ingreso.
La calificación internacional de nuestra débil economía sigue sujeta a los caprichos de los organismos del Imperio?. Nos traen a sobresaltos, igualito que cuando la FIFA «califica» el desempeño de la selección de ratoncitos verdes de futbol.
Ni nos toman en cuenta para la firma del TPP
Primero, mandan por delante a las famosas «corredurías» neoyorkinas a las que los fruncionarios de SHCP y Banco de México se la pasan agasajando con nuestros impuestos y a las que nunca acabamos de tener contentas.
Es una simple aduana que funciona como mecanismo de detente de los organismos prestatarios y califica a capricho del acreedor. Los dígitos con los que tiene a bien obsequiarnos «en riesgos de inversión y del país», sólo reflejan la puntualidad de pago de nuestros extenuados bolsillos.
Los «analistas financieros» locales, lo único que hacen es proporcionar la oreja y el eco de su voz para hacernos saber el tamaño de la rueda de molino que nos están recetando desde allá. Pero como pronuncian en inglés el nombre de las oficinas en Wall Street, lo damos por cierto.
Los boletines financieros que se reproducen en los dos diarios nacionales «especializados» en? materias económicas de ese jaez, son infumables. Ahora hacen que retumbe en nuestros oídos que aprobarán en fast track el TPP, tratado comercial que incluye a Japón y a la cuenca del Pacífico, como si nuestra opinión fuera tomada en cuenta.
No se ponen de acuerdo, ni para engañarnos. Un día resulta que los niveles de la deuda son manejables. Justo al día siguiente se hacen eco del increíble disgusto del BM y del FMI porque la deuda –que ellos autorizaron e incrementaron– está rebasando la capacidad de pago.
México puede ser un mal ejemplo ¡para Grecia!
Luego, nos anuncian, con una cara de preocupación digna de mejores gestos, que los niveles de la deuda externa mexicana ya alcanzaron el equivalente a la mitad del producto interno bruto y que podemos ser el mal ejemplo para Grecia.
Luego, arremete la propia Cristina Lagarde de que, aunque esto fuera así, ni pensemos griegos y mexicanos que el casero dejará de cobrar puntualmente el principal y los intereses de la renta.