La Feria del Libro de Leipzig cerró sus puertas tras repaso de la literatura israelí

La Feria del Libro de Leipzig cerró ayer sus puertas tras repasar la actual literatura israelí -invitada de honor de este año- y romper una lanza por la poesía, con la concesión por primera vez de su premio a un poeta, Jan Wagner, y no a un novelista.
Entre las ferias literarias alemanas, Leipzig suele vivir a la sombra de Fráncfort, donde todos los otoños se celebra la muestra más grande del mundo en el sector. Pero hay una diferencia entre las dos ferias que da a Leipzig un atractivo especial para el público.
Mientras que Fráncfort es ante todo una muestra para la venta y compra de derechos de autor, donde los protagonistas son los editores y los agentes y sólo en un segundo plano los libreros, los autores y los lectores, Leipzig se define a sí misma como un festival de literatura.
Uno de los puntos culminantes suele ser la entrega del Premio de la Feria de Leipzig, normalmente a una novela, con lo que el galardón también es comparado con el Buchpreis, que se entrega todos los años en víspera de la Feria de Fráncfort a la mejor novela alemana del año.La decisión de este año de premiar a Jan Wagner, por su poemario Regentonnenvariationen, permitió a Leipzig liberarse un tanto de ese lastre y logró que se vuelva a prestar atención a un género que nunca deja de cultivarse, pese a que tiene un círculo de lectores reducido.
La elección de Israel y la literatura israelí como invitados de honor también aumentó el atractivo de Leipzig en esta edición, en momentos en que Alemania insiste en renovar su amistad con ese país en medio de nuevos brotes de antisemitismo en Europa.
Junto a autores que ya tuvieron una gran recepción en Alemania, como Amos Oz y David Grossmann, la feria promocionó a otros, como Lizzie Dorn, cuya novela ¿Quién demonios es Kafka? aparece en alemán antes que en hebreo.
La historia que cuenta Dorn es la de la difícil amistad entre un palestino y una judía, que tiene que disimular su identidad en sus visitas a Jerusalén oriental, por temor de su amigo a ser acusado de colaboracionista.
Cuando en una conversación ella menciona el nombre de Kafka surge una discusión y hay quienes sospechan que se trata de un agente secreto israelí.
Amos Oz, por su parte, desembarcó en Leipzig con su nueva novela, Judas, que gira en torno a dos temas clave relacionados con el simbolismo del personaje evangélico.
Por una parte, la novela tiene bajo trasfondo una reflexión sobre las relaciones entre judíos y cristianos. La figura de Judas sirvió durante mucho tiempo de justificación del antisemitismo y el personaje central de Oz,
Schmel Ash, trabaja, antes de tener que dejar sus estudios por diversos motivos, en una tesis sobre la visión judía de Jesús.

El otro tema de Judas es la traición, presente en los diálogos entre los tres personajes alrededor de los que gira la novela y un cuarto ya muerto, Shealter Abranel, cuya sombra se proyecta sobre toda la obra.

Abardanel era un opositor a Ben Gurion que apostaba al entendimiento entre árabes y judíos y que consideraba la proclamación unilateral del Estado de Israel en 1948 como un error histórico, lo que le valió que le considerasen un traidor.

El de Amos Oz es uno los libros de los que más se está hablando en Alemania y atrae a más lectores que la obra de poemas del galardonado Jan Wagner, a pesar de gozar de la caja de resonancia de Leipzig.

La feria

Es el lugar de reunión de primavera más importante para el sector editorial y de medios de comunicación.
Su objetivo es lograr más publicidad para los libros.
Ofrece una amplia información sobre nuevas publicaciones, así como las tendencias actuales y futuras en los mercados de habla alemana y europea.
Tuvo lugar durante cuatro días en Leipzig.