Litio; pequeño pero muy efectivo

Es el tercer elemento más ligero del Universo, pero se ha convertido en aliado indispensable para el tratamiento del trastorno bipolar, desorden de la personalidad en el que las fluctuaciones de ánimo son tan intensas que llegan a ser dramáticas e incontrolables.
El trastorno bipolar es un padecimiento en el que el estado de ánimo de la persona afectada, que puede ser un niño, joven o adulto, tiene episodios alternados de euforia o manía, durante los cuales experimenta exagerado sentimiento de bienestar físico, mental y emocional, y momentos de depresión en los que siente notable disminución de energía, cansancio, insomnio o sueño excesivo, falta de apetito, irritabilidad, sentimiento de culpa, dificultad para pensar con claridad y, en casos severos, puede intentar el suicidio.
Numerosas investigaciones sostienen que este problema, conocido también como manía-depresión, es de origen genético (determinado por el ADN heredado de los padres) y se produce debido a desequilibrios químicos en el cerebro; concretamente, las evidencias médicas han demostrado que durante los momentos de euforia los pacientes muestran niveles inusualmente altos de un neurotransmisor o sustancia mediante la que se comunican las neuronas, la norepinefrina, pero éstos disminuyen en la fase depresiva.
Gracias a sus biógrafos, hoy sabemos que personalidades artísticas como los escritores Virginia Wolf, Charles Dickens y León Tolstoi, los pintores Vincent van Gogh y Miguel Ángel, así como los músicos Frederick Haendel y Peter Tchaikovsky padecieron trastorno bipolar. Ninguno de ellos tuvo la fortuna de contar con los beneficios y excelentes resultados que un diminuto elemento, el litio, ha proporcionado en el tratamiento contra este padecimiento psiquiátrico a partir del decenio 1970-80.
La historia de este elemento en el ámbito farmacéutico, aunque extensa, no ha sido sencilla debido a que se ha topado con todo tipo de obstáculos y malas interpretaciones que lo han hecho desempeñar los papeles tanto de héroe como de villano.
Fármaco de vanguardia… muy antiguo
La referencia más antigua del litio aplicado a la Medicina fue hecha por un médico griego, Sorano, de la ciudad de Efeso (actual Turquía), que en el siglo II de nuestra era hizo la observación de que ciertas aguas originarias de su población eran muy efectivas en casos de «locura». Aunque en aquel entonces todavía faltaban varias centurias para que se conociera la existencia de este elemento, en nuestros días se ha efectuado el análisis químico de líquido proveniente de manantiales de la región, y en él se ha descubierto alta concentración del mineral en cuestión, si bien no se encuentra en la cantidad necesaria para obtener efecto realmente curativo.
Fue hasta los primeros años del siglo XIX cuando los científicos José Bonifacio de Andrada e Silva (Brasil) y Johan August Arfwedson (Suecia) lograron identificar a este elemento, al que un poco más adelante se llamó lithos y que en griego significa «piedra». En 1805 el médico James Parkinson, quien hizo la primera descripción de la enfermedad que lleva su nombre, atribuyó al carbonato de litio la propiedad de actuar contra la gota o acumulación de ácido úrico en las extremidades; sin embargo, la química moderna nos demuestra que tal función de este compuesto es atribuible, más bien, al carbono.
Cien años más tarde tuvo lugar un hecho similar, ya que un médico estadounidense de apellido Culberth sostenía que el bromuro de litio poseía poderoso efecto sedante y cualidades que lo convertían en fármaco ideal para el tratamiento del insomnio. Aunque tal observación era cierta, nuevamente el error consistió en señalar al litio como responsable de la acción terapéutica, ya que en realidad el efecto tranquilizante es responsabilidad del bromo.
Finalmente, el gran descubrimiento de las cualidades de este mineral tuvo lugar en 1949, cuando el psiquiatra australiano John F. Cade documentó el efecto de las sales de litio en casos de depresiones bipolares. Las observaciones del científico fueron confirmadas en Europa por varios grupos de investigación, pese a lo cual tendrían que pasar todavía dos décadas más para que el nuevo fármaco tuviera aplicación.
Uno de los principales motivos de la tardanza fue que en 1948 salió al mercado de Estados Unidos un sustituto de sal común para ser usado por personas con problemas cariacos e hipertensión, y en cuya fórmula se incluía el mineral que nos ocupa; pese a las advertencias, muchas personas comenzaron a emplearlo indiscriminadamente y sin prescripción médica adecuada, dando lugar a los primeros reportes de intoxicación por litio, que en algunos casos llevaron a la muerte. El desprestigio logrado por el elemento fue, aunque mal fundamentado, de alcance mundial.
Sólo hasta la realización de protocolos muy cuidadosos presentados en 1965 por el médico danés Mogens Schou se pudo determinar la manera correcta de emplear las sales de litio, así como la cantidad necesaria y la manera de controlarlas en cada caso concreto de trastorno bipolar.
Ante las evidencias mostradas, cinco años más tarde fue levantado el veto a este importante fármaco en forma definitiva.
Misterio
Hay que ser sinceros. A pesar de que el litio ya se ha utilizado durante más de 35 años en el tratamiento de trastorno bipolar o manía-depresión, su mecanismo de acción sigue siendo una incógnita por aclarar; se sabe que cambia la acción de ciertos impulsos eléctricos neu-ronales y que ayuda a regular la generación de neuro-transmisores.
como noradrenalina y serotonina, pero no mucho más. El hecho parece radicar en su diminuto tamaño (es el tercer elemento más ligero del universo y el más liviano de los metales), por lo que resulta difícil de monitorear en el momento de actuar.
Asimismo, se especula que tal problemática se debe, también, a que este mineral tiene más de un efecto en la química cerebral, y en realidad lleva a cabo varias funciones simultáneas en el encéfalo. Sin embargo, no hay que descartar que en el futuro recibamos noticias acerca de su mecanismo de acción, pues gran número de científicos de distintas especialidades trabajan para conocer más sobre él y su relación con el sistema nervioso.
Pese a tal vacío, está comprobado que la administración de carbonato de litio es una terapia excelente y relativamente económica para el trastorno bipolar y sus posibles recaídas. Queda claro que el tratamiento siempre se realizará bajo la prescripción de un psiquiatra, responsable de administrar el medicamento de acuerdo a las necesidades de cada caso y encargado de interpretar los análisis de sangre (litemia) que se deben practicar con determinada frecuencia (al principio del tratamiento cada semana o mes, luego trimestralmente y al final cada vez que se cambie la dosis) para prevenir un eventual riesgo de sobredosis.

Al respecto cabe señalar que el litio tiene la virtud de «avisar» cuando su concentración en plasma se acerca a cifras riesgosas, pues antes de que se genere daño suelen aparecer efectos molestos como sequedad de boca, temblor en manos, náuseas, sed, diarrea, gastritis y mayor emisión de orina. La aparición de estos síntomas en personas bajo tratamiento implica la suspensión del medicamento y reportar de inmediato lo ocurrido al especialista, ya que de aumentar los niveles del fármaco podrían generarse alteraciones en el ritmo cardiaco, falta de coordinación, convulsiones, desorientación y afectaciones en los riñones (renales).

Es importante que quien reciba este tipo de terapia también esté conciente de que el litio puede interactuar con otras sustancias y medicamentos, generando efectos desfavorables, como intoxicación y daño renal o en glándula tiroides, por lo que debe consultar a su psiquiatra antes de consumir:

Teofilina u otras sustancias empleadas en el tratamiento de asma.
Antibióticos como tetraciclina, espectinomicina y metronidazol.
Anticonvulsivantes como carbamazepina, que también se emplean en tratamiento contra manías.
Antidepresivos.
Medicamentos para controlar la presión arterial, como metildopa, prazosin, propanolol, clonidina y los denominados inhibidores de enzima convertidota de la angiotensina (ECA).
Fármacos para disminuir inflamación, molestias reumáticas y dolor en general.
Medicamentos para el hipertiroidismo (segregación excesiva de hormonas por parte de la glándula tiroides, lo cual ocasiona nerviosismo, temblores, sudoración, pérdida de peso, palpitaciones y diarrea).
Tranquilizantes tipo benzodiacepinas.
Vasodilatadores de la familia de los bloqueadores de los canales del calcio.
Digoxina, que es un protector del corazón.
Disulfiramo, empleado en casos de alcoholismo.
Diuréticos empleados para regular presión arterial y en casos de insuficiencia cardiaca (cuando el corazón carece de fuerza para bombear sangre adecuadamente).
L-Dopa, el cual se utiliza en pacientes con enfermedad de Parkinson (caracterizada por la falta de control en el movimiento de las articulaciones y sacudidas involuntarias).
Laxantes fabricados con la semilla Plantago psyllium.
Alcohol.
Marihuana y derivados del cannabis, en general.
Las dosis de litio disminuirán conforme el paciente muestre mejoría; lo más probable es que empiece a consumir el fármaco en forma escalonada hasta alcanzar el ideal de 2 o 3 tomas al día (cada 8 ó 12 horas). Una vez que se logra la estabilidad en el tratamiento, lo cual ocurre después de algunos meses, puede reducirse a una sola dosis total diaria.

Otros consejos de utilidad consisten en realizar ejercicio periódicamente, ya que el litio puede generar aumento de peso, y tener siempre la precaución de tomar suficiente líquido y comer sal común para controlar los niveles del fármaco y evitar que alcance concentraciones tóxicas. Nunca debe ser administrado a mujeres embarazadas, ya que generaría malformaciones en el feto, y sólo será empleado como auxiliar en otros problemas neurológicos, como depresión, pero bajo estricta prescripción médica.

¿Previene problemas mentales?
A pesar de que no se ha esclarecido por completo cuál es el mecanismo de acción del litio en el cerebro humano y de que se ha generado cierto debate sobre el carácter preventivo del mineral, hay que decir que es falsa la tentadora suposición de que incluir este mineral en la dieta podría evitar el surgimiento de trastorno bipolar.

En principio, debe señalarse que el litio no le falta a nadie y que las pequeñísimas cantidades que aparecen en los análisis de sangre no tienen ninguna función conocida. En efecto, los testimonios médicos más sólidos que existen hasta el momento indican que suponer que la falta de litio genera desorden maníaco-depresivo sería tanto como afirmar que las infecciones bacterianas se originan por la ausencia de penicilina en el organismo.

Sin embargo, han surgido en distintos lugares del mundo productos dietéticos y suplementos que incluyen litio en sus fórmulas, bajo el argumento de que con ello se consigue prevenir problemas de conducta. Lo cierto es que tales mercancías no especifican las dosis que emplean de este mineral y, como se ha visto, el abuso en su consumo podría ser tóxico y está estrictamente contraindicado en mujeres embarazadas.

En cuanto a la dieta, algunos practicantes del naturismo afirman que el consumo de alimentos «ricos» en litio pueden generar buen ánimo y humor, por lo que aconsejan incluir en la dieta:

Cereales integrales: arroz, trigo y maíz.
Leguminosas: frijoles, garbanzos, lentejas, habas y chícharos.
Alfalfa: hojas y semillas.
Germinados de cereales.
Vísceras: riñones e hígado.
Hortalizas: papas, nabos, jitomates, pimiento y berros.
Plantas aromáticas: romero, tomillo y jengibre.
Frutas: fresas, frambuesas, moras y grosellas.
El beneficio que se genera al consumir estos alimentos es evidente, pero se debe más a sus vitaminas, proteínas y otros nutrientes que a su contenido de litio, que en realidad es bajo. Finalmente, sería difícil asegurar que incluir gran cantidad de estos alimentos evita el trastorno maniaco-depresivo ya que, como se sabe, la causa de este desorden depende de muchos otros factores, como los ya mencionados de origen genético.