Me como las uñas desde chica y nunca he parado. Ahora tengo que esconder mis manos se ven horribles. Incluso, he tenido varias infecciones en la boca y heridas en los dedos», cuenta Claudia Lizama, una mujer de 36 años.
Su experiencia no es aislada. El comerse las uñas mientras vemos televisión, esperamos la micro o antes de una reunión importante es un acto ansioso, descuidado, pero también puede llegar a ser una conducta compulsiva preocupante, según cuenta la psicóloga Isabel Puga Young, académica de la Universidad Central.
«La boca es un sector donde tenemos muchos terminales nerviosos y por eso, llevarse las manos a la boca produce una cierta satisfacción que calma frente a situaciones de ansiedad», explica.
Sin embargo, uno puede pasar años mordiéndose las uñas sin ser algo preocupante y no pasar de ser una conducta poco apropiada, que reemplaza un buen manejo de ansiedad y estrés.
Claro, habrá que pasar la vergüenza de esconder las manos, pero ellas se ven igual, es imposible ocultarlas. Pero esas personas se «salvarían», porque el hecho de esconderlas las hace ser conscientes de que mordisquear las uñas o chuparse los dedos, no es correcto.
El problema está cuando uno comienza a hacerse daño, a sangrar o despegarse las uñas y no se detienen, a pesar del dolor.
«En esos casos estamos hablando de casos psico-patológicos y presenta daños a nivel fisiológico, porque a pesar de que duele se siguen comiendo las uñas», acota.
Es que tener todo el rato las manos en la boca puede ser también un síntoma de un trastorno obsesivo compulsivo que merece ser atendido en forma profesional e inmediata. Esto, sobre todo cuando el acto de «comerse las uñas» no es causado por una situación presente sino que la persona está todo el tiempo anticipándose a sufrir futuros catastrofistas y el malestar que se siente es generalizado.
¿Por qué sucede?
De acuerdo a la opinión de la especialista, la conducta puede tener origen en la infancia donde se hayan producido problemas emocionales no atendidos, pérdidas, separaciones o situaciones familiares disfuncionales que generaron mucha ansiedad.
Pero también puede ser una conducta producto de la timidez o habilidades sociales no desarrolladas, por ejemplo, cuando el temor o pánico a la exposición social son causadas por bullying o acoso escolar.
Niños y adultos
Isabel Puga Young afirma que en los niños existe un alto porcentaje, más de un 40% adquieren el mal hábito, pero a medida que crecen la tendencia disminuye.
«En los niños se las comen cuando descubren que morderse las uñas les ayuda a sentirse mejor, obtienen una cierta sensación que los calma, es como una manera de autosatisfacción y auto calmarse, y que les gusta», acota.
¿QuE hacer para evitarlo?
Lo principal, dice la psicóloga es no retarlos y se recomienda tratamientos conductuales para refuerzo y no castigo. «Hay que ser muy cuidadosos y ayudarlos a relajarse y calmarse, pero será más complicado cuando la mamá es la que les produce ansiedad y los pone más nerviosos», recomienda.
Para los adultos, tal vez cueste un poco más sacar la conducta y se deberá recurrir a terapias cognitivas, manejo de ansiedad y experimentar con nuestras estrategias para liberar el estrés.
«Es muy parecido a dejar de fumar o bajar de peso, no basta solo tener fuerza de voluntad porque estamos frente a una pauta de conducta instalada y que les ha resuelto el tema de ansiedad, los cambios no son fáciles y por eso, se deben reemplazar las asociaciones para que «comerse las uñas’ deje de ser automático», expone Isabel Puga Young.
Daños en la salud
Según un artículo publicado en la revista Time el mordisquearse las uñas es altamente peligroso. Aseguran que éstas albergan todo tipo de bacterias, que incluye la salmonella y E.coli y al estar en contacto con la boca, las bacterias entran al intestino donde pueden causar infecciones gastrointestinales que conducen a diarreas y dolor abdominal.