De la ilusión de crearse una identidad tenística, al desencanto de vivir el desinterés de los brillantes objetos del deseo. Así podría calificarse la aventura de la empresa tenística mexicana de los últimos dieciséis días, lo mismo en la metrópoli de Monterrey que en el puerto de Acapulco. Como deidades caídas de sus nichos, las top 2 de la belleza del máximo tenis del mundo pasaron por México con mucho menos gloria de la esperada por sus fans y con tanta pena como la que en su vida cotidiana pasa el país.
Las venidas de María Saharapova (2 WTA) al Abierto Mexicano en Aca, y de Ana Ivanovic (6) al Abierto de Monterrey, de acuerdo con un registro etnográfico en los ambientes generados en ambos eventos, permite bosquejar las expectativas de los mexicanos que de algún modo viven el planeta tenis. Y los resultados obtenidos, puro reflejo de la entrega del país al primer mundo para unos cuantos, y de las jugadas de las altas esferas aprovechando la presencia de la prensa internacional.
El caso de Ana Ivanovic, apenas ocurrido el sábado 7, es francamente patético y grosero. Quizá la diva serbia pudiera insistir en las condiciones adversas del clima y hasta alegar resfriado, pero su tenis europeo poco tiene que ver con escenarios de mar y selva. Quejarse de que sus partidos fueran nocturnos, con lo que se cura en salud de nunca avanzar lejos en el US Open, por ejemplo. Pero el asunto es la frustración de su público.
Norteamericanizados culturalmente antes que el resto de los mexicanos, los regiomontanos van para un siglo de búsqueda de identidad regional que siempre concluye mirando hacia el norte. Hace seis años decidieron voltear allende el mar y sus capitanes de industria comprendieron que el país necesitaba iconos fundamentalmente deportivos. Y que mejor para el individualismo de la modalidad salvaje del capitalismo con que en Monterrey se trabaja, que invitar a figuras únicas del deporte. El imaginario del «Número 1» como meta a alcanzar…y el tenis fue la decisión.
Más aún, en un país donde el deporte colectivo es sinónimo de derrame de testosterona, la discreción del tenis – deporte de elite por ello- tenía que refinarse para audiencias en su mayoría menores de 35 años, dada la gran población estudiantil y gerencial nueva que en Monterrey pulula. Reunido todo ello, para el grupo empresarial protenistico lo mejor fue construir un Abierto de cara al futuro, y se miró a la WTA. Se construyó un estadio y cuatro grandes canchas en el club más posh de la ciudad en «el municipio más seguro del país», y comenzaron las promesas y realidades.
Regios, pero mexicanos a fin de cuentas, los aficionados al tenis vieron la oportunidad de construirse nuevos iconos a seguir, ahora con el plus de la femineidad poderosa y la belleza al servicio de ello. Al igual que en Acapulco hace diez días con Sharapova, la chiquillería rodeaba en Monterrey la deliciosa figura de la serbia Ivanovic, quien durante tres días no dejó de reír y divertirse con un público entregado a su reina: la campeona de Monterrey 2014. La que había terminado con el tricampeonato de la rusa Anastasia Pavlyuchenkova, hoy 41 WTA y pasada de peso. La gente exigía el refrendo del título y los tres primeros triunfos de Ana indicaban la concreción de la meta.
Con mayor precisión, la beldad balcánica había señalado, en exclusivas ruedas de prensa a las que este cronista estuvo acreditado, sus expectativas humanas y deportivas: «Hoy fue muy agradable jugar porque el clima estuvo excelente. Ayer fue muy húmedo y no me sentí cómoda, la bola estaba más lenta; en cambio las condiciones de hoy fueron muy diferentes, estoy feliz de estar otra vez en cuartos de final en este torneo…Lo que sí sentí fue un público hoy muy cálido, en comparación con mi debut. Pienso que eso se debió a que mis partidos son muy tarde y no acostumbro esas horas para dar lo mejor. Pero hoy logré aclimatarme y darle lo mejor de mi a la gente», dijo la hermosa tenista.
Cuestionada por este cronista acerca de su papel como ejemplo para que a la niñez y juventud mexicanas les atraiga el tenis, Ivanovic reaccionó emotivamente: » Ese sería mi mayor placer, ya que cuando niña me emocionaba ver jugar a Monica Sales y ello me motivó a ser tenista. Nada me encantaría tanto como servir de inspiración para las nuevas generaciones de tenistas».
El sábado 7, pasadas las siete de la noche, la inspiración se convirtió en despecho. Un fragmento del comunicado de prensa oficial: «El Abierto Monterrey tendrá una nueva campeona cuando el domingo se enfrenten la francesa Caroline García y la suiza Timea Bacsinszky en busca del trono que dejó vacante Ana Ivanovic. García sorprendió al vencer a Ivanovic, primera sembrada y campeona defensora de Monterrey, por parciales de 6-1 y 6-4. Mientras, Timea se impuso a Sara Errani en uno de los mejores duelos del torneo por 6-0, 4-6 y 7-6 (7/3)». El sueño regiomontano de ver a su reina defender su trono ante la otra favorita por su carácter latino, simplemente desapareció.
Lo feo fue la actitud de Ana. Caída por desconton en un primer set en que la deidad parecía dormida, llamó a su coach, Dejan Petrovic, y por el puro movimiento de sus manos pudo captarse que la serbia no tenía más que hacer, a lo que Petrovic asintió. En el segundo set, los 3,500 espectadores entregaron su corazón y lograron que la seis del mundo conectara unos cuantos de sus tiros ganadores y de sus insuperables aces, logrando un par de quiebres y nada más. Bola fuera y juego, set y partido…»sin meter siquiera las manitas» decía el público desencantado.
Sacrificios y peligros no habían servido de nada a los seguidores de la Ivanovic. Temperaturas hasta de 4 grados, vientos de 15 kph, lluvias intermitentes que fragmentaban los partidos y de pilón el operativo militar que capturó al Z42 y decenas más exponiendo la cruda realidad del «municipio más seguro del país», dejaron un amargo sabor de frustración en vez del orgullo de haber tenido como reina a la más bella del planeta tenis.
Igual sucedió en Acapulco, militarizada tras una batalla entre profesores sindicalizados y fuerzas del orden, con saldo de siete heridos, un mutilado y decenas de camiones semi destruidos. Y como ya se sabe, el Acapulco que deseaba tener de reina a María Sharapova también se quedo con un palmo en la nariz. Sin siquiera cruzar palabra con los organizadores del Abierto Mexicano, la siberiana hizo un sorpresivo mutis del torneo y regresó a su casa de Florida sin corona y sin campeón, su Dimitrov defensor caído en segunda ronda. «Gastroenteritis» sentencio el médico y el ingenio mexicano se echó a volar: desde el lépero «perdió por los intestinos» hasta la permutación despectiva del otrora sacralizado apellido, «Chafapova» por Saharapova.
Finalmente, lo que sólo en México puede suceder, según el comunicado de prensa de Monterrey: » Bacsinszky y García ( verdugo de Ana), se medirán una semana después de enfrentarse en la Final del Abierto Mexicano de Acapulco, en el que la primera resultó ganadora el pasado sábado 28 de febrero». Es decir, con el abandono de la rusa, Caroline García pasó directo a la final de Aca, sólo para caer ante Timea Bacsinsky (31) y volvérsela a encontrar, en casi idénticas circunstancias en un Abierto de Monterrey, fatídico y desprestigiante para Ana Ivanovic.
Por fortuna para el deporte, pero deprimente aún más para los mexicanos desencantados de sus bellezas y los cultos en torno a ellas, es la razón técnica de que Maria se fuera y que la grosera de Ana aventara la semifinal: Indian Wells, California, el primero de los nueve torneos ATP y WTA World Tour Masters 1000, que reúne a los mejores jugadores y jugadoras en torno a una bolsa de 5, 381,235 de dólares, que cumple 40 años de existencia y al que se espera una asistencia superior a las 370,406 personas del año pasado. El torneo inicia el 12 de marzo. A fin de cuentas, las chavas sólo quieren divertirse.